lunes, 12 de octubre de 2015

EL EJEMPLO DE GRECIA: HA GANADO SYRIZA (Deia, 12-10-2015)

EL EJEMPLO DE GRECIA: HA GANADO SYRIZA

Estaba inmerso en la lectura de las últimas páginas del libro de Pedro Olalla “Grecia en el aire” cuando me enteré del resultado de las Elecciones griegas del domingo 20 de Septiembre. Los griegos han vuelto a confiar en Syriza y en Tsipras. ¿Podía ocurrir otra cosa? Evidentemente sí pero, ¿era razonable? A pesar de lo ocurrido desde que Syriza fue elegido hace ya ocho meses, nada diferente cabía, porque aunque es verdad que Tsipras “engañó” a los griegos, porque se doblegó con demasiada facilidad ante las imposiciones de la Troyka, aunque es verdad que Tsipras no siguió los deseos que los ciudadanos griegos expresaron en el referendo celebrado posteriormente, aunque todo eso fuera verdad, los demás partidos griegos han actuado con una desidia excesiva durante este tiempo como si, sintiéndose impotentes ante la situación lo dejaran todo en manos de la fortuna siempre tan ambigua. ¿Qué podían hacer los griegos en esta situación? ¿Echarse en manos de los desidiosos que se habían mostrado complacidoscon las imposiciones de la Troyka? ¿Entregar la dirección y administración de sus vidas a quienes habían aceptado con delectación las rigurosas medidas inherentes al rescate financiero? No, no cabía otro resultado salvo el que se ha producido.
Para quienes no somos griegos la campaña electoral griega ha pasado casi desapercibida. Los diarios españoles han llenado el espacio con noticias más cercanas, o más trascendentales. Para los españoles ha sido muy importante el debate en torno a las elecciones catalanas del 27 de Septiembre. Por si fuera poco la crisis y el posterior éxodo de los ciudadanos sirios hacia Europa ha generado inquietud y ha provocado un aluvión de noticias y discusiones que han dejado a las elecciones griegas en un segundo o tercer término. Pero a mí, que estaba inmerso en el libro de Olalla, lo ocurrido me ha llevado a las mismas entrañas de Atenas, porque no han sido pocos los acontecimientos y situaciones que se han repetido. No en vano el libro lleva un subtítulo esclarecedor: “Herencias y desafíos de la antigua democracia ateniense vistos desde la Atenas actual”.
Hoy no es ayer, pero da la impresión de que hay pasajes en la Historia que se repiten o, al menos, se asemejan. Nada en la Atenas actual es como antaño fue. Por ejemplo, no se entiende bien que la abstención en las Elecciones griegas haya sido tan elevada. La desafección de los ciudadanos griegos (casi un 50% de abstención) no es normal en una ciudadanía (y en la actual situación) que procede de aquella tan antigua en la que se castigaba la desafección. Solón, uno de los Siete Sabios, promulgó una ley contra la desafección política por la cual perdía sus derechos ciudadanos quien no tomara partido en las cuestiones que enfrentaban al pueblo, si bien a su vez democratizó la sociedad y abrió la posibilidad de que todos los ciudadanos griegos pudieran formar parte de las Instituciones de Gobierno por el mero hecho de serlo, sin que fuera necesaria ninguna otra condición, incluso en las Instituciones de la Justicia.
Muy oportunamente ha caído en mis manos el libro de Pedro Olalla porque relata con profusión de datos de qué modo construyeron los atenienses aquella Democracia, ya vieja, que no se quedaba en lo superficial sino que profundizaba al máximo, de modo que no bastaba con promulgar o instituir unos sistemas democráticos para elegir a sus dirigentes, sino que los propios dirigentes debían comprometerse de tal modo que los periodos de vigencia del poder no estaban fijados de antemano.
No es la primera vez que Grecia atraviesa por una vicisitud complicada. Si el rescate concedido por las Instituciones europeas ha obedecido a la existencia de una deuda desmesurada, motivada por la irresponsabilidad y desmesurada alegría de los gobernantes de las últimas décadas, es bueno recordar lo que ocurrió hace tiempo. Los préstamos recibidos de quienes la ayudaron a conquistar su independencia precisaron para su amortización la toma de algunas medidas drásticas. Entonces, 1832, como hoy, para evitar la quiebra Grecia solicitó un nuevo préstamo a sus “protectores”, que le fue denegado, y fueron los protectores, -rusos, ingleses y franceses-, reunidos en Londres los que elaboraron un protocolo de pago que Grecia debía cumplir a rajatabla. Representantes de los tres países asistían a los Consejos de Ministros griegos para verificar el cumplimiento de dichos compromisos: despido de un tercio de los funcionarios, reducción salarial del 20%,, reducción del presupuesto militar a menos de la mitad, reducción a la mitad el número de profesores universitarios, cese de Obras Públicas y despido de todos los ingenieros del Estado, cierre de embajadas en el extranjero, cierre de todos los centros de salud, cese en el pago de pensiones, aumento de tasas y aranceles, liquidación de deudas con el fisco mediante métodos expeditos y exigencia del pago por adelantado del impuesto sobre la renta. ¿No se parecía demasiado al programa de medidas que la Troyka a infligido a la actual Grecia? Pues bien, diez años después, el ajuste impuesto fue aún más duro, teniendo que intervenir incluso la famosa casa Rothschild como supervisora del proceso, hasta que el dos de Septiembre de 1843 Grecia firmó un memorándum por el que se comprometió a pagar 3,6 millones de francos en concepto de amortización e intereses. De modo que hoy, 175 años después, Grecia se haya otra vez en una situación dramática.
No quiero ser mal pensado, pero cabe pensar que en Grecia a la desafección de los ciudadanos que han acudido a votar en tan escasa cantidad, se le suma la desafección de los propios políticos que asisten, asustados, al festín de la Troyka que se excede constantemente en sus imposiciones. A Grecia no le salen sus cuentas, pero a la Troyka tampoco, y a los gobiernos europeos les embarga la preocupación (a bastantes de ellos) porque sus deudas son casi tan insoportables como la deuda griega, y la solidaridad, que tan presente estuvo en la elaboración e incipiente desarrollo del proyecto europeo, se ha quedado en agua de borrajas. Leo en un titular que “Grecia concede a Tsipras la gestión del rescate europeo”. Se trata de una concesión endiablada porque ese rescate, -permítanme un exabrupto-, no hay dios que lo gestione.
Ved, queridos lectores, de qué modo finaliza su libro Pedro Olalla: “Un buen día, cuando el trabajo sea tan barato que apenas influya en el precio del producto, cuando el derecho a la salud sea un artículo de lujo, cuando la educación sea un privilegio de clase, cuando legiones de seres humanos estén dispuestas a todo por un bocadillo, cuando la riqueza generada por todos sea propiedad privada de unos pocos, cuando el agua y la tierra tengan un nuevo dueño, cuando hayan conseguido erradicar la solidaridad y hacernos delatores, resignados y cobardes, cuando la democracia sea tan solo ´sombra del humo´ inconsistente y triste, entonces, la crisis habrá terminado. Nunca en tan poco tiempo habrán conseguido tanto”.
¡Suerte Grecia! ¡Suerte Tsipras!


Fdo.  JOSU  MONTALBAN