BUENAS INTENCIONES Y MALAS VOLUNTADES
En la noche del 20D, cuando se conocieron los resultados de
las Elecciones Generales, a pesar de la victoria del PP, Pedro Sánchez exhibió
sus buenas intenciones: el cambio era posible, más aún, era deseable, lo mejor
para España y para los españoles. Ante el encastillamiento del PP de Rajoy, que
exhibía sus votos y escaños, tan numerosos como insuficientes, Pedro Sánchez
mostraba cierta euforia debida al hecho de que el PSOE hubiera resistido el
empellón. También Podemos exhibió su poder, pues no en vano cualquier acuerdo
para formar mayorías sin el PP, debería tenerles en cuenta. Igualmente
Ciudadanos, cada cual con su dosis de oportunismo y necesidad. Si así era, ¿por
qué estamos, tres meses después, desgranando aún este galimatías, regodeándose
cada uno de los líderes, a excepción de Pedro Sánchez, en su engreimiento
atiborrado de intransigencias? Tal vez sirva esta respuesta: los líderes se
fueron de la Política, eso es todo.
Los liderazgos actuales no responden a cualidades especiales.
Basta con que los afiliados y militantes de un partido voten a favor de uno
para que los comentaristas le cuelguen del cuello el título de “líder”, si bien
sus cometidos posteriores requieren algo más que la mera exhibición del número
de sufragios conseguidos. El líder político, sin embargo, ha de ser además un
líder social, revestido de una pátina de autoridad moral, que es lo que
confiere confianza a las personas y a los propios líderes. No sólo han de serlo
en el seno de sus propias formaciones, sino en la sociedad, influyendo en el
comportamiento de los otros líderes, llegando con ellos a articular nuestros
modelos de vida. Sin embargo, amables lectores, ved cómo la situación actual no
tiene nada que ver con esto. Los líderes actuales se empeñan en parecer únicos
y exclusivos garantes de todas las virtudes, y para ello niegan todo
virtuosismo a los demás. La negación de los otros se ha convertido en el único
modo de afirmación de los unos. Se trata de una estrategia de muy débil consistencia.
Las del 20D han sido unas Elecciones especiales en las que el
miedo de los tradicionales (PP y PSOE), y la euforia desmedida de los nuevos,
cuya única cualidad definitoria era la de ser “emergentes” (Podemos y C´s),
tuvieron un papel esencial a la hora de definir las estrategias. El resultado
final ha sido muy poco esclarecedor. Pero lo han sido mucho menos las actitudes
de los líderes, uno por desidia (PP) y el otro por un exceso de celo que ha
rayado en el delirio (Podemos). Aún a riesgo de insistir en exceso en lo que he
venido defendiendo con cierta insistencia, vuelvo a incidir en un hecho
irrefutable: sólo el PSOE y C´s han cumplido con su deber y se han puesto al
servicio de los ciudadanos, sólo ellos han puesto algo sobre la mesa, algo sobre
lo que se pudiera debatir. El PP desistió y rechazó toda responsabilidad. Y
Podemos, ¡qué decir de Podemos y de su líder!, tan carismático como engreído,
césar de todas las centurias, que se arroga el papel de “haber nacido para
cambiar el curso de la historia…”
Los españoles y las españolas asistimos a un espectáculo de
funambulismo político en el que se practican la desidia, el voluntarismo y la
intransigencia. Caben soluciones, aunque la única válida es la formación de un
Gobierno de coalición (de alguna de las posibles), que pueda servir como modelo
ante los españoles, de convivencia entre diferentes. Lo perfecto suele ser
enemigo de lo bueno. Lo perfecto sería un gobierno de cambio hacia la izquierda
entre PSOE y Podemos, pero hay una “verdad superior” para Podemos que impide el
acuerdo, porque el mesianismo de Pablo Iglesias tiene a su formación subyugada,
y sus oídos desprecian las palabras juiciosas que les dedican personas de tanta
experiencia como Carmena o Jiménez Villarejo, que saben mucho por “viejos”, por
sabios y por haber hecho un servicio inigualable a las izquierdas españolas en
tiempos mucho más difíciles que los actuales.
Si, como parece, no va a ser posible formar un gobierno de
cambio y de izquierdas, habrá que buscar un gobierno progresista y eficaz,
empresa nada fácil porque la aritmética da de sí hasta donde lo permiten los
números y las cantidades. Nada más. Los ciudadanos distinguen lo bello de lo
que no lo es, pero en Política la belleza, cuando alcanza a muy pocos, como
propone Podemos, que solo concede tal cualidad a sus exclusivas propuestas, es
una belleza perversa y probablemente muy poco bella, valga la contradicción.
Pedro Sánchez ha puesto las buenas intenciones, que no han
sido suficientes, además del esfuerzo por llegar a ocupar puntos intermedios.
Pablo Iglesias ha puesto su mala voluntad, por escasa, en todo caso la
intransigencia propia de los infalibles de salón. Es una pena que las buenas
intenciones choquen de forma tan violenta con la mala voluntad… ¿No será mejor que,
de una vez por todas, volvamos a las urnas sin más dilación, para que los
falsos líderes se den cuenta de lo que pasa realmente?
Fdo. JOSU MONTALBAN