EL PATINAZO DE LOS SOCIALISTAS
Cuando Cristo moría en la cruz, -siempre según las Sagradas
Escrituras, de las que he sido gran lector aunque no devoto-, y solo le
quedaban los últimos hálitos, exclamó: “Todo está consumado”. Y al parecer
aquel pasaje protagonizado por un sacrificado moribundo abrió las puertas,
primero a la muerte salvadora de Cristo y después a la resurrección.
No deseo hacer aquí ninguna exaltación de la Historia del
Cristianismo, ni siquiera comparar lo cotidiano y perecedero con esos pasajes
de la Historia de las Religiones que suelen tener vocación de eternos.
Jesucristo debió morir para dar valor a su posterior resurrección, pero yo me
he preguntado muchas veces si, ya que era omnipotente, le hubiera traído más
cuenta combatir a quienes le llevaban hacia el Calvario con su cruz a cuestas y
evitar su muerte, para subrayar su poder y enaltecer su victoria.
Hay quien cree que la abstención del PSOE en la votación para
la investidura del Presidente de España es una claudicación del socialismo, o
es aceptar una crucifixión que, a diferencia de la de Cristo, no tiene lugar
para dar sentido y consistencia a la resurrección posterior. No pienso yo de
ese modo, hasta tal punto de que no hay ningún atisbo de claudicación en la
postura adoptada por el PSOE y, si llegara a amenazar la extenuación, seguro
que el PSOE recobrará las fuerzas necesarias y suficientes para ser útil en los
nuevos tiempos.
Como socialista que me siento, y como militante activo, que
es como deseo comportarme, he tomado partido y me he posicionado en el asunto
que nos ha tenido ocupados durante casi un año: la formación del Gobierno de
España después de los enrevesados resultados de las Elecciones democráticas. Y
quiero ser contundente con mi primera afirmación, porque el hecho de que tras
dos procesos electorales España continuara sin un gobierno, aunque fuera un
gobierno acomodado a las circunstancias, constituía un flagrante fracaso en
nuestro régimen democrático. Es evidente que el espectáculo vivido durante el
último año en España contrasta con los acuerdos políticos que tuvieron lugar en
tiempos mucho más difíciles que los actuales como fueron los tiempos de la
Transición, cuando aún quedaban huellas y resquicios franquistas, y cuando
socialistas, comunistas, anarquistas, nacionalistas y sindicalistas,
postergados y expulsados durante la Dictadura, pusieron toda la carne en el
asador para construir esta Democracia que ha comenzado a hacer aguas justamente
cuando han aparecido sus nuevos salvadores.
Que el sistema democrático inaugurado en los ochenta
necesitaba ser revisado es evidente. Y lo es que unos cuantos de sus dirigentes
y administradores se han corrompido en exceso, y deben ser apartados y
castigados. Pero de ahí a aceptar que todo sea arrasado mediante un fuego
sobrenatural y justiciero va mucha distancia. Lo que ha ocurrido en España
durante este último año ha sido signo de decadencia, porque no se ha discutido
de Política (que es el arte o ciencia que trata del gobierno y organización de
la sociedad, especialmente de los estados) sino que se ha luchado por ostentar,
-que no ejercer-, el poder. El deseo de ostentar el poder ha llevado a negar
evidencias y sobre todo a no aceptar ningún tipo de colaboración ni complicidad
entre partidos y líderes, es decir entre diferentes. Se ha buscado el poder
mediante todo tipo de artimañas porque los líderes de los partidos, faltos de
su propia convicción, no han sido capaces de convencer.
Sí, queridos amigos y compatriota, mi condición de socialista
no me impide criticar el comportamiento de mi partido, porque también los
socialistas nos hemos equivocado. El PSOE no es un partido estructurado
únicamente para resistir, sino para gobernar y favorecer desde el Gobierno la
construcción de una sociedad más justa e igualitaria en la que sea posible que
todos sus miembros puedan vivir con suficiencia y puedan además ser felices. A
un socialista le debe alegrar más una visión saludable de una sociedad
equilibrada que su propia victoria electoral. Su fe militante, en todo caso, ha
de llevarle a colaborar en esa construcción, por eso la cerrazón que asiste a
algunos socialistas, que ponen más empeño en mostrarse inaccesibles que en
combatir al Gobierno futuro del PP desde el Congreso de los Diputados, no
responde a una estrategia sana y eficaz.
El PSOE trajo a España la cordura, y educó a sus militantes
para que abandonaran las trincheras ya que la Democracia había abierto las
grandes avenidas que la Dictadura había obturado. El hecho de que 35 años
después hayan aparecido brotes de rabia, debe obligar a todos (también a los
socialistas) a reflexionar, pero los principios que inspiraron al viejo
socialismo están aún vigentes, y la revolución (en sus términos más genuinos)
no es imprescindible porque no hay ninguna Dictadura (con dictador al frente) a
la que combatir. Sí, es evidente que hay problemas flagrantes, -desigualdades,
distribución no equitativa de la riqueza, desequilibrios, en suma excesos del
sistema capitalista, etc…-, que hay que combatir. Para ellos el socialismo debe
encontrar soluciones, pero resulta descorazonador que algunos agitadores sin
orden ni concierto, como Pablo Iglesias (Turrión, que no Posse), pretendan
aplicar “tiritas” de esparadrapo sobre brechas y vendajes consistentes sobre
imperceptibles rasguños para parecer buenos “diagnosticadores”, cuando son
simples matasanos de salón.
Sí, los socialistas hemos patinado un poco, pero ya estamos
erguidos. Una vez más hemos arriesgado, como en tantos pasajes de nuestra
historia, aunque siempre lo hiciéramos pensando en los mejor para la sociedad.
Bien cabe usar ahora la famosa frase bíblica (“Todo está consumado”), pues
ahora debemos empezar a sentirnos en plena Resurrección.
FDO. JOSU MONTALBAN