jueves, 10 de noviembre de 2016

IGNORANTE, CÍNICO O SINVERGÜENZA ( El Diario Norte, 25 - 10 - 2016 )




IGNORANTE, CÍNICO O SINVERGÜENZA…

Justo cuando se cumplen cinco años desde que ETA anunció el cese de su lucha armada, quizás para celebrar el noble evento, una marabunta de gentes (50) agredió en Alsasua a dos guardias civiles que vivían las fiestas de la localidad acompañados por sus parejas. De tal hecho se ha sabido porque uno de los guardias  sufrió una fractura en una pierna, lo cual sirve para calibrar la categoría de la agresión. La verdad es que peleas y reyertas se producen con excesiva frecuencia, y pasan casi desapercibidas salvo para los contendientes, pero esta era una lucha desequilibrada, cincuenta contra dos, y era banderiza, civiles contra guardias vestidos de civiles. Pero lo importante llegó después, cuando EHBildu, por boca de su portavoz, consideró que la pelea fue “similar a las que se producen cualquier fin de semana a altas horas de la madrugada”. El hecho de que pretendiera desvincular la condición de guardias civiles de los agredidos del carácter de la reyerta corresponde con la ignorancia, el cinismo o la sinvergüencería de quienes aún viven sumidos en su propia contradicción.

Nada de esto debe resultar extraño en exceso, porque la celebración de los cinco años del cese de la violencia y los asesinatos de ETA aún no nos ha deparado ningún pronunciamiento solemne por parte de la Izquierda Abertzale (IA), mucho más ocupada en hacer “placentera” la estancia de los terroristas en las cárceles que en hacer “llevadera” la ausencia de las víctimas en los lugares en los que sus familiares les lloran. El esfuerzo humanitario que les hace compadecerse de los presos atribulados no solo por su condena sino también por las enfermedades que la divina Providencia les ha enviado, contrasta con la fatuidad con que llaman a una agresión brutal, como la de Alsasua, “mera pelea de las que tienen lugar los fines de semana”. La conclusión es que no hay terrorismo, pero aún hay terroristas. Del mismo modo que aún hay arsenales escondidos, como el que fue descubierto hace muy poco en Francia.

Han pasado cinco años desde que ETA nos premió a todos (a unos más que a otros) con el cese de sus acciones. La celebración es digna de alabanza y elogio, pero yerran quienes creen que aquella decisión obedeció a una especie de reflexión moral o arrepentimiento. Fue consecuencia de una derrota en toda la regla, más aún, al éxito de la Democracia y de la Política con la que el Estado de Derecho se empleó en aquel momento.

En medio de la celebración han surgido voces importantes valorando el hecho después de los cinco años transcurridos. La memoria, desgraciadamente, se va convirtiendo en olvido, pero hay alguno que parece querer olvidar para ocultar o cubrir su propia ignominia. Lejos de asustarse por el daño infligido a todos, Arnaldo Otegi exhibe su inhumanidad con la máxima desvergüenza. Por ejemplo, en una entrevista en la Ser, se ha permitido afirmar que desconocía el nivel de penetración social que tenía el dolor que ocasionaba ETA: “pensaba que las heridas eran menos profundas de lo que son”. Según él, vivían en “un mundo paralelo”, pero admitió que los abertzales como él estaban “en las trincheras”. Y en un alarde de criminalidad ha sostenido que no se puede exigir a la IA que condene a ETA, porque él tampoco ha reclamado a Felipe González que condenara al GAL. La diferencia es que Felipe condenó el GAL en múltiples ocasiones pero él, ni siquiera hoy, es valiente para condenar sin paliativos a ETA, a la que prestó su colaboración más desinteresada.

Solo queda por tanto calificar a Otegi de lo que es: ignorante, cínico y sinvergüenza. Ignorante pero malvado, si no ¿cómo pudo pensar que no eran tan profundas las heridas producidas por aquellas amenazas y secuestros de personas que terminaban en asesinatos? Más que de ignorante cabe tacharle de desalmado… Y es un cínico, aunque no en su acepción filosófica sino en la otra, porque es inmoral afirmar que vivía “en un mundo paralelo” para justificar de ese modo los asesinatos de ETA. Todo esto solo se puede decir cuando no se siente la más mínima vergüenza ante el dolor que pueden producir sus afirmaciones a las víctimas inocentes que murieron o aún perviven.

Hoy, cinco años después del anuncio que nos suministraron aquellos tres encapuchados, que a pesar de la macabra puesta en escena nos hizo respirar más holgadamente, aún cabe reclamar un poco de cordura y de honradez a quien, como a él, han querido subir a los altares; a quien, como él, ha sido aclamado en la calle por las hordas violentas a las que acalló el Estado de Derecho.

FDO.  JOSU MONTALBAN