¿ELECCIONES EN JUNIO?
VOLVER A EMPEZAR
Volveremos a empezar, pero no con
la alegría o el brío de emprender algo novedoso sino con el hastío de los
fracasados. Se trata de un fracaso anunciado, de una aventura no consumada, y
no porque el riesgo no hubiera sido anunciado con antelación. Quienes ahora
reclaman actitudes responsables, tampoco exhibieron tanta responsabilidad
cuando, en plena campaña electoral, cada cual se enrocó en su propia
intransigencia. Pese a saber, presagiar al menos, de antemano que nadie
obtendría la mayoría suficiente para gobernar él solo, todos solicitaron los
votos con la intención de gobernar en solitario. Nadie mostró la humildad, ni
la prudencia, de aceptar que el bipartidismo tradicional le iba a acompañar el
bipartidismo emergente, y que dos bipartidismos conviviendo acabarían por
conformar un “cuatripartidismo” enrevesado.
Dos meses después de la cita
volveremos a ser citados a “volver a
empezar”, supongo que los líderes encargados de transmitir slogans lo harán con
más cordura, que las tribunas de los oradores serán menos aparatosas después
del fracaso, que los electores serán menos “hooligans” de sus propias
formaciones porque entenderán que no es tiempo de dogmas y verdades absolutas,
que los diseñadores de las campañas abandonaran esa fatua costumbre de fomentar
el dogmatismo y la autosuficiencia. Lo único que sabemos tras el revolcón
sufrido es que “cuando teníamos las respuestas, alguien cambió las preguntas”,
tal como rezaba una ocurrente pintada en Quito. ¿Cómo es posible que nos veamos
abocados a repetir las Elecciones? ¿Cómo es posible que España pueda permanecer
más de medio año sin un gobierno elegido correctamente, gobernada por un
Ejecutivo enclenque y provisional? ¿Será, acaso, que nada está tan mal como se
nos anunció? ¿Será, acaso, que la apocalipsis con que los emergentes
pretendieron embaucar a los electores no era tan terrorífica? ¿Será, acaso, que
la vida no es tan trascendental para la mayoría, incluso no es tan penosa como
nos la han mostrado? ¿Será, acaso, que todo ha sido falso?
Porque estas Elecciones pasadas
vinieron precedidas por un relato en el que algunos líderes se empeñaron en
airear fantasmas, en describir un futuro tan negro que a nadie nos cabía un
débil rayo de esperanza, en sumirnos en una aventura sin otro riesgo que el
recelo ante lo desconocido. Todo lo anterior había sido tan nefasto, según nos
fue presentado, que el porvenir tendría que ser tan nuevo y diferente, que nada
tendría asimilable al pasado. Todo tenía que ser nuevo y desusado, sin embargo
nada ha resultado ser tan nuevo porque las descalificaciones de unos líderes
hacia los otros se han proferido con las viejas palabras, las negociaciones han
obedecido a los mismos negocios, las reclamaciones y contrapartidas han respondido
a los mismos usos y costumbres: poder y sillones.
Muy poco, o nada, ha cambiado,
Amigos. Quienes llegaron como fuerzas “emergentes” han respondido a la acepción
más elemental de la palabra. Aunque sus líderes hayan querido mostrarse como
imprescindibles, como si respondieran a una situación de auténtica urgencia, al
final han puesto sus deseos por delante. Lo paradójico ha sido que las dos
fuerzas emergentes han afirmado que surgen de una misma situación crítica, que
responden a una misma necesidad apremiante, pero se han declarado incompatibles
entre sí. Ciudadanos y Podemos se han mostrado tan aversos el uno con el otro,
y el otro con el uno, como si fueran enemigos. ¿Caben los “enemigos” en una
Democracia? Si la Democracia es auténtica los únicos “enemigos” que pueden
existir son los suyos si los hubiera, es decir los enemigos de la Democracia,
los antidemocráticos. ¿Lo son, acaso, las fuerzas emergentes? No. Y si no lo
son, ¿a qué viene que se consideren, y proclamen, incompatibles entre sí?
Así que volveremos a empezar. Se
convocarán unas nuevas Elecciones y los partidos políticos volverán a convocar
a sus diseñadores de campañas, que volverán a convertirse en infalibles a ojos
de los líderes, a los que se entregará un guión elaborado por redactores igualmente
infalibles que, cuantas veces sean necesarias, contravendrán a los líderes que
improvisen porque nada debe interferir el proceso de captación de votos que
constituye una campaña electoral. Se cuidarán los colores de la propaganda y se
eliminarán aquellas cosas que se juzguen contraproducentes, sin consultar
previamente con los afiliados y simpatizantes. Se provocarán gestos y se
programarán instantes que puedan acercar a los líderes a los futuros electores.
Se trata de que los líderes se conviertan en productos atractivos, cuando no en
simples atracciones de feria. De poco sirve que un líder tenga poderes ocultos
si tales no corresponden a cuanto pergeñan los asesores de imagen. Así será
todo hasta Junio, mes en que volveremos a elegir.
Nuestra única esperanza consiste
en el hecho, nada previsible, de que todos –sobre todo los líderes- hayamos
aprendido y sacado conclusiones del fracaso.
FDO. JOSU
MONTALBAN