¿LLEGAREMOS A PEDIRLES PERDÓN?
¿Qué calificativo se merece la imagen de Hasier Arraiz
despidiéndose de la Cámara vasca después de que la Justicia l haya inhabilitado
por actuar a las órdenes de ETA? No encuentro ninguno, pero aceptaría
cualquiera siempre y cuando alguien me explicara la razón. En principio me
atrevo a adelantar que no llego a entender casi nada de todo esto. No entiendo
cómo elude la cárcel alguien que se afirma “delincuente” convencido. Pero
bueno, dejemos que sobre ello debatan los profesionales de la Judicatura que,
al parecer, nunca se equivocan.
El asunto que me trae, una vez más, es la absurda
parafernalia que Hasier ha usado para abandonar el Parlamento Vasco. Habría que
adscribir el acontecimiento al apartado de las comedias de enredo si no fuera
porque las siglas ETA son malditas, y toda alusión a ellas ha de hacerse con
sumo cuidado para no herir a las víctimas de su brutalidad. El resumen es que
el viernes pasado Hasier Arraiz acudió al Parlamento de Gasteiz para debatir
sobre el punto del Orden del Día relativo a “Medidas para hacer frente a la
estrategia recentralizadora puesta en
marcha por el Estado”. Fíjense los lectores la gran importancia de este asunto
para una Comunidad como la vasca en la que están tan acendrados el nacionalismo
autonomista y el independentismo. Pues bien, las palabras de Hasier Arraiz no
dejaron dudas: “…he venido a despedirme”. Y la Presidenta del Parlamento se
quedó callada hasta que Arraiz puso sus perlas sobre la tribuna de oradores. La
escena recuerda a aquellas imágenes televisivas en que Francisco Umbral, que
estaba siendo entrevistado sobre asuntos bien diversos, alzó la mano para
advertir al entrevistador que “yo he venido a aquí a hablar de mi libro”. Al
Parecer Bakartxo Tejería tenía miedo que le ocurriera algo así. A la vista del
respeto con que aceptó la transgresión de Arraiz, da la impresión de que ya
estaba avisada y había aceptado ya su complicidad.
Total que Hasier habló de su libro aunque en una especie de
idioma dialectal cuya interpretación se prestó a casi todo. Dijo: “Quienes
hemos sido injustamente juzgados hemos contribuido a crear un escenario de paz
y convivencia… Lamento profundamente que falten personas a consecuencia de las
diferentes violencias que hemos sufrido… A todas las víctimas les debemos
memoria, reconocimiento y reparación”, para complacer a los suyos. Y dijo: “Lo
peor que tuvo aquel escenario político es que llegamos a deshumanizar al
adversario, sus derechos humanos dejaron de ser imprescindibles y así nos
deshumanizamos nosotros mismos… Les llegamos a quitar la categoría de
personas”, para complacer a las víctimas o a sus familiares y amigos. ¿Cómo
compaginar ambos apartados? La verdad es que no tengo la fórmula mejor, solo
tengo una: la mía, que no tiene por qué ser infalible. Eso sí, creo que la más
honesta es la de comportarse con humildad y aceptar aquel trágico tiempo como
lo que fue, una época negra en que los vascos y las vascas nos caracterizamos
mucho más por nuestra debilidad que por nuestra nobleza.
Luego llegó la puesta en escena, es decir, eso que los medios
de comunicación más imparciales y creíbles han llamado “autohomenaje”. Hasier
Arraiz se paseó de un lado para otro, estrechó las manos de unos y otros, algo
que no se hubiera atrevido a hacer cuando ETA, -a la cual ha dicho pertenecer,
y depender de ella-, mataba sin piedad a costa de su barbarie y del silencio de
los miedosos. Estrechó la mano de los nacionalistas y de los socialistas
envuelto en un coro de aplausos de los suyos, mucho más vergonzante que
agasajador. Quienes estrecharon su mano, ¿lo hicieron convencidos de que obraban
bien, o lo hicieron pensando en cubrir el expediente? Yo bien creo que fue por
la segunda razón, pero sobre todo porque en nuestra Euskadi se está poniendo de
moda una blandenguería que acepta todo. ¿A cambio de qué? Pues a cambio de que
los vascos que mataron a otros vascos (y españoles), tildándolos de ser malos
vascos y buenos españoles (enemigos, por tanto, de los vascos), obtengan
beneficios penitenciarios y medidas de gracia que les permita salir de las
cárceles como si nunca hubieran roto un plato.
No voy a decir que la actitud del popular Gómez Damborenea,
que negó el saludo a Hasier Arraiz, fuera el más razonable, porque al fin y al
cabo no está de más hacer un esfuerzo para conseguir que la paz y la sana
convivencia vuelvan a ser una norma, y no la excepción, en Euskadi, pero Hasier
Arraiz no se merece el saludo, sobre todo porque su dignidad maltrecha no lo
permite. De cuanto dijo me quedo con una sola frase: “Les llegamos a quitar la
categoría de personas”. ¿A quiénes? A quienes se vieron obligados a vivir
sobreprotegidos. A quienes tuvieron miedo porque hubo quienes se lo infligieron
gratuitamente. A quienes no dudaron en considerar prescindibles a quienes no
pensaran como ellos. A quienes se sientan perseguidos.
Por eso quiero valorar lo que ocurrió en el Parlamento de
Vitoria el pasado viernes, y hacerlo con valentía. La mano de Hasier, de quien
se ha prestado a aceptar su pertenencia a ETA, le convierte en un terrorista,
asesino por tanto. La Presidenta no debió permitir aquella charlotada de tan
escasa credibilidad. Ignoro la turgencia de la piel de quienes estrecharon la
mano de Hasier Arraiz, pero su saludo rezumó cobardía. Todo aplauso fue
miserable, proviniera de donde proviniera. Hasier Arraiz fue fiel a quien le
paga, aunque no a la virtud. Euskadi necesita que sus líderes sean valientes y,
sobre todo, dignos de respeto.
Hasier Arraiz, declarándose “etarra”, se ha declarado
“asesino”, o cómplice de tal. ¡Sólo eso!
Fdo. JOSU MONTALBAN