¡AQUÍ NO HA PASADO NADA!
Uno de los importantes valores que guardan las fiestas
navideñas es que desentierran a los muertos y recuerdan a los olvidados. En
medio de la Cena, más o menos apetitosa, se recuerda a los familiares
fallecidos durante el año y se trae a la memoria a quienes han tenido que
marchar y no están presentes en la reunión familiar. Si, además, los ausentes
no están por haber sufrido un accidente o por haber sido asesinados, el hecho
se hace más doloroso aún. En nuestra Euskadi esta sensación se produce en otras
muchas ocasiones. Cada vez que se celebra el aniversario de alguno de los
numerosísimos atentados mortales que ETA ha venido protagonizando , se repite
la terrible escena: una viuda que deposita un ramo de flores al pie de un
monolito que recuerda al asesinado, o un hijo o una hija que hacen lo mismo,
poniendo énfasis en el dolor y en el deseo de que nada se repita. La viuda del
asesinado López de Lacalle ha dicho recientemente que “hay que pasar página,
pero leyendo hasta la última palabra de lo que nos ha tocado vivir, de lo que
estamos viendo”.
Estas palabras tancerteras son aceptables en la boca de la
viuda de López de Lacalle, pero son miserables en la boca de los presos de ETA
(al menos de los que nunca han mostrado un ápice de arrepentimiento), o de los
dirigentes de la Izquierda Abertzale, que andan autoinculpándose a cambio de
rehuir la cárcel. Yo no he padecido nunca penas de cárcel, aunque sí he estado
dentro de ellas en algunas celebraciones de los reclusos cuando yo era Diputado
de Bienestar Social. Vivir en la cárcel es malvivir, porque el hábitat se te
reduce tanto y tu culpabilidad se amplía tanto, que la posible felicidad a la
que todos aspiramos se muestra como una conquista imposible. Hace algún tiempo
los reclusos etarras eran vitoreados por sus cobardes cómplices en la misma
puerta de las prisiones cuando los asesinos accedían a ellas con el puño en
alto. Incluso, en un alarde de desvergüenza y de cinismo, la propia Izquierda
Abertzale colocaba al frente de sus listas electorales a presos que soportaban
años y años de condena por matar a sus semejantes. Ahora no. Ahora los líderes
abertzales huyen del castigo aunque para ello precisen asentir pertenencia a
bandas de malhechores y asesinos, como es ETA.
No entiendo casi nada. Los excesivamente “valientes” de
antaño (nuestros liberadores) se han vuelto pacatos y cobardes de repente. ¡Dan
vergüenza! Si no fuera porque la paz es tan imprescindible darían ganas de
convocar manifestaciones multitudinarias, -como por ejemplo las que tuvieron
lugar cuando fue asesinado Miguel Angel Blanco (por nombrar a uno de los
asesinados)-, para vocear en sus oídos sus miserias éticas y morales, en
cualquier caso serían mucho más lógicos los gritos que aquellos de “ETA
mátalos” con los que ellos salían a tapar las calles.
El último episodio en que el dirigente de Sortu, -nombre
pseudocivilizado de Herri Batasuna-, Hasier Arraiz ha hecho afirmaciones que
solo han respondido a su intento de evitar la cárcel , tales no pueden ser
aceptadas por ningún vasco decente y demócrata. Ha dicho que actuó
“complementando y de forma coordinada con ETA, para conseguir la independencia
de Euskal Herria mediante la violencia… La paz es una condición ética”. Y lo ha
dicho tras aceptar su pertenencia a ETA y proponer que su autoinculpación pueda
ser usada para “resarcir a las víctimas”. ¿No es propio de un miserable que
esta declaración no le lleve a convocar un acto público en que pida perdón de
forma solemne y comprometida a las víctimas y a quienes fuimos posibles
víctimas? Además, resulta vergonzoso, y propio de mezquinos, el hecho de haber
participado en una escueta manifestación ante el Palacio de Justicia para
apoyar a los asesinos presos de la banda terrorista.
No caben los espacios intermedios ni los pronunciamientos
tenues. Si, como refleja el estudio realizado en el panorama universitario de
Euskadi (UPV, Deusto y Mondragón) nuestros jóvenes no recuerdan nada, o muy
poco, de lo que ocurrió, es porque la existencia de ETA se considera tan
abominable que no se le quiere dar el más mínimo aliento. Y porque los presos
etarras han perdido todo el componente épico que se aceptó durante los inicios
para los etarras que actuaron contra el franquismo. Lo evidente ha sido que la
sociedad vasca, en la que incluyo a gente de la misma Izquierda Abertzale, no
acepta la violencia bajo ninguna disculpa, y considera que los presos etarras
son delincuentes comunes, ladrones y asesinos, que deben permanecer en las
cárceles tanto tiempo como la Legislación contemple, medidas remisoras
incluidas.
Lo que yo reclamo a la Izquierda Abertzale es entereza y
valentía. Que alguien como Arraiz, que ha sido llamado por su partido para
liderar la estructura interna de la coalición abertzale, se haya bajado los
pantalones sin haber pedido perdón ni haber condenado de forma categórica el
cáncer que supuso ETA, echa por tierra cualquiera de los pronunciamientos de
quienes, como Egibar y Urízar, han considerado a Arraiz, en el Parlamento
Vasco, “un interlocutor válido y necesario para consolidar un tiempo político nuevo”.
Más o menos, es considerado un “hombre de paz”, como también se dijo de Otegi.
Tal vez lo sea, pero le falta ética para serlo, y le falta valentía. Del mismo
modo que resulta difícil de entender que el PNV se preste a tales componendas.
No solo Egibar ha redimido a Hasier Arraiz, también lo hizo
Ortúzar que acudió en busca de la foto a saludar y abrazar a Arraiz, justamente
ante el Palacio de Justicia, bien cerquita de la casa de Sabino.
Fdo. JOSU MONTALBAN