domingo, 11 de marzo de 2012



EL  HAMBRE  COMO  ARMA  DE  DESTRUCCIÓN  MASIVA



La Cumbre de Copenhague sobre el Cambio Climático, que se celebró en el mes de Diciembre, cosechó un fracaso más, no tanto porque se retrocediera o no se avanzara nada, sino porque el avance fue mínimo y no satisfizo las expectativas. Apenas dos meses antes se celebró otra Cumbre en Italia, tan importante como la celebrada en Copenhague. La Cumbre de la FAO se celebró en Italia y tampoco cosechó avances importantes. La FAO es la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, que fue creada el 16 de Octubre de 1945 en Quebec. Desde luego no es una organización menor porque el Hambre constituye actualmente una amenaza para la Humanidad, no sólo porque arriesga su misma subsistencia sino porque degrada e impide la dignidad del Género Humano. Y no es una Organización menor porque pertenecen a ella 189 Estados del Mundo, además de la Unión Europea y las Islas Feroe.

En más de cincuenta años el hambre no sólo no ha disminuido sino que ha aumentado considerablemente, y lo peor es que en los últimos años el crecimiento de las cifras del hambre es ya insoportable. En la última reunión de la FAO tampoco se tomó ninguna determinación importante. Estaba claro que una Cumbre abierta solemnemente por el fascista Berlusconi no podría generar resultados favorables para la mitigación del hambre. Ningún otro líder importante estuvo en la Cumbre, salvo Lula, que se ha convertido en la voz de los hambrientos, de los parias de la Tierra. Pero, como suele ocurrir cuando se reúnen los poderosos, al final ha de surgir un documento que resuma los logros, en este caso cinco que no obligan a nada ni a nadie. . El único valor de tal resolución se reduce a la llamada a las conciencias de quienes suelen reunirse para mostrar al Mundo sus fortalezas: los famosos grupos G (G-5, G-7, G-8 ó G-20).

Se han comprometido a Invertir, a Asegurar, a Garantizar y a Fomentar. Todo ello sin un solo compromiso concreto basado en cifras. Hablan de “invertir” en planes nacionales que financien programas; de “fomentar” la coordinación de todos los planes para conseguir una mejor asignación de recursos; de “fomentar” un planteamiento dual que permita la lucha inmediata contra el hombre y su sostenibilidad; de “asegurar” un papel importante del sistema multilateral para aumentar su eficacia; de “garantizar” el compromiso de todos los Estados. Todas las medidas son eficaces para sensibilizar, pero no para luchar directamente contra el problema del hambre, un problema que se ciñe a la cifra de hambrientos y a la evolución de dichas cifras.

Hoy son 1020 los millones de personas que sufren hambre crónica, exactamente un 25% más que las que la padecían hace tres años, y 170 millones más que las que la padecían hace un año. Cada seis segundos muere un niño a causa de su alimentación escasa y defectuosa. Este tipo de nutrición defectuosa hace que mueran tres millones de niños en el Mundo, en donde un tercio de ellos sufren malnutrición crónica. El futuro no resulta halagüeño, pues se espera que en las dos próximas décadas pudieran añadirse 200 millones de personas a la cifra de los hambrientos. Resulta sobrecogedor que durante los tres días que duró la Cumbre de la FAO murieron más de 25.000 niños por la malnutrición y sus consecuencias. ¿No son suficientes estas cifras para exigir a los líderes mundiales compromisos reales y no sólo deseos e intenciones? Pero no estaban allí para comprometerse.

Allí solo se alzó la voz de Lula da Silva. Este rudo Presidente de Brasil ya mostró su inquietud recién llegado a la Presidencia de su país, que no ocupaba un lugar demasiado importante en el Mapa del Hambre. En el año 2003 puso en vigor el Programa Hambre Cero que ha conseguido que disminuya en un 70% el número de personas desnutridas en Brasil, y que la mortalidad infantil haya decrecido en un 45%. Y, dado que no tuvo dudas en asumir que accedía a presidir un país con un porcentaje considerable de hambrientos, tampoco ha dudado en afirmar que el hambre es “la más terrible arma de destrucción masiva del Planeta”. Ni dudó en llamar la atención a quienes, desde su misma responsabilidad en otros países, muestran una flagrante insensibilidad: “Frente a la amenaza de un colapso financiero internacional, causado por la especulación irresponsable y por la omisión de los Estados en la regulación y la fiscalización del sistema, los líderes mundiales no han dudado en gastar cientos de cientos de billones de dólares para salvar la caída de los bancos. Con menos de la mitad de esos recursos, sería posible erradicar el hambre del mundo. La lucha contra el hambre sigue prácticamente al margen de la acción de los gobiernos…Muchos parecen haber perdido la capacidad de indignarse con el sufrimiento tan lejano de su realidad y experiencia de vida. Pero los que ignoran  o niegan ese derecho, terminan por perder su propia humanidad”.

