sábado, 4 de junio de 2016

¿LLEGAREMOS A PEDIRLES PERDÓN? (Blog de Josu Montalbán, "La Memoria de los días olvidados")


¿LLEGAREMOS A PEDIRLES PERDÓN?

¿Qué calificativo se merece la imagen de Hasier Arraiz despidiéndose de la Cámara vasca después de que la Justicia l haya inhabilitado por actuar a las órdenes de ETA? No encuentro ninguno, pero aceptaría cualquiera siempre y cuando alguien me explicara la razón. En principio me atrevo a adelantar que no llego a entender casi nada de todo esto. No entiendo cómo elude la cárcel alguien que se afirma “delincuente” convencido. Pero bueno, dejemos que sobre ello debatan los profesionales de la Judicatura que, al parecer, nunca se equivocan.
El asunto que me trae, una vez más, es la absurda parafernalia que Hasier ha usado para abandonar el Parlamento Vasco. Habría que adscribir el acontecimiento al apartado de las comedias de enredo si no fuera porque las siglas ETA son malditas, y toda alusión a ellas ha de hacerse con sumo cuidado para no herir a las víctimas de su brutalidad. El resumen es que el viernes pasado Hasier Arraiz acudió al Parlamento de Gasteiz para debatir sobre el punto del Orden del Día relativo a “Medidas para hacer frente a la estrategia recentralizadora  puesta en marcha por el Estado”. Fíjense los lectores la gran importancia de este asunto para una Comunidad como la vasca en la que están tan acendrados el nacionalismo autonomista y el independentismo. Pues bien, las palabras de Hasier Arraiz no dejaron dudas: “…he venido a despedirme”. Y la Presidenta del Parlamento se quedó callada hasta que Arraiz puso sus perlas sobre la tribuna de oradores. La escena recuerda a aquellas imágenes televisivas en que Francisco Umbral, que estaba siendo entrevistado sobre asuntos bien diversos, alzó la mano para advertir al entrevistador que “yo he venido a aquí a hablar de mi libro”. Al Parecer Bakartxo Tejería tenía miedo que le ocurriera algo así. A la vista del respeto con que aceptó la transgresión de Arraiz, da la impresión de que ya estaba avisada y había aceptado ya su complicidad.
Total que Hasier habló de su libro aunque en una especie de idioma dialectal cuya interpretación se prestó a casi todo. Dijo: “Quienes hemos sido injustamente juzgados hemos contribuido a crear un escenario de paz y convivencia… Lamento profundamente que falten personas a consecuencia de las diferentes violencias que hemos sufrido… A todas las víctimas les debemos memoria, reconocimiento y reparación”, para complacer a los suyos. Y dijo: “Lo peor que tuvo aquel escenario político es que llegamos a deshumanizar al adversario, sus derechos humanos dejaron de ser imprescindibles y así nos deshumanizamos nosotros mismos… Les llegamos a quitar la categoría de personas”, para complacer a las víctimas o a sus familiares y amigos. ¿Cómo compaginar ambos apartados? La verdad es que no tengo la fórmula mejor, solo tengo una: la mía, que no tiene por qué ser infalible. Eso sí, creo que la más honesta es la de comportarse con humildad y aceptar aquel trágico tiempo como lo que fue, una época negra en que los vascos y las vascas nos caracterizamos mucho más por nuestra debilidad que por nuestra nobleza.
Luego llegó la puesta en escena, es decir, eso que los medios de comunicación más imparciales y creíbles han llamado “autohomenaje”. Hasier Arraiz se paseó de un lado para otro, estrechó las manos de unos y otros, algo que no se hubiera atrevido a hacer cuando ETA, -a la cual ha dicho pertenecer, y depender de ella-, mataba sin piedad a costa de su barbarie y del silencio de los miedosos. Estrechó la mano de los nacionalistas y de los socialistas envuelto en un coro de aplausos de los suyos, mucho más vergonzante que agasajador. Quienes estrecharon su mano, ¿lo hicieron convencidos de que obraban bien, o lo hicieron pensando en cubrir el expediente? Yo bien creo que fue por la segunda razón, pero sobre todo porque en nuestra Euskadi se está poniendo de moda una blandenguería que acepta todo. ¿A cambio de qué? Pues a cambio de que los vascos que mataron a otros vascos (y españoles), tildándolos de ser malos vascos y buenos españoles (enemigos, por tanto, de los vascos), obtengan beneficios penitenciarios y medidas de gracia que les permita salir de las cárceles como si nunca hubieran roto un plato.
No voy a decir que la actitud del popular Gómez Damborenea, que negó el saludo a Hasier Arraiz, fuera el más razonable, porque al fin y al cabo no está de más hacer un esfuerzo para conseguir que la paz y la sana convivencia vuelvan a ser una norma, y no la excepción, en Euskadi, pero Hasier Arraiz no se merece el saludo, sobre todo porque su dignidad maltrecha no lo permite. De cuanto dijo me quedo con una sola frase: “Les llegamos a quitar la categoría de personas”. ¿A quiénes? A quienes se vieron obligados a vivir sobreprotegidos. A quienes tuvieron miedo porque hubo quienes se lo infligieron gratuitamente. A quienes no dudaron en considerar prescindibles a quienes no pensaran como ellos. A quienes se sientan perseguidos.
Por eso quiero valorar lo que ocurrió en el Parlamento de Vitoria el pasado viernes, y hacerlo con valentía. La mano de Hasier, de quien se ha prestado a aceptar su pertenencia a ETA, le convierte en un terrorista, asesino por tanto. La Presidenta no debió permitir aquella charlotada de tan escasa credibilidad. Ignoro la turgencia de la piel de quienes estrecharon la mano de Hasier Arraiz, pero su saludo rezumó cobardía. Todo aplauso fue miserable, proviniera de donde proviniera. Hasier Arraiz fue fiel a quien le paga, aunque no a la virtud. Euskadi necesita que sus líderes sean valientes y, sobre todo, dignos de respeto.
Hasier Arraiz, declarándose “etarra”, se ha declarado “asesino”, o cómplice de tal. ¡Sólo eso!


Fdo.  JOSU  MONTALBAN