LOS EMERGENTES Y LA IZQUIERDA ESPAÑOLA
La irrupción en la Política española de dos fuerzas
emergentes como Ciudadanos y Podemos, aprovechándose ambas del
descrédito en que han caído las dos fuerzas políticas que han venido
configurando lo que se ha dado en llamar “bipartidismo”, igualmente
desacreditado como tal, ha traído consigo un nuevo modo de comportamiento que,
a la postre, adolece de los mismos déficits y riesgos que aquejaban al tiempo
anterior. La “gente”, que es el nuevo término que ha venido a sustituir al ya
viejo “sociedad”, se ha visto supeditada a los discursos y artimañas que los
líderes emergentes vienen utilizando para hacerse con el predominio, primero, y
con el dominio de la situación, después.
La corrupción, que ha sido la razón esgrimida para
desacreditar al sistema imperante, no ha sido patrimonio exclusivo de la clase
política. Los corruptos más famosos no han sido los políticos en ejercicio,
sino los que han administrado el poder social y económico, que en muchas
ocasiones no ha coincidido con el poder político e institucional. Es bien
cierto que los casos de corrupción, siquiera tangencialmente, han contado en
algunos casos con la aquiescencia de dirigentes institucionales y políticos,
pero la corrupción ha invadido casi todos los campos y ambientes, y se ha
instalado en los aledaños del poder de cualquier tipo para garantizarse el
éxito. Nadie se ha librado de caer en la tentación: políticos sí, pero en mayor
número banqueros, empresarios, juristas, sindicalistas, economistas, etc…, es
decir todo aquel que ha manejado dinero en gran cantidad para especular con él.
Por si fuera poco la opinión pública se ha visto invadida por acusaciones de
fraude en ayudas públicas y subsidios percibidos a través de las oficinas
públicas, de ayudas sociales destinadas a los más desfavorecidos.
En medio de esa nauseabunda nube, Ciudadanos ha intentado capitalizar los votos de derechas, y Podemos ha hecho lo propio con los votos
de izquierdas. Ambos, aunque de vez en cuando porfíen entre ellos para hacerse
con los votos de ese centro político indefinido y desideologizado, juegan a lo
mismo, aunque lo hagan mediante actitudes y comportamientos bien diferentes. Al
descrédito generalizado de la Política ambos han respondido con el mismo
slogan: aquí estamos nosotros para echar a los corruptos, limpiar las
Instituciones y gestionar los dineros con eficacia.
Previamente, ambos han negado las reglas clásicas y
establecidas. Para ellos no existe la izquierda porque tampoco existe la
derecha, y viceversa. Es decir, que la derecha del PP y la izquierda del PSOE
ya no tienen ninguna razón de ser, peor aún, ambos son causantes a partes
iguales del mal que nos aqueja. Que Rivera haya pertenecido a la derecha
española hasta que decidió exhibirse en pelotas en un cartel electoral, no
parece importarle, de modo que afirma que ha llegado a este momento de la
Política para redimir a esa derecha y a sus acólitos. Que Pablo Iglesias
proceda de la izquierda sucesora del PCE, a la que no se esforzó en mejorar y
adecuar a los nuevos tiempos, tampoco debe importarle, hasta tal punto que ya
se ha impuesto, lo primero de todo, destruir a la vieja izquierda de Iu para, a
continuación, emprenderla a mamporros y descalificaciones con el PSOE.
Sin embargo, el nuevo horizonte muestra comportamientos
diferentes en la derecha y en la izquierda. Ciudadanos,
con la debida cautela, ha irrumpido sin mostrar una violencia excesiva hacia la
derecha del PP. En todo caso, frente a la derecha del PP de Rajoy, que se
muestra heredera de los viejos tiempos, asimilables a los últimos años del
franquismo y a la Transición, Ciudadanos
se muestra, contundente, totalmente desmarcado de la corrupción que tiene al PP
agujereado como si se tratara de un queso gruyere. Pero, ¿muestra Ciudadanos alguna señal que le pueda
distinguir, en su ideología y estrategia política, del PP? Creo que no, que la
única razón por la que Ciudadanos
está donde está ha sido el oportunismo de la formación y la osadía del líder
Rivera. En contra juegan sus propuestas, que en nada se diferencian de las de
la vieja derechona española en lo económico y lo social.
