EL HAMBRE
COMO ARMA DE
DESTRUCCIÓN MASIVA
En más de cincuenta años el
hambre no sólo no ha disminuido sino que ha aumentado considerablemente, y lo
peor es que en los últimos años el crecimiento de las cifras del hambre es ya
insoportable. En la última reunión de la
FAO tampoco se tomó ninguna determinación importante. Estaba
claro que una Cumbre abierta solemnemente por el fascista Berlusconi no podría
generar resultados favorables para la mitigación del hambre. Ningún otro líder
importante estuvo en la Cumbre ,
salvo Lula, que se ha convertido en la voz de los hambrientos, de los parias de
la Tierra. Pero ,
como suele ocurrir cuando se reúnen los poderosos, al final ha de surgir un
documento que resuma los logros, en este caso cinco que no obligan a nada ni a
nadie. . El único valor de tal resolución se reduce a la llamada a las
conciencias de quienes suelen reunirse para mostrar al Mundo sus fortalezas:
los famosos grupos G (G-5, G-7, G-8 ó G-20).
Se han comprometido a Invertir, a
Asegurar, a Garantizar y a Fomentar. Todo ello sin un solo compromiso concreto
basado en cifras. Hablan de “invertir” en planes nacionales que financien
programas; de “fomentar” la coordinación de todos los planes para conseguir una
mejor asignación de recursos; de “fomentar” un planteamiento dual que permita
la lucha inmediata contra el hombre y su sostenibilidad; de “asegurar” un papel
importante del sistema multilateral para aumentar su eficacia; de “garantizar”
el compromiso de todos los Estados. Todas las medidas son eficaces para
sensibilizar, pero no para luchar directamente contra el problema del hambre,
un problema que se ciñe a la cifra de hambrientos y a la evolución de dichas
cifras.
Hoy son 1020 los millones de
personas que sufren hambre crónica, exactamente un 25% más que las que la
padecían hace tres años, y 170 millones más que las que la padecían hace un
año. Cada seis segundos muere un niño a causa de su alimentación escasa y
defectuosa. Este tipo de nutrición defectuosa hace que mueran tres millones de
niños en el Mundo, en donde un tercio de ellos sufren malnutrición crónica. El
futuro no resulta halagüeño, pues se espera que en las dos próximas décadas
pudieran añadirse 200 millones de personas a la cifra de los hambrientos.
Resulta sobrecogedor que durante los tres días que duró la Cumbre de la FAO murieron más de 25.000
niños por la malnutrición y sus consecuencias. ¿No son suficientes estas cifras
para exigir a los líderes mundiales compromisos reales y no sólo deseos e
intenciones? Pero no estaban allí para comprometerse.
Allí solo se alzó la voz de Lula
da Silva. Este rudo Presidente de Brasil ya mostró su inquietud recién llegado
a la Presidencia
de su país, que no ocupaba un lugar demasiado importante en el Mapa del Hambre.
En el año 2003 puso en vigor el Programa Hambre Cero que ha conseguido que
disminuya en un 70% el número de personas desnutridas en Brasil, y que la
mortalidad infantil haya decrecido en un 45%. Y, dado que no tuvo dudas en
asumir que accedía a presidir un país con un porcentaje considerable de
hambrientos, tampoco ha dudado en afirmar que el hambre es “la más terrible
arma de destrucción masiva del Planeta”. Ni dudó en llamar la atención a
quienes, desde su misma responsabilidad en otros países, muestran una flagrante
insensibilidad: “Frente a la amenaza de un colapso financiero internacional,
causado por la especulación irresponsable y por la omisión de los Estados en la
regulación y la fiscalización del sistema, los líderes mundiales no han dudado
en gastar cientos de cientos de billones de dólares para salvar la caída de los
bancos. Con menos de la mitad de esos recursos, sería posible erradicar el hambre
del mundo. La lucha contra el hambre sigue prácticamente al margen de la acción
de los gobiernos…Muchos parecen haber perdido la capacidad de indignarse con el
sufrimiento tan lejano de su realidad y experiencia de vida. Pero los que
ignoran o niegan ese derecho, terminan
por perder su propia humanidad”.
Hubo algunas otras voces
discordantes, empezando por la del presidente paraguayo que denunció “cómo las
políticas agrícolas internacionales basadas en la liberalización sin control de
la agricultura han convertido a países en desarrollo de exportadores a
importadores de alimentos”. O el representante argentino Lorenzo Basso, que
pidió transparencia en el comercio agrícola. Más aún, el ex relator de la
ONU Jean Ziegler criticó las conclusiones
que consideró como “la victoria de las grandes empresas que controlan cerca del 80% del comercio
agrícola del Mundo”. En el mismo sentido criticó a la Unión Europea que provoca una
competencia desleal mediante sus subsidios agrícolas y emplea biocarburantes en
su proceso productivo. Ziegler mostró gran contundencia cuando valoró la
gestión de la ONU
en su conjunto mediante la crítica a su secretario general Ban Ki-moon, a quien
considera servil con los deseos de EEUU y condescendiente con las grandes
empresas multinacionales a las que “no molestó con ninguna de sus
recomendaciones”.
