PODEMOS NO
ES PABLO IGLESIAS
¿Para qué ha venido Pablo Iglesias a la Política?
¿A valorizarla o a anularla, a serenarla o a impacientarla?
Si la Política es el arte (actividad artística) de gobernar a los pueblos y a
sus gentes, Pablo Iglesias no debe ser un buen político, porque no se comporta
como un artista sino como un agitador. Su modus operandi está basado en la
tergiversación de los conceptos y sobre todo en la interpretación enrevesada de
los acontecimientos. Se trata de alguien dotado de una inteligencia
privilegiada, pero su voluntad es perversa, tanto que especula con el lenguaje
constantemente, y dirige sus mensajes a quienes están más expuestos a las
debilidades y los riesgos. No le gusta compartir espacios ni mensajes porque
actúa como los enviados, como los predestinados. Enrarece los ambientes porque
se desenvuelve mejor en medio de las sombras, o sumergido en la niebla, que a
plena luz. Pero a veces se equivoca, principalmente cuando lo que pretende y
persigue es equivocar a los demás. Su complejo de inferioridad choca
constantemente con esa forma de superioridad intelectual que emana de su
desparpajo desenfrenado y atrevido. Es, ahora mismo, el hándicap más importante
de Podemos, que es una formación política tan interesante como emergente, tan
necesaria como peligrosa. Diré por qué con un sencillo ejemplo.
Cuando Pablo Iglesias ha acudido a la entrevista con Mariano
Rajoy, previa a la sesión de investidura, su posición ha sido drástica e
inequívoca. “Entre Podemos y el PP no cabe acuerdo alguno”, ha sido la
conclusión. Esa misma posición la han mantenido otros y no es, para nada,
objetable. Lo que sí lo es es su comportamiento posterior, cuando en una rueda
posterior al encuentro, lejos de ceñirse a exponer las razones suyas, la
emprendió a mandobles contra el PSOE fundándose en impresiones de muy dudoso
fundamento, pero de muy malvada intención. Sin embargo su desatada lengua cayó
en flagrantes contradicciones y errores por su obstinación para desacreditar al
PSOE poniéndole entre la espada y la pared.
Primero marcó un terreno de juego engañoso. “Sánchez debe
elegir entre Rajoy, una alternativa de izquierda o terceras elecciones”, dijo.
Y erró porque ¿cuál es esa alternativa de izquierda que alcanza los 176 escaños
imprescindibles para el éxito en el empeño? Iglesias sabe que las terceras
elecciones, que él mismo ha juzgado como poco beneficiosas, solo pueden ser
evitadas con una abstención que permita gobernar al PP, como fuerza más votada,
o con un acuerdo PSOE-Podemos-C´s, de tipo reformista, que se proponga atajar
los problemas más acuciantes y urgentes, como la corrupción, la desigualdad, la
integración territorial española o la reforma constitucional, entre otras
cosas. Pero Iglesias no está dispuesto a nada porque solo persigue la destrucción
del PSOE, que traería consigo su conversión en el segundo en el litigio
electoral. Tal es su obstinación que no le valdría ninguna explicación del PSOE
si optara al fin por la abstención para evitar unas nuevas elecciones.
Iglesias ha dicho que “si el PSOE se abstiene se convertirá
en su socio (del PP)”, porque “en Política no es posible una cosa y su
contraria”. ¿En qué quedamos? ¿Acaso no cabían tres alternativas? ¿Cabe, entre
tres alternativas elegibles, reducirlas cuando le conviene en dos, una cosa y
la contraria? De modo que ya se ha arrogado el liderazgo de la oposición si
Sánchez se abstiene, aunque tal abstención vaya seguida del ejercicio de una
oposición parlamentaria meticulosa y exigente.
A Iglesias le tiene derrotado su ambición desmedida y
desatada. Intenta dar lecciones por todos los lugares por los que va: lo mismo
degrada al caído que se sube sobre los hombros del poderoso. Regala libros que,
casi seguro, no los ha leído él. Busca llamar la atención con apósitos
circunstanciales ya que no lo hace con componentes esenciales. Dice ser de
izquierdas aunque predique que no existen la derecha ni la izquierda porque
solo busca los votos, incluso de algún ultraderechista despistado. Ejerce el
poder dentro de los suyos con escasa comprensión y ninguna compasión.
Si Rajoy termina siendo investido Presidente reclamará su
rango de Líder de la oposición aunque el PSOE no vote a favor de dicha
investidura y anuncie su condición como primer grupo opositor. Manuela Carmena,
alcaldesa de Madrid, ha dicho: “No tengo ninguna vinculación con Pablo
Iglesias…Ni contactos”. Manuela Carmena y Pablo Iglesias no han confluido
porque ella es un río caudaloso y él no pasa de ser un arroyo que se despeña en
una montaña, que apenas lleva agua cuando no está la climatología en época de
lluvias.
¡Podemos no es Pablo Iglesias!
FDO. JOSU MONTALBAN