EL EJEMPLO DE GRECIA: HA GANADO SYRIZA
Estaba inmerso en la lectura de las últimas páginas del libro
de Pedro Olalla “Grecia en el aire” cuando me enteré del resultado de las
Elecciones griegas del domingo 20 de Septiembre. Los griegos han vuelto a
confiar en Syriza y en Tsipras. ¿Podía ocurrir otra cosa? Evidentemente sí
pero, ¿era razonable? A pesar de lo ocurrido desde que Syriza fue elegido hace
ya ocho meses, nada diferente cabía, porque aunque es verdad que Tsipras
“engañó” a los griegos, porque se doblegó con demasiada facilidad ante las imposiciones
de la Troyka, aunque es verdad que Tsipras no siguió los deseos que los
ciudadanos griegos expresaron en el referendo celebrado posteriormente, aunque
todo eso fuera verdad, los demás partidos griegos han actuado con una desidia
excesiva durante este tiempo como si, sintiéndose impotentes ante la situación
lo dejaran todo en manos de la fortuna siempre tan ambigua. ¿Qué podían hacer
los griegos en esta situación? ¿Echarse en manos de los desidiosos que se
habían mostrado complacidoscon las imposiciones de la Troyka? ¿Entregar la
dirección y administración de sus vidas a quienes habían aceptado con
delectación las rigurosas medidas inherentes al rescate financiero? No, no
cabía otro resultado salvo el que se ha producido.
Para quienes no somos griegos la campaña electoral griega ha
pasado casi desapercibida. Los diarios españoles han llenado el espacio con
noticias más cercanas, o más trascendentales. Para los españoles ha sido muy
importante el debate en torno a las elecciones catalanas del 27 de Septiembre.
Por si fuera poco la crisis y el posterior éxodo de los ciudadanos sirios hacia
Europa ha generado inquietud y ha provocado un aluvión de noticias y
discusiones que han dejado a las elecciones griegas en un segundo o tercer
término. Pero a mí, que estaba inmerso en el libro de Olalla, lo ocurrido me ha
llevado a las mismas entrañas de Atenas, porque no han sido pocos los
acontecimientos y situaciones que se han repetido. No en vano el libro lleva un
subtítulo esclarecedor: “Herencias y desafíos de la antigua democracia
ateniense vistos desde la Atenas actual”.
Hoy no es ayer, pero da la impresión de que hay pasajes en la
Historia que se repiten o, al menos, se asemejan. Nada en la Atenas actual es
como antaño fue. Por ejemplo, no se entiende bien que la abstención en las
Elecciones griegas haya sido tan elevada. La desafección de los ciudadanos
griegos (casi un 50% de abstención) no es normal en una ciudadanía (y en la
actual situación) que procede de aquella tan antigua en la que se castigaba la
desafección. Solón, uno de los Siete Sabios, promulgó una ley contra la
desafección política por la cual perdía sus derechos ciudadanos quien no tomara
partido en las cuestiones que enfrentaban al pueblo, si bien a su vez
democratizó la sociedad y abrió la posibilidad de que todos los ciudadanos
griegos pudieran formar parte de las Instituciones de Gobierno por el mero
hecho de serlo, sin que fuera necesaria ninguna otra condición, incluso en las
Instituciones de la Justicia.
Muy oportunamente ha caído en mis manos el libro de Pedro
Olalla porque relata con profusión de datos de qué modo construyeron los
atenienses aquella Democracia, ya vieja, que no se quedaba en lo superficial
sino que profundizaba al máximo, de modo que no bastaba con promulgar o instituir
unos sistemas democráticos para elegir a sus dirigentes, sino que los propios
dirigentes debían comprometerse de tal modo que los periodos de vigencia del
poder no estaban fijados de antemano.
No es la primera vez que Grecia atraviesa por una vicisitud
complicada. Si el rescate concedido por las Instituciones europeas ha obedecido
a la existencia de una deuda desmesurada, motivada por la irresponsabilidad y
desmesurada alegría de los gobernantes de las últimas décadas, es bueno
recordar lo que ocurrió hace tiempo. Los préstamos recibidos de quienes la
ayudaron a conquistar su independencia precisaron para su amortización la toma
de algunas medidas drásticas. Entonces, 1832, como hoy, para evitar la quiebra
Grecia solicitó un nuevo préstamo a sus “protectores”, que le fue denegado, y
fueron los protectores, -rusos, ingleses y franceses-, reunidos en Londres los
que elaboraron un protocolo de pago que Grecia debía cumplir a rajatabla.
Representantes de los tres países asistían a los Consejos de Ministros griegos
para verificar el cumplimiento de dichos compromisos: despido de un tercio de
los funcionarios, reducción salarial del 20%,, reducción del presupuesto
militar a menos de la mitad, reducción a la mitad el número de profesores
universitarios, cese de Obras Públicas y despido de todos los ingenieros del
Estado, cierre de embajadas en el extranjero, cierre de todos los centros de
salud, cese en el pago de pensiones, aumento de tasas y aranceles, liquidación
de deudas con el fisco mediante métodos expeditos y exigencia del pago por
adelantado del impuesto sobre la renta. ¿No se parecía demasiado al programa de
medidas que la Troyka a infligido a la actual Grecia? Pues bien, diez años
después, el ajuste impuesto fue aún más duro, teniendo que intervenir incluso
la famosa casa Rothschild como supervisora del proceso, hasta que el dos de
Septiembre de 1843 Grecia firmó un memorándum por el que se comprometió a pagar
3,6 millones de francos en concepto de amortización e intereses. De modo que
hoy, 175 años después, Grecia se haya otra vez en una situación dramática.
No quiero ser mal pensado, pero cabe pensar que en Grecia a
la desafección de los ciudadanos que han acudido a votar en tan escasa
cantidad, se le suma la desafección de los propios políticos que asisten,
asustados, al festín de la Troyka que se excede constantemente en sus
imposiciones. A Grecia no le salen sus cuentas, pero a la Troyka tampoco, y a
los gobiernos europeos les embarga la preocupación (a bastantes de ellos)
porque sus deudas son casi tan insoportables como la deuda griega, y la
solidaridad, que tan presente estuvo en la elaboración e incipiente desarrollo
del proyecto europeo, se ha quedado en agua de borrajas. Leo en un titular que
“Grecia concede a Tsipras la gestión del rescate europeo”. Se trata de una
concesión endiablada porque ese rescate, -permítanme un exabrupto-, no hay dios
que lo gestione.
Ved, queridos lectores, de qué modo finaliza su libro Pedro
Olalla: “Un buen día, cuando el trabajo sea tan barato que apenas influya en el
precio del producto, cuando el derecho a la salud sea un artículo de lujo,
cuando la educación sea un privilegio de clase, cuando legiones de seres
humanos estén dispuestas a todo por un bocadillo, cuando la riqueza generada
por todos sea propiedad privada de unos pocos, cuando el agua y la tierra
tengan un nuevo dueño, cuando hayan conseguido erradicar la solidaridad y
hacernos delatores, resignados y cobardes, cuando la democracia sea tan solo
´sombra del humo´ inconsistente y triste, entonces, la crisis habrá terminado.
Nunca en tan poco tiempo habrán conseguido tanto”.
¡Suerte Grecia! ¡Suerte Tsipras!
Fdo. JOSU MONTALBAN