IBARRETXE Y MAS
Justo el mismo día (domingo) que los catalanes han acudido a
votar sus elecciones plebiscitarias, el Lehendakari Ibarretxe ha ocupado un
puesto de honor, en la primera fila de butacas, en la conmemoración del Alderdi
Egua del PNV, que es el día del Partido Nacionalista Vasco. Ni Ortúzar ni
Urkullu se preocuparon mucho de lo que estaba aconteciendo en Cataluña a tenor
de cuanto discursearon en la celebración. Se refirió algo a ello el Presidente
del PNV, Ortúzar, pero sus referencias se pueden resumir en su grito final:
“¡Visca Cataluya Lliure!”… Al que algunos militantes del PNV, despistados,
respondieron con un “¡viva!” que apenas se oyó porque los ensordecieron los
aplausos.
Ambos acontecimientos, -las Elecciones plebiscitarias y el
Alderdi Egura-, han constituido actos de exaltación, pero los impactos han sido
diferentes porque, mientras en el Alderdi solo estaban presentes los afiliados
y simpatizantes del nacionalismo vasco, a las Elecciones plebiscitarias habían
sido llamados todos los catalanes mayores de dieciocho años. Mientras uno de
los actos era de puro divertimiento para quienes habían ido a allí a
divertirse, el otro acto era trascendental para todos, tanto que tendría sus
repercusiones al día siguiente. Ahora, cuando escribo este artículo, que ya
estamos a martes, el Alderdi es agua pasada, mientras que las consecuencias de
las elecciones plebiscitarias no paran de mover el molino de las
intransigencias.
He establecido estos paralelismos entre Euskadi y Cataluña a
pesar de que estoy convencido de que nada hay que nos une a vascos y catalanes
salvo nuestras pertenencias más o menos controvertidas a España, y casi todo
nos separa, porque no caben dos nacionalismos “hermanos” a pesar de que,
egoísta e interesadamente, los nacionalismos tiendan a retroalimentarse unos a
otros. Por eso, me atrevo a advertir que al PNV nada le ha ido ni le ha venido
en esas Elecciones, lo cual ha quedado demostrado en el escaso interés mostrado
por sus líderes. Entre las elecciones plebiscitarias a la brava de Mas y la
búsqueda comedida de “nuevo estatus” de Urkullu hay una distancia casi
infinita, es más, los caminos de ambos proyectos ni siquiera se divisan entre
sí.
(Yo no soy nacionalista. Incluso soy, ideológicamente,
opuesto a cualquier nacionalismo, aunque mi convicción democrática me impide
ignorar aquello que ya está presente y ocupa la mente de tantas personas que
viven y conviven conmigo. Hago esta aclaración para quienes deseen, e intenten,
hacer interpretaciones de este artículo con aviesas intenciones).
Cabe decir, como hizo Cristo unos minutos antes de morir
crucificado, que “todo está consumado”. Pero la consumación, que en Euskadi no
nos ha deparado tan fatal consecuencia, en Cataluña ha deparado una secuela
imprevisible después de que quien estaba llamado a apaciguar los ánimos
exaltados, es decir Mas, se ha empeñado en continuar al frente del timón de un
barco de nombre extraño –“Junts pel sí”-, de tripulación más extraña aún por
sus básicas desavenencias, y de pasaje absorto porque nada ha resultado ser
como estaba planeado: la arribada de la nave a una costa rocosa, al pie de un
acantilado, hará que el desembarco sea más bien una desbandada.
Concluyo. Si Mas inició una dificilísima travesía, con su
risa sardónica y a la vez cínica, la va a terminar, probablemente, en el
ostracismo, arrinconado por su propia soberbia. Da la impresión de que Mas ha
querido imitar a Ibarretxe pero, peor aún, se ha empecinado en superarle, ha
tirado de la cuerda hasta la extenuación, y se ha extenuado. El Plan Ibarretxe
siguió los pasos que tenía que seguir durante los cuatro años que duraron las
discusiones en los diferentes foros. El “plan” Mas solo ha obedecido a sus
ansias de posteridad, a su deseo de superar a todos, incluida la Ley. Lo peor
es que está obsesionado con continuar la travesía a pesar de que tiene la nave
encallada y en el cielo se anuncia una tempestad inevitable.
Ahora mismo Mas e Ibarretxe deberían ponerse de acuerdo para
pasar unos días en algún cenobio. Allí, en el incomparable marco del claustro
Ibarretxe deberá convencer a Mas de que hay caminos que, una vez elegidos,
llevan inconfundiblemente al abismo por más que haya entusiastas seguidores
jaleándonos mientras pasamos. Y que hay éxitos perecederos porque no son vividos
ni interpretados del mismo modo por todas las conciencias. Ibarretxe se fue de
la Política como se van quienes, dignamente, asumen una equivocación. Mas
deberá irse también, porque se ha equivocado, pero además lo ha hecho con
nocturnidad, premeditación, alevosía y mucha soberbia. Si no se va, debería ser
despachado por los mismos que le alzaron a un pedestal para el que no tenía ni
ética ni aptitudes.
FDO. JOSU MONTALBAN