¿SORPASSO? ¿Y LUEGO QUÉ?
Dicen muchos especialistas que estamos ante unas Elecciones
trascendentales, que el 26J va a ser una fecha histórica. Lo mismo que dijeron
cuando, hace seis meses, se celebraron las anteriores elecciones que resultaron
un fracaso flagrante y colectivo, razón por la que nos vemos abocados a volver
a las urnas a ver si, entre todos, encontramos una solución para el desaguisado
en que vivimos.
Trascendentales no digo que no sean, pero sobre todo
presentan todos los ingredientes para que esperemos a los resultados con buenas
dosis de ansiedad, a pesar de que sean bastantes las cosas que se van a repetir
en relación a la convocatoria anterior. De momento conviene subrayar que el PP,
que ha gobernado durante la última Legislatura, va a obtener el mayor número de
votos a pesar de haber gobernado de modo tan sectario, y de haber sido el
blanco de los dardos envenenados de todos los líderes políticos. A pesar
también de que tras el 20D Rajoy se llamara andana y renunciara a formar un
Gobierno que parecía imposible de configurar. Las encuestas se muestran
contundentes mostrando al PP en el cajón más alto del pódium. ¿Por qué ocurre
esto? Esto no se atreven a interpretarlo los comentaristas, que prefieren
entretenerse en interpretaciones mucho más nimias en torno al comportamiento de
los votantes con la nueva opción “Unidos Podemos”, o a la gran disyuntiva en
torno a quién ocupará el segundo puesto. Es la primera vez que en unas
Elecciones Generales provoca una mayor expectación quién ocupe el segundo lugar
que quién ocupe el primero.
En resumen, que si el PSOE es segundo en escaños, todo
dependerá de la soberbia que embargue a Pablo Iglesias, mientras que si es
segundo “Unidos Podemos”, todo dependerá de que el PSOE opte por un rearme
partidista o por ejercer la responsabilidad inherente a un partido tan apegado
al Gobierno que ha ocupado y ejercido durante el 65% del tiempo de nuestra
Democracia posfranquista. Las operaciones tácticas que han acabado uniendo a
Podemos e IU, al mismo tiempo que Iglesias se ha proclamado “socialdemócrata”,
-es decir, como Felipe González-, a la vez que Alberto Garzón se ha definido
como izquierdista inequívoco en contraposición a las palabras de Iglesias que
negó la existencia de izquierdas y derechas, y al mismo tiempo que “Unidos
Podemos” ha convertido su programa electoral en un catálogo de muebles
perteneciente a una multinacional que explota a los trabajadores que
confeccionan mesitas de noche y aparadores: esas operaciones tácticas no tienen
otro objetivo que llegar a ese segundo lugar clasificatorio para poner al PSOE
entre la espada y la pared, más o menos en el mismo lugar que estuvieron ellos
tras los resultados del 20D… Y bien, si Podemos resolvió la situación
practicando un contubernio cuyo objetivo no era otro que destruir al PSOE,
¿cabe pedirle al PSOE esfuerzos que Poddemos no quiso hacer tras el 20D?
La irresponsabilidad de Podemos, ahora remediada parcialmente
mediante el apósito facilitado por la IU de Garzón (que no es la de Llamazares,
ni la de Cayo Lara), no debe ser premiada ni con votos que pudieran responder a
esperanzas aún infundadas, ni con ningún otro tipo de reconocimiento. Lo más
contradictorio de cuanto está aconteciendo es que las encuestas no hagan pagar
los platos rotos ni a la desidia de Rajoy ni a la soberbia de Pablo Iglesias
(Turrión, que no Posse). De modo que se avecinan tiempos extraños, nada
convencionales, en los que una vez más el socialismo se erige en árbitro y juez
de una contienda absolutamente artificial que han puesto sobre la mesa esas
fuerzas emergentes, -sobre todo Podemos-, pero que siendo surgidas del mismo
magma que las no emergentes no ofrecen nada nuevo, nada que no está ya
inventado.
La Transición no la hicieron los actuales “emergentes”, y esa
“segunda transición” de la que hablan con la boca pequeña, es tan innecesaria
como el populismo que rodea a tantas de sus propuestas. Si el PSOE está siendo
arrinconado, a pesar de su legendaria y honrosa Historia, es porque los
“emergentes” son incapaces, por inanidad o por cobardía, de apoyar a una
izquierda potente, civilizada y constructora de sana convivencia, que en
España, de momento, solo pasa por un Gobierno amplio alrededor del PSOE. Un
Gobierno que reforme cuanto sea necesario a partir de consensos intensos y estables.
Fdo. JOSU MONTALBAN