Si la FAO fue creada en 1945 fue
porque, ya entonces, la amenaza era visible, pero da la impresión de que la ONU fue, y es, en sí misma una
Organización tendente a desviar las responsabilidades inherentes al ejercicio
de los Gobiernos nacionales en la consecución de un Mundo más equilibrado, más
igualitario y más justo. El hambre vive instalada en países y áreas geográficas
que vivieron colonizadas hasta hace escasamente un siglo. En manos de los países más poderosos del
Planeta, actualmente englobados en el G-8, en cuyas Cumbres compiten por mostrar sus supremacías, fueron
abandonados en manos de sátrapas, hábilmente apoyados y dirigidos desde las
grandes multinacionales, tan cercanas al cielo
al que tocan desde sus lujosas sedes ubicadas en los rascacielos de
Washington, de Nueva York, de Londres, de Tokio, o de cualquier otro centro
neurálgico creado con la única inquietud de lograr dichas supremacías. Estaba
claro que el desarrollo del Mundo, basado en un crecimiento sin límites, iba a
fundamentarse en dos evidencias: el deterioro medioambiental que tiene su
muestra más evidente en el Cambio Climático y el deterioro social que tiene su
muestra en la existencia de una población mundial demográficamente mal
distribuida, desequilibrada y dual, que obliga a sustentar el bienestar de unos
pocos en la desgracia fatal de muchos.
Estamos en el 2010 y da la
impresión de que el Mundo evoluciona favorablemente, sobre todo en esa parte de
la Humanidad
que se dice desarrollada, pero que solo da cobijo a bastante menos de la mitad
de los humanos. Si en 1945 surgió la
FAO como una llamada de atención frente a la insostenibilidad
del sistema y los riesgos de que el desarrollismo ilimitado se convirtieran en
hambre y muertes innecesarias, en 1972 el Universe Books, un grupo elitista
ubicado en Nueva York elaboró un estudio que pretendía desde su mismo título
advertir que el crecimiento no podía ser ilimitado y establecía una serie de
parámetros que culminaban en un diagnóstico certero que llamaba la atención a
quienes, mediante sistemas económicos y de gobierno peligrosos “deterioraban la
calidad y dirección de nuestras vidas”.
Aquel Informe, además de contener
conclusiones y advertencias bien fundadas, partía de un presupuesto que es
igualmente válido en nuestros días: “La Humanidad posee hoy la más poderosa combinación
de conocimientos, instrumentos y recursos de todos los tiempos. Tiene todo lo
que es físicamente necesario para crear una forma de sociedad humana
completamente nueva…pero para ello es necesario una visión prospectiva y una
firme voluntad”. ¿No cabe afirmar esto mismo ahora? Incluso hoy la Humanidad dispone de un
mayor bagaje, no tanto basado en los éxitos cosechados como en los fracasos
sufridos, pero su visión prospectiva debe ser ahora más rica, y su voluntad de
rectificación más firme a tenor de que la amenaza es mucho más manifiesta. Han
sido decepcionantes las conclusiones de la Cumbre del Cambio Climático, también en lo
concerniente a la lucha contra el Hambre, en la medida en que la preservación
del medio natural tiene que permitir su disposición al servicio de la
producción de alimentos sanos y el desarrollo de las áreas rurales, que
constituyen auténticos pulmones del Planeta, en las que habitan la gran mayoría
de los hambrientos del Mundo.
Nada será posible si la Economía no cede ante la Política. Si las Organizaciones
en las que los Estados delegan buena parte de sus responsabilidades, en pro de
una mejor gobernanza mundial, se entregan a los auténticos fines para los que
fueron creadas, es posible virar el equivocado rumbo de la nave. Bueno es que
mentes lúcidas, como la de Mayor Zaragoza, tercien en el encarnizado debate:
“La nueva Economía deberá basarse en reducir el gasto en armamento y en atender
la producción de alimentos (agricultura, acuicultura, biotecnología), porque la
calidad de vida depende de la nutrición , el agua, la salud, las fuentes
energéticas, el respeto al medio ambiente, la educación, el transporte y la
paz”. La propuesta de Mayor incide en combatir el hambre y en que los
hambrientos de hoy, alejados del riesgo de morir por ello, vivan mejor.
FDO. JOSU MONTALBAN