miércoles, 18 de mayo de 2016

¡AQUÍ NO HA PASADO NADA! (El Correo, 18 - 05 - 2016)


¡AQUÍ NO HA PASADO NADA!

Uno de los importantes valores que guardan las fiestas navideñas es que desentierran a los muertos y recuerdan a los olvidados. En medio de la Cena, más o menos apetitosa, se recuerda a los familiares fallecidos durante el año y se trae a la memoria a quienes han tenido que marchar y no están presentes en la reunión familiar. Si, además, los ausentes no están por haber sufrido un accidente o por haber sido asesinados, el hecho se hace más doloroso aún. En nuestra Euskadi esta sensación se produce en otras muchas ocasiones. Cada vez que se celebra el aniversario de alguno de los numerosísimos atentados mortales que ETA ha venido protagonizando , se repite la terrible escena: una viuda que deposita un ramo de flores al pie de un monolito que recuerda al asesinado, o un hijo o una hija que hacen lo mismo, poniendo énfasis en el dolor y en el deseo de que nada se repita. La viuda del asesinado López de Lacalle ha dicho recientemente que “hay que pasar página, pero leyendo hasta la última palabra de lo que nos ha tocado vivir, de lo que estamos viendo”.
Estas palabras tancerteras son aceptables en la boca de la viuda de López de Lacalle, pero son miserables en la boca de los presos de ETA (al menos de los que nunca han mostrado un ápice de arrepentimiento), o de los dirigentes de la Izquierda Abertzale, que andan autoinculpándose a cambio de rehuir la cárcel. Yo no he padecido nunca penas de cárcel, aunque sí he estado dentro de ellas en algunas celebraciones de los reclusos cuando yo era Diputado de Bienestar Social. Vivir en la cárcel es malvivir, porque el hábitat se te reduce tanto y tu culpabilidad se amplía tanto, que la posible felicidad a la que todos aspiramos se muestra como una conquista imposible. Hace algún tiempo los reclusos etarras eran vitoreados por sus cobardes cómplices en la misma puerta de las prisiones cuando los asesinos accedían a ellas con el puño en alto. Incluso, en un alarde de desvergüenza y de cinismo, la propia Izquierda Abertzale colocaba al frente de sus listas electorales a presos que soportaban años y años de condena por matar a sus semejantes. Ahora no. Ahora los líderes abertzales huyen del castigo aunque para ello precisen asentir pertenencia a bandas de malhechores y asesinos, como es ETA.
No entiendo casi nada. Los excesivamente “valientes” de antaño (nuestros liberadores) se han vuelto pacatos y cobardes de repente. ¡Dan vergüenza! Si no fuera porque la paz es tan imprescindible darían ganas de convocar manifestaciones multitudinarias, -como por ejemplo las que tuvieron lugar cuando fue asesinado Miguel Angel Blanco (por nombrar a uno de los asesinados)-, para vocear en sus oídos sus miserias éticas y morales, en cualquier caso serían mucho más lógicos los gritos que aquellos de “ETA mátalos” con los que ellos salían a tapar las calles.
El último episodio en que el dirigente de Sortu, -nombre pseudocivilizado de Herri Batasuna-, Hasier Arraiz ha hecho afirmaciones que solo han respondido a su intento de evitar la cárcel , tales no pueden ser aceptadas por ningún vasco decente y demócrata. Ha dicho que actuó “complementando y de forma coordinada con ETA, para conseguir la independencia de Euskal Herria mediante la violencia… La paz es una condición ética”. Y lo ha dicho tras aceptar su pertenencia a ETA y proponer que su autoinculpación pueda ser usada para “resarcir a las víctimas”. ¿No es propio de un miserable que esta declaración no le lleve a convocar un acto público en que pida perdón de forma solemne y comprometida a las víctimas y a quienes fuimos posibles víctimas? Además, resulta vergonzoso, y propio de mezquinos, el hecho de haber participado en una escueta manifestación ante el Palacio de Justicia para apoyar a los asesinos presos de la banda terrorista.
No caben los espacios intermedios ni los pronunciamientos tenues. Si, como refleja el estudio realizado en el panorama universitario de Euskadi (UPV, Deusto y Mondragón) nuestros jóvenes no recuerdan nada, o muy poco, de lo que ocurrió, es porque la existencia de ETA se considera tan abominable que no se le quiere dar el más mínimo aliento. Y porque los presos etarras han perdido todo el componente épico que se aceptó durante los inicios para los etarras que actuaron contra el franquismo. Lo evidente ha sido que la sociedad vasca, en la que incluyo a gente de la misma Izquierda Abertzale, no acepta la violencia bajo ninguna disculpa, y considera que los presos etarras son delincuentes comunes, ladrones y asesinos, que deben permanecer en las cárceles tanto tiempo como la Legislación contemple, medidas remisoras incluidas.
Lo que yo reclamo a la Izquierda Abertzale es entereza y valentía. Que alguien como Arraiz, que ha sido llamado por su partido para liderar la estructura interna de la coalición abertzale, se haya bajado los pantalones sin haber pedido perdón ni haber condenado de forma categórica el cáncer que supuso ETA, echa por tierra cualquiera de los pronunciamientos de quienes, como Egibar y Urízar, han considerado a Arraiz, en el Parlamento Vasco, “un interlocutor válido y necesario para consolidar un tiempo político nuevo”. Más o menos, es considerado un “hombre de paz”, como también se dijo de Otegi. Tal vez lo sea, pero le falta ética para serlo, y le falta valentía. Del mismo modo que resulta difícil de entender que el PNV se preste a tales componendas.
No solo Egibar ha redimido a Hasier Arraiz, también lo hizo Ortúzar que acudió en busca de la foto a saludar y abrazar a Arraiz, justamente ante el Palacio de Justicia, bien cerquita de la casa de Sabino.


Fdo. JOSU MONTALBAN