¿QUIÉN SE BAJARÁ DEL BURRO?
Tras las Elecciones del 26J, que han deparado unos resultados
igual de enrevesados y difíciles de administrar que los del 20D, solo me cabe
una pregunta: ¿quién se bajará del burro? Parece evidente que los números, por
sí solos, no dan para alcanzar los 176 escaños necesarios para gobernar con
cierta holgura. Y es igualmente evidente, a tenor de las declaraciones de los
líderes políticos, que nadie ha modificado sus posiciones e intenciones desde
el 21 de Diciembre. Peor aún, los catorce escaños que el PP ha añadido a su
cuenta en esta ocasión lo complican aún más, porque el PP y Rajoy aún siguen
siendo una versión política del “llanero solitario”, incapaz de llegar a
acuerdos con nadie, por inutilidad propia o por intransigencia ajena. A su vez
los catorce escaños conquistados por el PP han sido despojados de otras manos,
de otras formaciones, que los necesitaban apremiantemente para cuadrar las
cuentas de la mayoría necesaria. Ahora mismo Ciudadanos no acepta al PP, al menos
no a Rajoy; Podemos no acepta a Ciudadanos; los nacionalistas vascos o
catalanes tampoco aceptan acuerdos con Rajoy; Ciudadanos no parece querer nada
con los “independentistas” catalanes, que tampoco son santo de la devoción del
PSOE… Vamos, que el caos se ha adueñado del mapa político español de modo que
la solución no se atisba por ningún lado.
¿Quién se bajará del burro? ¿Quién echará el pie a tierra
para caminar al lado de los otros, para pasear compartiendo una sana
conversación, para cambiar pareceres y opiniones, y ofrecer a los ciudadanos
una imagen de concordia que es, ahora mismo, tan necesaria? Cualquiera de los
bastantes millones de españoles y españolas que asisten a esta jerigonza
protagonizada por los líderes, hábilmente administrada por los medios de
comunicación, corre el riesgo de caer en la esquizofrenia porque la
incoherencia a la hora de interpretar el comportamiento de los líderes es un
riesgo en el que es muy fácil tropezar. Por eso, alguien tiene que bajarse del
burro, porque el burro no resiste tanto peso y además su limitada mollera no le
alcanza para discernir entre todas las órdenes y encomiendas que recibe de
quienes van subidos sobre su lomo.
Lo cierto es que la tozudez de los números es incorregible, y
las matemáticas se muestran implacables: los 176 escaños necesarios para
conformar una mayoría precisan que los líderes abandonen su intransigencia e
inventen otras estrategias para influir en el Gobierno, sea desde él o desde la
oposición. Hay formas de lograrlo, sobre todo si se admite que el gobierno, -el
buen gobierno-, no siempre requiere del poder ostentado y ostentoso. Además, si
la Política es un arte vinculado al gobierno de los Estados y de las gentes que
forman parte de ellos, debemos convenir que no es el poder absoluto lo más
imprescindible, sino que hay situaciones como la actual en que es más
importante el “poder” colaborar o el “poder” influir, toda vez que el poder
absoluta ha sido negado a todos por la nobleza inalienable de las urnas.
Haría mal Rajoy si se empavonara por su éxito electoral, pero
harán mal los demás si, con la disculpa de entregarse a sus principios
inexpugnables, abandonan su deber como políticos que no es otro que poner sus
valores y experiencias al servicio de los ciudadanos, de todos los ciudadanos y
no sólo de los que han votado a cada cual. Hay líderes que aún no se han dado
cuenta de que la ideología y el programa electoral, que son tan importantes
hasta el momento en que se cuentan los votos, han de ceder su protagonismo a
otras prácticas igualmente nobles tras conocerse los resultados. La más
importante de tales prácticas es el acuerdo con los demás. Acordar con el
diferente solo es avenirse al entendimiento, aceptar que hay espacios
intermedios en los que las vidas se pueden compartir, y se deben compaginar.
Sólo eso, que no es poco. Por eso tras leer los resultados del 26J solo cabe
llegar a acuerdos solventes: el PP no debe obsesionarse con su éxito, y los
demás han de ocuparse en ejercer una oposición constructiva y útil. Abocarnos a
unas nuevas Elecciones supondría, en principio, un nuevo fracaso (el segundo)
que debería llevar aparejada alguna medida previa, por ejemplo, que las cuatro
fuerzas políticas sobre las que gira, preferentemente, cualquier acuerdo
deberían presentar cabezas de lista, es decir candidatos a Presidentes, nuevos,
toda vez que los fracasos se cobran víctimas en todas las facetas de la vida.
De modo que no queda otra solución que “bajarse del burro”,
que no se empecinen los líderes en serlo de sus intransigencias y se empeñen en
lograr un acuerdo que los ciudadanos interpreten como una llamada a la
concordia, a la colaboración y a la solidaridad entre todos. Ved, Amigos, lo
que significa “bajarse del burro”: “dar el brazo a torcer”, o “renunciar a uno
mismo y admitir el error”. En Política el hecho de dar el brazo a torcer no es
sinónimo de debilidad, sobre todo cuando hay señales, como pueden serlo los
resultados electorales repetidos, que lo piden a gritos. Ni es debilidad el
hecho de admitir los errores, al contrario, suele ocurrir que quien no admite
sus propios errores vive en un error permanente. Cabe interpretar los
resultados como una llamada a que España y los españoles sean gobernados
durante los próximos cuatro años desde la oposición, pero para eso es preciso
bajarse del burro.
FDO. JOSU MONTALBAN