ETA, TODAVÍA
Si no fuera porque la corrupción ramplona que se ha instalado
en la Política y en la sociedad en general ocupa tantas páginas en nuestros
periódicos, aún ocuparían las páginas las noticias sobre ETA (aún ocupan
demasiadas), sobre todo las relativas a sus presos. Por cierto, presos que no
están en las cárceles por ser de ETA, sino por matar, por extorsionar, por
secuestrar o por delinquir. ETA existe, aunque anunciara en 2011 que dejaba de
actuar. ¿Piensa actuar aún, si no a qué espera para disolverse y desaparecer de
forma definitiva? La situación de ETA presenta similitudes con la de Messi y de
su padre en el escándalo de los paraísos fiscales: ETA mantiene una
organización que no actúa como Messi mantiene una empresa o sociedad con sede en
el paraíso de Panamá, pero se trata de una sociedad que está “totalmente
inactiva”. ¿Para qué sirven las organizaciones y las empresas inactivas? Para
nada. ¿Por qué se mantienen abiertas? No voy a comparar una empresa instalada
para ganar dinero, de modo delictivo, con una organización asesina, pero la
comparación viene al caso, siempre salvando distancias y diferencias.
A los importantes esfuerzos que hemos hechos los vascos, y
los españoles, ETA y la Izquierda Abertzale están respondiendo con mezquindad,
aunque es verdad que lo han hecho con la complacencia de un nacionalismo vasco
moderado que no ha sido capaz de enfrentarse al brutal terrorismo de ETA con la
intransigencia debida. A las víctimas de ETA no cabe considerarlas al mismo
nivel que a las víctimas de los abusos policiales. Al terrorismo de Estado,
cuando tal terrorismo se considera cierto y contrastado, hay que combatirle con
las armas propias del Estado de Derecho. Sin embargo, cuando se hace depender
el terrorismo de ETA de organizaciones creadas “ad hoc”, que se ocupan del
mismo modo de esas otras formas de violencia, se están equiparando acciones que
nada tienen que ver. ETA no surgió para contrarrestar a la violencia del
Estado, seguro que no desde la segunda mitad de la década de los setenta en que
la Democracia se convirtió en la opción mayoritaria de los españoles.
Pero no ha sido así. A pesar de mi rotundo optimismo, que me
hace pensar que el terrorismo no va a regresar a nuestras vidas, no entiendo
algunas actitudes, ni entiendo que el Gobierno Vasco mantenga una Secretaría de
Paz y Convivencia. En Euskadi no hay un problema específico que amenace la
convivencia de los vascos y las vascas. Incluso, desde el anuncio del cese de
actividades de ETA, tampoco hay un problema que se caracterice por la violencia
indiscriminada, como antaño. ¿Para qué sirve profundizar en una herida que
provoca gangrena en la sociedad vasca por la difícil e interesada
interpretación de sus orígenes y de sus consecuencias?
Se revuelve la Memoria atizando las memorias. La Memoria
colectiva no será nunca capaz de imponerse a las memorias individuales. Un
preso de ETA y el hijo de un asesinado por el terrorismo etarra pueden
coincidir en el objetivo final, que ha de ser la paz, pero difícilmente podrán
ponerse de acuerdo en los móviles o las razones que provocaron la tragedia.
Mucho menos en la asignación de culpabilidades. Por tanto buscar una
explicación al problema terrorista de forma colectiva es propio de ilusos,
cuando no de iluminados.
Los vascos aún seguimos padeciendo las secuelas de aquella
violencia criminal e irracional que ETA inoculó. Los vascos llegamos a creer
que ETA era un proyecto genuino nuestro, he ahí nuestro error. Cuando ETA
asesinó al guardia Melitón Manzanos (uno de los primeros asesinados), en plena
vigencia del franquismo, no eran pocos los vascos que se empavonaban porque
solo un vasco “de raza” podía ser capaz de tal “hazaña”. Pero tras la muerte de
Franco, cuando todo hacía presagiar que la Democracia venía con toda su fuerza,
ETA y la Izquierda Abertzale siguieron, erre que erre, matando y destruyendo
vidas y convivencias.
El próximo Gobierno Vasco debe prescindir de un Departamento
de Paz y Convivencia, no porque no haya hecho bien su trabajo durante esta
legislatura, sino porque ya se ha hecho todo lo que cabe hacer al respecto. Ya
se ha transigido lo suficiente. Los presos etarras, como los demás presos
comunes, han de poder acogerse a medidas de gracia de las que están debidamente
legisladas, pero no caben ya medidas especiales, máxime después de que hayan
recalcado ellos mismos que "ni se arrepentirán ni delatarán” a otros
asesinos. Máxime después de que ETA considere sus salvajes atentados como meros
“errores, en ocasiones graves e injustos”. En uno de sus últimos comunicados admite
que no se equivocaron cuando se levantaron contra el franquismo ni,
¡asómbrense!, “cuando dijimos un no rotundo e hicimos frente a la posterior
reforma tramposa”. Es decir, que acertaron, según se desprende del texo, y que
aquel “acierto” ha supuesto un millar de muertos alevosamente asesinados.
Quienes han sacado tales conclusiones, ¿merecen algún tipo de
comprensión por parte de los normales? No, queridos lectores, no caben
miramientos. Como creo en la reinserción de los infractores, creo que los
asesinos etarras han de participar de las mismas medidas de reinserción que los
demás presos. Jonan Fernández y Aintzane Ezenarro, cuyos conocimientos, rigor y
eficacia ya han sido constatados en otras funciones, deben servir a otros fines
más constructivos. Los presos deben hacer caso a Rufi Echeberría y procurarse,
ellos mismos, gracias y beneficios… Ah, y cuando salgan, que reclamen a quienes
les enrolaron en la delincuencia asesina a cambio de una posteridad que, como
se ha visto, es miseria y olvido.
FDO. JOSU MONTALBAN