LOS
TITIRITEROS DE MADRID Y LA DECENCIA
Yo no se si el asunto de los titiriteros de Madrid merece
tanta atención como se le viene dando, quizás debería haber pasado
desapercibido, del mismo modo que la misma representación del mismo grupo
teatral (¿?) en Granada poco tiempo antes lo pasó, pero fue el propio Ayto. de
Madrid el que alertó a todos cuando denunció al grupo. Fue la misma concejala
que dio vía libre a la contratación de los titiriteros, Celia Mayer, la que
hizo la primera denuncia… y ahí empezó todo. La decisión, más espectacular que
calculada con rigor, de hacer pasar algunas noches en la cárcel a los
comediantes ha puesto el resto. Cuando escribo esto los titiriteros ya están en
la calle, pero el debate no ha ganado rigor porque, ya, la división de
opiniones se ha embarullado tras las intervenciones de algunos personajes del
PP, de las que merece mención la del Ministro de Interior Jorge Fernández: “ETA
desea a Podemos”. Merece también una breve reprimenda la aportación de Ada
Colau: “La sátira no es delito”, sin pararse a medir el contenido de la frase.
La conclusión es que en lugar de hablar o admirar a la Luna
que alguien ha apuntado con su dedo, todos nos hemos quedado boquiabiertos
opinando sobre el dedo. Y yo creo que de todo este asunto sólo ha salido algo
airosa Manuela Carmena, la alcaldesa, que ha pedido disculpas por ello e,
incluso, se ha autoinculpado: “Hay algo que no hemos hecho bien”. Después de
dicho esto, y haciendo valer sus estudios y profesión anteriores, ha opinado
sobre las detenciones como excesivas. De acuerdo. Sin embargo, ha venido
observando que en todos los debates radiofónicos o televisivos se ha hablado de
ello, y que todos los ciudadanos (“gente”, según algunos) han opinado sobre ello en los más diferentes ámbitos.
Pero me permito puntualizar que no son muchos los que conocen qué fue lo que
representaron los titiriteros, lo cual ha polarizado el debate en la figura del
Juez Ismael Moreno. Del que se subraya su procedencia militar con mayor
intensidad que su condición de Juez o su trayectoria como tal.
Es esto lo que me lleva a escribir este artículo,
principalmente para poner al mismo nivel, -de honor o de infamia-, a los necios
y provocativos titiriteros, y al Ministro Fernández. Creo que ante las tres
letras criminales (ETA) no caben las sonrisas acomodaticias ni las
venialidades, de modo que es exigible mucho rigor en quien las escribe, y un
profundo respeto, porque en su nombre fueron asesinadas más de mil personas.
Desde luego que aquel que sienta ganas de reír, en lugar de ganas de llorar, al
escuchar la fatal palabra, no merece respeto ninguno. Y no es ningún atenuante
que el uso del término lo haga una persona disfrazada, o sea un titiritero.
¿Acaso no actuaban disfrazados con una capucha los etarras, aunque no fueran
titiriteros?
Siempre me ha parecido bien que las Artes y las Letras, la
Música o cualquier tipo de expresión artística, lleven implícitos mensajes
subliminales que inciten a pensar, o alerten de las situaciones complicadas o
peligrosas, o conciencien de cara al futuro, pero ¿suponía algo de todo esto la
actuación de los titiriteros? ¡Veamos el argumento! Una Bruja que vive en una
vivienda como arrendataria recibe al propietario de la casa, el cual le reclama
que le pague lo que le viene debiendo: la bruja mata al propietario que,
previamente, había violado a la bruja; una monja, que pretende adueñarse del
niño parido por la bruja (que había sido violada), también muere a manos de la
bruja, por lo que acude un policía al lugar y, ante los forcejeos de la bruja,
el policía deja a la bruja malherida, si bien pone sobre su cuerpo el fatídico
cartel con la leyenda (GORA ALKA-ETA), y por fin un Juez condena a la bruja a
la horca, si bien ella aprovechando un descuido del juez le ajusta la soga a su
cuello de modo que, a la postre, es el Juez el ahorcado. Más o menos la cosa
discurre de ese modo. Curiosamente en el ptopio título aparece esta leyenda: “A
cada cerdo le llega su San Martín”.
Y bien, creo que es suficiente la aclaración. No para
justificar ninguna detención que bien puede calificarse como “excesiva”, pero
sí para que nadie piense que en la obra representada reina la inocencia. Quizás
no se puedan tipificar los hechos como enaltecimiento del terrorismo, -de eso
sabrán los jurídicos-, pero constituyen una maldad, una aberración que merece
todas las críticas. Quienes han ocultado la cabeza debajo del ala, para ocultar
responsabilidades y eludir compromisos, deberían salir de su cobardía para
poner el mismo énfasis en despreciar la representación teatral y en criticar el
exceso que ha podido suponer el encarcelamiento de los titiriteros.
Os lo digo yo, que sé lo que es ir escoltado y sé lo que es
ver mi nombre y apellidos en un listado de amenazados de muerte firmado por
ETA. Es por eso que reclamo tanta comprensión como clarividencia y rigor ante
los hechos y las personas que los han protagonizado.
Fdo. JOSU MONTALBAN