PROCESO ELECTORAL: QUÉ SE PUEDE HACER
Nada. Ahora mismo no se me ocurre
ninguna otra respuesta. Sin embargo no se puede afirmar que no haya ninguna
salida, lo que no hay es voluntad. El atrincheramiento y el inmovilismo se han
convertido en la estrategia. Cada cual espera una mejor ocasión en su
respectiva guarida, acechando las debilidades del adversario al que trata,
indefectiblemente, como enemigo. El guardián del “zoo”, es decir el Rey, ha
dado un paso atrás y se ha quedado a la expectativa, a la espera de que los
líderes sean capaces de articular algún acuerdo que sea suficiente. En todo
caso el Rey no puede permitirse otro fracaso proponiendo un nuevo candidato si
tal candidato no acude con las conversaciones realizadas y los resultados
suficientes. ¿Será posible que esta situación se resuelva alejada de urgencias
temporales? Nadie puede decir que sí, lo que sí sabemos todos es que cada vez
queda menos tiempo, y que todo lo que vaya pasando de modo tan infértil va en
perjuicio de los ciudadanos que asisten, absortos, a este burdo espectáculo.
Mientras tanto, a España la está
representando un Presidente ya caducado, que pertenece a un partido asediado
por la corrupción y que se ha declarado incapaz de añadir un solo apoyo en el
proceso previo a su posible investidura.
Cuando en la segunda sesión para
la Investidura, Pablo Iglesias anunció que aquella misma noche se abría un
periodo nuevo de esperanza, debía estar hablando para tontos, porque nada ha
cambiado, y seguimos asistiendo a la ceremonia de la intransigencia. Las líneas
rojas se han convertido en vetos infantiloides, propios de niños caprichosos
que parecen no haber aprendido nada con un fracaso, el de la Política, que
afecta a todos los líderes políticos, aunque sean más responsables de él unos
que otros. Los responsables políticos parecen mucho más preocupados por los
periódicos y las informaciones que vienen apareciendo en los diferentes medios
de comunicación, que por el intríngulis de la situación, las inquietudes de los
ciudadanos o los rigores de sus vidas.
Con el fracaso ya consumado, los
contenidos de los discursos pronunciados adolecieron de una evidente falta de
responsabilidad. Unos y otros se empeñaron en culpabilizar a los demás del
fracaso general. No apareció una sola propuesta innovadora. Sin embargo las
descalificaciones afloraron. Las acusaciones hacia los otros fueron las únicas
pruebas de la inocencia de quienes las proferían, y solo sirvieron para
convertir las discusiones en reyertas y el Parlamento en un patio de Monipodio,
cuando no en un gallinero. ¿Hemos aprendido algo del empeño? En todo caso
sabemos qué es lo que no deben volver a hacer los líderes políticos. Si llega a
repetirse la llamada a las urnas, los ciudadanos tomarán sus decisiones en la
más rotunda intimidad, deparando unos resultados que, a tenor de previsiones y
sondeos, no diferirán mucho de las que deparó el 20D, pero habrá de ser muy
diferente la interpretación que se haga de ellos si no queremos quedar
atascados o provocar hastío en los ciudadanos. El ejercicio democrático no
admite la fatiga, pero es obligación de los líderes y de los partidos colaborar
con los ciudadanos en la búsqueda de todas las soluciones.
En este momento es verdad que la
opción que cuenta con mayor número de adhesiones es el acuerdo entre el PSOE y
Ciudadanos (C´s). Sin embargo, el acuerdo se encuentra con riesgos insalvables.
El PP parece dispuesto a sentarse a dialogar, aunque el PSOE no está dispuesto
a acordar nada con el PP, del que le alejan la corrupción que tiene infestado
al PP, y sus políticas desarrolladas durante la última legislatura en que ha
contado con mayoría absoluta y la ha empleado para incrementar la desigualdad y
esquilmar la mayoría de los derechos conquistados por las clases más humildes.
Parece que tampoco será posible una reunión entre PSOE, C´s y Podemos, porque
Pablo Iglesias ya ha anunciado que con C´s no se puede pactar, ni siquiera
sentarse a hablar.
La conclusión, tras volver a
formularme el interrogante que da título al artículo, es clara: repetir las
Elecciones. La ciudadanía se muestra contrariada ante una “clase” política que
intenta sacar provecho de los disensos y es absolutamente ineficaz en la
búsqueda de consensos. El debate político, falto de contenido ideológico (“no
existen la izquierda y la derecha”, dijo PI), se ha empeñado en hacer valer lo
inmediato, el slogan contundente, el insulto constante o la impertinencia. Se
han impuesto los oportunismos y los populismos más procaces. Los líderes se
muestran carentes de ponderación en sus juicios, procurando impactos más que
convencimientos. Y cada líder ha compuesto ya en su imaginación su cuento de la
lechera ante las nuevas Elecciones que se celebren a mediados del año.
Si nadie lo remedia los
españoles/as acudiremos a las urnas, aunque lo hagamos a regañadientes, para
elegir a nuestros representantes. Es curioso que, en buena medida, el fracaso
poselectoral que ha desembocado en este desencuentro haya tenido que ver con la
irrupción de nuevas fuerzas políticas que se llaman “emergentes”, surgidas de
los movimientos populares del 15M. En aquella concentración proliferaban las
pancartas con leyendas contundentes. Una de ellas decía con letras gigantes: “No
nos representan”, refiriéndose a los viejos partidos entre los que incluían (o
ignoraban) a la “vieja” IU. Pues bien, cabe afirmar que los emergentes han
venido para comportarse del mismo modo, obsesionados más si cabe con alcanzar
el poder sea como sea, a poder ser el poder absoluto.
De modo que iremos a las urnas de
nuevo, pero que no espere Pablo Iglesias (Turrión, que no Posse) que los
resultados van a ser leídos e interpretados de la misma manera.
FDO. JOSU
MONTALBAN