En la izquierda no pasa lo mismo. La irrupción de Podemos aconteció de un modo diferente,
porque el PSOE había sufrido un varapalo importante en las Elecciones
Generales, e IU continuaba con su camino al Calvario, a pesar de que la debacle
socialista le hubiera dado un respiro. La insoportable ambición de Pablo
Iglesias y Podemos ha sido un virus
brutal para la izquierda española, siempre proclive a obsesionarse en debates
ideológicos alrededor de los matices, lo cual la ha hecho en algunos casos
autodestruirse en discusiones y debates numantinos. Podemos es una formación de
izquierdas que no se define como tal porque teme, con mucho fundamento por
cierto, que en la izquierda española hay una formación mayoritaria en apoyos
que es el PSOE. No obstante, aunque el tiempo ha de ser el que dicte sentencia,
resulta doloroso ver a Pablo Iglesias obcecado hasta los tuétanos por conseguir
el debilitamiento (o la desaparición) de IU. Probablemente, en ese juego de
siglas que Podemos pretende imponer
eliminando “IU” de los carteles electorales, el PSOE sería el más beneficiado,
pero a la vez la izquierda española perdería gran parte de su noble Historia y
de su legitimidad.
Los emergentes pueden ser útiles. Lo son ya, pero puede
llegar a serlo mucho más si no les apremian las prisas, si no quieren inventar
lo ya inventado y en vigor, si no avasallan a base de violencia dialéctica que
solo puede servir para desacreditar, aún más, la Política. No es bueno poner en
entredicho los valores y principios intrínsecos en que se asienta la Política.
Al final los que llegan a ella tan impregnados de ansiedad suelen administrarla
desde el atolondramiento y la misma prisa que les invade.
Los otros partidos políticos han de sacar conclusiones.
Principalmente los que han venido protagonizando la Política que cuestionan los
emergentes. Vivimos tiempos difíciles. La Economía se ha convertido en la única
estrella que guía la Política, no solo la macropolítica que mueve el dinero y
los negocios por todos los confines del Mundo, también la micropolítica que
afecta a cada uno de los ciudadanos, a cada uno de los que componemos esa masa
heterogénea que los emergentes llaman “gente”. No basta con denunciar la inacción
de los otros. La izquierda española la componen ahora mismo tres partidos de
ámbito nacional (PSOE, IU y Podemos),
junto con algunas formaciones de ámbito autonómico en las que suele primar más
la inquietud nacionalista o secesionista que la social. Lo peor que le puede
pasar a dicha izquierda es, precisamente, someterse a un debate irracional y
encarnizado que impida a las formaciones de izquierda y progresistas llegar a
acuerdos suficientes para que actúen de forma unitaria. Desde luego que la
derecha española, mucho menos cuarteada que la izquierda, obrará como siempre
lo ha hecho: actuando en bloque.
Será una pena que la izquierda se obsesione en peleas
bizantinas a partir de ahora. Cuatro años de Gobierno de esta derecha del PP en
España nos han retrasado más de diez años en los aspectos sociales. La Economía
tal vez haya mejorado y ofrezca cifras algo más halagüeñas, lo cual satisfará a
los banqueros y a los empresarios mejor instalados, pero la felicidad de los
ciudadanos, de la gente, es un bien cada vez más difícil de alcanzar. Cada vez
son más los que sienten su felicidad tan amenazada como imposible. La felicidad
de todos los que aspiran a ser felices, o la provee la izquierda o no será
posible. Si no, al tiempo.
FDO. JOSU MONTALBAN