EL CHOQUE GENERACIONAL EN LA
POLÍTICA ACTUAL
Debe ser consecuencia del
“choque generacional”, que es una forma de ver el conflicto que se produce
entre personas de edad muy diferente, que tienen modos diferentes de abordar
los problemas y resolver las situaciones complicadas. Lo cierto es que desde el
20D viene produciéndose en España un choque que algunos tildan de generacional,
pero que tiene características muy diferentes de las derivadas de una reacción
rebelde de los jóvenes contra los viejos. El término “casta” con el que se ha
pretendido desacreditar a los más viejos no ha servido para distinguir a unos
de otros, porque los jóvenes actuales no son más audaces que los viejos,
mientras que estos son más útiles por ser más experimentados, para la vida y
para la Política.
Da la impresión de que el
relevo generacional que parece haberse adueñado del mapa políticos español está
sirviendo para muy poco. Los líderes de tres de las cuatro formaciones más
votadas en España pueden ser considerados jóvenes (emergentes), pero los
españoles han preferido depositar su confianza en mayor medida en el “viejo”
–Rajoy- ante la impotencia e inutilidad de los tres “jóvenes”, que fueron
incapaces de acordar una alternativa, principalmente por la intransigencia del
soberbio Pablo Iglesias (Turrión, que no Posse). Desde el 26J los mismos
protagonistas, en muy parecidas condiciones, porfían por el mismo objetivo pero
muestran además las mismas inclinaciones. Ni la difícil situación provocada por
los resultados electorales ajustados, ni la opinión pública que se incline por
algún acuerdo para evitar unas nuevas elecciones, que harían que el periodo sin
un gobierno estable en España fuera superior a un año, han modificado realmente
la actitud de los líderes. La desidia de Rajoy, que no ofrece cambios
programáticos para forzar aproximaciones, la tozudez de Pedro Sánchez, y la
intransigente soberbia de Iglesias, han vuelto a ser la seña de lo que nos
ocurre. Sólo Rivera ha dado un saltito en dirección diferente.
Lo malo de esta situación es
que esta incapacidad para llegar a acuerdos solventes se hace en nombre de unas
ideologías basadas en leves reformas y escandalosas propuestas populistas que
solo buscan acercar votos a los líderes y sus formaciones en los procesos
electorales. Cuando los ciudadanos temen caer en el pozo de la pobreza se les
muestra la abundancia como si fuera fácil de alcanzar, pero los números que se
esgrimen para ofrecerles ese nuevo futuro no están calculados con el necesario
rigor. Los líderes ponen más interés en producir impactos que en conseguir
metas fiables, porque los impactos les producen efectos inmediatos mientras que
las metas resultan mucho más difíciles de conseguir. El choque generacional que
afecta ahora a la Política española participa de esta disyuntiva. Los líderes
de la famosa “casta” buscan una estabilidad que los nuevos desprecian, sin
embargo estos nuevos viven entregados a la lucha por conquistar el poder, como
buscan los charlatanes de feria que a base de verborrea y engaños sutiles compren
sus productos los caminantes despistados.
En el actual debate, en
busca de un Gobierno posible, ahora que no cabe ningún juego de números que
permita constituir un Gobierno de derechas o de izquierdas puro, los jóvenes
están siendo muy poco valientes y, sobre todo, nada imaginativos. Su miedo les
lleva a recalcar sus carencias como si se tratara de un mecanismo de defensa
sicológico. Dicen ellos que acordar con el diferente puede llevar aparejada una
traición a sus electores. No digo que no pueda ser así en algunos casos, pero
en el momento que nos ocupa la necesidad del acuerdo es virtud, y los
ciudadanos de todas las ideologías piden a gritos un acuerdo razonable que
evite unas nuevas elecciones, las terceras, que tampoco resolverán nada y, en
todo caso, dejarán a las izquierdas algo más diezmadas que lo que ya están.
Bueno será que los “jóvenes”
Sánchez e Iglesias hagan caso a los políticos “viejos” y experimentados.
Alfonso Guerra ha adelantado una reflexión, que es de Perogrullo pero resulta
muy procedente, dirigida a todos los líderes principalmente al líder socialista
Pedro Sánchez: “Es contradictorio votar no y decir que no se quieren otras
elecciones”. La consecuencia de los “noes” generalizados serán las nuevas
elecciones, porque no hay ninguna mezcla de números que alcance los 176
escaños.
Y Manuela Carmena, la
alcaldesa de Madrid, también ha sido contundente al valorar el comportamiento
de la izquierda tras el 20D: “La izquierda dio una imagen de poca flexibilidad,
de poca capacidad de negociación… Y la negociación es un símbolo de
inteligencia”. Bien se ve que se dirigía principalmente a Pablo Iglesias y a
Podemos, con los que se muestra muy contundente en la misma entrevista: “Por
supuesto, no soy de Podemos… No tengo ninguna vinculación con Pablo Iglesias…
Ni contactos”.
¿Alfonso Guerra y Manuela
Carmena son de la casta?
Fdo. JOSU
MONTALBAN