CADA PALO CON SU VELA
El tira y afloja que han venido manteniendo los líderes
políticos desde el 20D permite sacar algunas conclusiones importantes,
principalmente por el empecinamiento mostrado por los lideres de las cuatro
formaciones que obtuvieron el mayor número de escaños. Esas cuatro eran las
llamadas a construir la mayoría suficiente para elegir un Gobierno más o menos
estable. Tras conocer los resultados, tan enrevesados y difíciles de congeniar,
los cuatro líderes sabían a qué se enfrentaban, sabían que lo perfecto
(cualitativamente) es enemigo de lo bueno, porque ni cabía formar un gobierno
de izquierdas ni era aconsejable un gobierno de derechas. Después de cuatro
años de gobierno depredador del PP se entronizó en el debate político el
término “cambio”, de pronto todos se empeñaron en propugnar un cambio que contó
con todos los parabienes a pesar de la mayoría de votos obtenida por el PP.
Pero para que el cambio llegue a consumarse es justo y necesario que las
voluntades de los lideres no sean herméticas sino maleables.
En Política todo lo que no son mayorías absolutas exige
maleabilidad. Si no se puede acordar ni pactar todo, habrá que pactar lo
fundamental, y si eso tampoco es posible, habrá que priorizar qué es lo que se
acuerda y qué es lo que se deja pendiente, sesteando hasta que una nueva
oportunidad que nos depare una diferente muestra de escaños nos lo permita.
Pero no ha sido posible a pesar de que Pedro Sánchez haya agotado todas las
vías y oportunidades para el acuerdo. Conseguir los 176 escaños necesarios para
formar un Gobierno obliga a los líderes a dejar a un lado la intransigencia y
consolidar sus liderazgos mostrando sus dotes negociadoras, pero alguien de
nombre histórico, -Pablo Iglesias (Turrión, que no Posse)-, ha preferido “hacer
negocio” más que negociar. Para ello ha dinamitado, primero todos los acuerdos,
y después el único acuerdo escrito que había sobre la mesa entre PSOE y C´s.
Sí, es verdad que C´s no es un partido de izquierdas, ni demasiado progresista,
pero bien se le puede adscribir al reformismo, necesario en un país tan
afectado por la corrupción, que aún tiene pendientes algunas actualizaciones y
revisiones institucionales (Ley Electoral, Reforma Constitucional, etc…) que
requieren consensos y mayorías fuertes. De modo que cualquier posible acuerdo o
pacto que consiga los 176 escaños necesarios ha de obedecer a las cesiones
necesarias y no a las imposiciones.
Ni líneas rojas, ni vetos. Quien los impone como condición
indispensable, cuando los imprescindible ahora mismo es culminar acuerdos entre
líderes que serenen y ofrezcan confianza a los ciudadanos. Solo están mostrando
la gran vulnerabilidad de sus liderazgos. Observad que sólo ponen líneas rojas
y vetos aquellos líderes que no están apoyados en mayorías absolutas, lo que
les lleva a mostrar su “absolutismo” en esas líneas rojas y vetos que son
incompatibles con el sistema democrático de mayorías y minorías. En este
sentido cabe valorar la actitud de los líderes de los cuatro partidos, los dos
clásicos (PP, PSOE), y los dos emergentes (Podemos y C´s).
Mariano Rajoy ha mostrado desidia y abandono en sus
funciones. Siendo el líder del partido más votado debería haber intentado algo
más que esperar el fracaso ajeno. En realidad, admitiendo su imposibilidad,
debería haberse hecho a un lado renunciando de forma terminante y decisiva al
Gobierno para él y para su partido en esta Legislatura que comienza.
Ante su desidia Pedro Sánchez tomó su responsabilidad como
segundo líder más votado. El esfuerzo que ha realizado ha sido notable: si la
política desarrollada por el PP ha dejado tantos problemas sin resolver, y ha
provocado otros nuevos, Pedro Sánchez enarboló su propia responsabilidad, no
muy auxiliado ni siquiera por algunos de sus “barones” regionales. He ahí su
grandeza. Su éxito ha consistido en firmar el único acuerdo entre diferentes
tras las Elecciones, por cierto, un acuerdo de cambio (tenue y reformista pero
de cambio) en estos tiempos de tanto dolor como intransigencia.
Pablo Iglesias ha mostrado algo más que su coleta en este
proceso. Busca la hegemonía de su formación en el ámbito de la izquierda mucho
más que la solución de los problemas desde la izquierda. Su modelo es el griego
Tsipras, aunque ya no hable de él. Su empeño consiste en llegar al poder y
conquistarlo mediante cualquier estrategia; ninguna promesa, por desmesurada
que parezca se le resiste. Cuando desmantele las izquierdas (PSOE, IU), si es
que lo consigue, tendrá el camino expedito y tendrá que ser Europa la que
rectifique sus excesos, mucho más fundados en el rigor de las vidas de los
ciudadanos que en las posibilidades reales. Se trata de un irresponsable que
busca votos a cualquier precio, incluso los votos que proceden de la
desesperación. Para él importan los votos mucho más que las políticas a
desarrollar: el poder importa más que el Gobierno.
Albert Rivera es oportunista, lo cual no es bueno ni malo. El
descrédito de la vieja derecha, acuciada por una corrupción galopante y
enfermiza, le abrió un hueco amplio que ha ocupado con naturalidad. Le basta
con no mezclarse demasiado con el PP, ni en sus estrategias ni en sus
políticas. Igualmente enarbola su parte de protagonismo en la consecución del
acuerdo con el PSOE, basado en un programa centrista, reformador y pragmático.
No se puede avanzar más, porque lo urgente es lo posible,
aunque no sea lo definitivo. Las nuevas Elecciones de junio no depararán
resultados muy diferentes a los del 20D, pero su lectura ha de hacerse de forma
muy diferente, porque la provisionalidad de un Gobierno derrotado, como es el
de Rajoy, siempre es menos eficaz que la estabilidad de un Gobierno definitivo
que se base en acuerdos, cesiones y renuncias, sean del cariz que sean.
Todo esto sería más fácil si Pablo Iglesias el Intransigente
(y Acomplejado) “se cortara la coleta”… ¡Ya me entendéis!
Fdo. JOSU MONTALBAN