UNO DE LOS RIESGOS QUE ACECHAN AL PSOE (Y AL PSE)
Uno de los riesgos más peligrosos que afecta al PSOE en medio
de la profunda crisis que padece es la formación de bandos territoriales
obedientes a líderes, -o no tan líderes-, elegidos en provincias, territorios
históricos o comunidades autónomas. En ese riesgo está el PSOE (y también el
PSE) porque, aunque el debate actual se esté centrando en hacer consultas a la
militancia para decidir qué hacer en los difíciles tiempos que se avecinan,
tales consultas parten no ya de un convencimiento de que es preciso generalizar
y extremar la participación mediante procesos democráticos abiertos, sino del
convencimiento de que los líderes regionales son mejores controladores de la
voluntad de los afiliados de base que los líderes nacionales o internacionales.
Muchos de los que piden actualmente en el PSOE (también en el
PSE), una consulta a las bases para diseñar algunas líneas políticas y
estratégicas, lo hacen tras sopesar el grado de influencia de los secretarios
generales regionales sobre sus “huestes”, que engloban a los futuros votantes
en las consultas, a los que se les alecciona para que voten en un sentido
determinado, y nunca en el sentido contrario. Por si fuera poco los
representantes de cada “región”, llamados a representar en los foros nacionales
a los afiliados de la región, nunca son elegidos a voleo, como si se tuviera
extraordinariamente claro el sentido de sus posicionamientos, sino que se elige
a quienes responden a razones indiscutibles de fidelidad más que a razones de
otro tipo. Alguien puede considerar este párrafo como una crítica despiadada al
sistema representativo que desarrollan los partidos políticos en su seno, pero
no lo es, porque sólo responde a la inclinación humana propia de los tiempos
que vivimos, en los que se presta más atención y empeño a la supervivencia que
a las vivencias, entregados como vivimos a una especie de existencialismo
ramplón.
La crisis del PSOE no obedece, como algunos quieren dar a
entender, a la acción interesada de esos que, despectivamente, llamamos “barones”.
Cuando la actual crisis comenzó a larvarse los “barones” eran meros
parlamentarios en sus regiones y, bastantes de ellos, ni siquiera soñaban con
llegar a ser “presidentes regionales”, y mucho menos a “barones”, para lo que
no les acompañaba ni la leyenda familiar ni su raigambre. La crisis responde a
los modos de entender y administrar el socialismo y el Partido Socialista.
Ahora mismo hay quienes piensan en el PSOE como si se tratara
de un sencillo partido de resistencia, algo parecido a lo que fueron antaño los
partidos revolucionarios. Eso sí, sin que los socialistas tengamos ninguna
revolución, ni siquiera revuelta, pergeñada... Y hay quienes creen, yo soy uno
de ellos, que el PSOE es un partido construido para gobernar y, mediante el
gobierno, transformar y mejorar la sociedad y la vida de las personas. Eso hace
que los “revolucionarios” tengan demasiada prisa, que nunca es buena consejera,
y los “reformadores” actúen con excesiva cachaza, que casi siempre desespera a
quienes esperan. Por eso estamos en un tiempo complicado en que las
direcciones, -nacional, regionales y locales-, deberían implantar serenidad en
las bases, que no deben ser usadas solamente como sostén de las alturas donde levitan los líderes,
sino más bien como inspiradores del respeto que se merecen, y que deben ejercer
los gallitos que estiran su cresta encaramados sobre los hombros de los
militantes de las bases.
No es eso precisamente lo que han hecho las elites del PSOE.
No solo han alimentado la crisis, sino que han intentado movilizar a las bases,
cada cual a las suyas, sin orden ni concierto. Se han usado calificaciones
despreciables, porque lo acontecido no ha sido un “golpe de Estado”, como se ha
proclamado por parte de algunos socialistas encizañados. Tampoco es verdad que
ningún socialista haya empujado su nave a favor del PP, salvo que al mismo
tiempo nos atrevamos a decir otras frases no menos escandalosas como la de que
se acepta a quienes desean “romper España (el Estado, que es primordial para
explicar la ideología socialista)”, a cambio del poder.
Hacer un llamamiento, primero a los socialistas y luego a los
españoles en general, reclamando la necesaria serenidad, es lo más urgente que
deben hacer las actuales direcciones del PSOE,
tan asustadas como infértiles de ideas nuevas. Nadie duda ya de que esta
crisis no es un fenómeno nuevo, ni de que la dimisión del Secretario General ha
venido redactándose desde el mismo día en que fue nombrado mediante las
“infalibles” elecciones primarias. Hay que remediar este desaguisado. ¿Cómo?
Reflexionando, en lugar de combatiendo. No es lo mejor gritar en exceso para
subrayar la razón, siempre conspicua. Ni es bueno el estruendo con que han
venido expresándose tantos socialistas, más de salón imperial que de calles y
avenidas.
No es necesario reinventar el socialismo, pero tal vez lo sea
dar vida y sensatez al PSOE, como grupo humano que debe desarrollar la doctrina
y estrategia socialistas en la calle. Permitidme acabar con estos versos del
gran poeta vasco Gabriel Celaya: “Pequeño es nuestro reino pero es nuestro / y
en él nos descubrimos con sentido, / trabajamos humildes y contentos, /
construimos con gloria lo concreto. / No existe un más allá de este dominio. /
Existimos nosotros, cotidianos, / y existe bajo un cielo indiferente / el mundo
que inventándonos creamos. / Lo demás, inhumano, es un misterio. / Lo demás es
vacío. / Lo demás es silencio”.
FDO. JOSU MONTALBAN