Hubo algunas otras voces discordantes, empezando por la del presidente paraguayo que denunció “cómo las políticas agrícolas internacionales basadas en la liberalización sin control de la agricultura han convertido a países en desarrollo de exportadores a importadores de alimentos”. O el representante argentino Lorenzo Basso, que pidió transparencia en el comercio agrícola. Más aún, el ex relator de la ONU Jean Ziegler criticó las conclusiones que consideró como “la victoria de las grandes empresas  que controlan cerca del 80% del comercio agrícola del Mundo”. En el mismo sentido criticó a la Unión Europea que provoca una competencia desleal mediante sus subsidios agrícolas y emplea biocarburantes en su proceso productivo. Ziegler mostró gran contundencia cuando valoró la gestión de la ONU en su conjunto mediante la crítica a su secretario general Ban Ki-moon, a quien considera servil con los deseos de EEUU y condescendiente con las grandes empresas multinacionales a las que “no molestó con ninguna de sus recomendaciones”.

Si la FAO fue creada en 1945 fue porque, ya entonces, la amenaza era visible, pero da la impresión de que la ONU fue, y es, en sí misma una Organización tendente a desviar las responsabilidades inherentes al ejercicio de los Gobiernos nacionales en la consecución de un Mundo más equilibrado, más igualitario y más justo. El hambre vive instalada en países y áreas geográficas que vivieron colonizadas hasta hace escasamente un siglo.  En manos de los países más poderosos del Planeta, actualmente englobados en el G-8, en cuyas Cumbres compiten  por mostrar sus supremacías, fueron abandonados en manos de sátrapas, hábilmente apoyados y dirigidos desde las grandes multinacionales, tan cercanas al cielo  al que tocan desde sus lujosas sedes ubicadas en los rascacielos de Washington, de Nueva York, de Londres, de Tokio, o de cualquier otro centro neurálgico creado con la única inquietud de lograr dichas supremacías. Estaba claro que el desarrollo del Mundo, basado en un crecimiento sin límites, iba a fundamentarse en dos evidencias: el deterioro medioambiental que tiene su muestra más evidente en el Cambio Climático y el deterioro social que tiene su muestra en la existencia de una población mundial demográficamente mal distribuida, desequilibrada y dual, que obliga a sustentar el bienestar de unos pocos en la desgracia fatal de muchos.

Estamos en el 2010 y da la impresión de que el Mundo evoluciona favorablemente, sobre todo en esa parte de la Humanidad que se dice desarrollada, pero que solo da cobijo a bastante menos de la mitad de los humanos. Si en 1945 surgió la FAO como una llamada de atención frente a la insostenibilidad del sistema y los riesgos de que el desarrollismo ilimitado se convirtieran en hambre y muertes innecesarias, en 1972 el Universe Books, un grupo elitista ubicado en Nueva York elaboró un estudio que pretendía desde su mismo título advertir que el crecimiento no podía ser ilimitado y establecía una serie de parámetros que culminaban en un diagnóstico certero que llamaba la atención a quienes, mediante sistemas económicos y de gobierno peligrosos “deterioraban la calidad y dirección de nuestras vidas”.

Aquel Informe, además de contener conclusiones y advertencias bien fundadas, partía de un presupuesto que es igualmente válido en nuestros días: “La Humanidad posee hoy la más poderosa combinación de conocimientos, instrumentos y recursos de todos los tiempos. Tiene todo lo que es físicamente necesario para crear una forma de sociedad humana completamente nueva…pero para ello es necesario una visión prospectiva y una firme voluntad”. ¿No cabe afirmar esto mismo ahora? Incluso hoy la Humanidad dispone de un mayor bagaje, no tanto basado en los éxitos cosechados como en los fracasos sufridos, pero su visión prospectiva debe ser ahora más rica, y su voluntad de rectificación más firme a tenor de que la amenaza es mucho más manifiesta. Han sido decepcionantes las conclusiones de la Cumbre del Cambio Climático, también en lo concerniente a la lucha contra el Hambre, en la medida en que la preservación del medio natural tiene que permitir su disposición al servicio de la producción de alimentos sanos y el desarrollo de las áreas rurales, que constituyen auténticos pulmones del Planeta, en las que habitan la gran mayoría de los hambrientos del Mundo.

Nada será posible si la Economía no cede ante la Política. Si las Organizaciones en las que los Estados delegan buena parte de sus responsabilidades, en pro de una mejor gobernanza mundial, se entregan a los auténticos fines para los que fueron creadas, es posible virar el equivocado rumbo de la nave. Bueno es que mentes lúcidas, como la de Mayor Zaragoza, tercien en el encarnizado debate: “La nueva Economía deberá basarse en reducir el gasto en armamento y en atender la producción de alimentos (agricultura, acuicultura, biotecnología), porque la calidad de vida depende de la nutrición , el agua, la salud, las fuentes energéticas, el respeto al medio ambiente, la educación, el transporte y la paz”. La propuesta de Mayor incide en combatir el hambre y en que los hambrientos de hoy, alejados del riesgo de morir por ello, vivan mejor.

FDO.  JOSU MONTALBAN