IGNORANTE, CÍNICO O SINVERGÜENZA…
Justo cuando se cumplen cinco años desde que ETA anunció el
cese de su lucha armada, quizás para celebrar el noble evento, una marabunta de
gentes (50) agredió en Alsasua a dos guardias civiles que vivían las fiestas de
la localidad acompañados por sus parejas. De tal hecho se ha sabido porque uno
de los guardias sufrió una fractura en
una pierna, lo cual sirve para calibrar la categoría de la agresión. La verdad
es que peleas y reyertas se producen con excesiva frecuencia, y pasan casi
desapercibidas salvo para los contendientes, pero esta era una lucha
desequilibrada, cincuenta contra dos, y era banderiza, civiles contra guardias
vestidos de civiles. Pero lo importante llegó después, cuando EHBildu, por boca
de su portavoz, consideró que la pelea fue “similar a las que se producen
cualquier fin de semana a altas horas de la madrugada”. El hecho de que
pretendiera desvincular la condición de guardias civiles de los agredidos del
carácter de la reyerta corresponde con la ignorancia, el cinismo o la
sinvergüencería de quienes aún viven sumidos en su propia contradicción.
Nada de esto debe resultar extraño en exceso, porque la
celebración de los cinco años del cese de la violencia y los asesinatos de ETA
aún no nos ha deparado ningún pronunciamiento solemne por parte de la Izquierda
Abertzale (IA), mucho más ocupada en hacer “placentera” la estancia de los
terroristas en las cárceles que en hacer “llevadera” la ausencia de las víctimas
en los lugares en los que sus familiares les lloran. El esfuerzo humanitario
que les hace compadecerse de los presos atribulados no solo por su condena sino
también por las enfermedades que la divina Providencia les ha enviado,
contrasta con la fatuidad con que llaman a una agresión brutal, como la de Alsasua,
“mera pelea de las que tienen lugar los fines de semana”. La conclusión es que
no hay terrorismo, pero aún hay terroristas. Del mismo modo que aún hay
arsenales escondidos, como el que fue descubierto hace muy poco en Francia.
Han pasado cinco años desde que ETA nos premió a todos (a
unos más que a otros) con el cese de sus acciones. La celebración es digna de
alabanza y elogio, pero yerran quienes creen que aquella decisión obedeció a
una especie de reflexión moral o arrepentimiento. Fue consecuencia de una
derrota en toda la regla, más aún, al éxito de la Democracia y de la Política
con la que el Estado de Derecho se empleó en aquel momento.
En medio de la celebración han surgido voces importantes
valorando el hecho después de los cinco años transcurridos. La memoria,
desgraciadamente, se va convirtiendo en olvido, pero hay alguno que parece
querer olvidar para ocultar o cubrir su propia ignominia. Lejos de asustarse
por el daño infligido a todos, Arnaldo Otegi exhibe su inhumanidad con la
máxima desvergüenza. Por ejemplo, en una entrevista en la Ser, se ha permitido
afirmar que desconocía el nivel de penetración social que tenía el dolor que
ocasionaba ETA: “pensaba que las heridas eran menos profundas de lo que son”.
Según él, vivían en “un mundo paralelo”, pero admitió que los abertzales como
él estaban “en las trincheras”. Y en un alarde de criminalidad ha sostenido que
no se puede exigir a la IA que condene a ETA, porque él tampoco ha reclamado a
Felipe González que condenara al GAL. La diferencia es que Felipe condenó el
GAL en múltiples ocasiones pero él, ni siquiera hoy, es valiente para condenar
sin paliativos a ETA, a la que prestó su colaboración más desinteresada.
Solo queda por tanto calificar a Otegi de lo que es:
ignorante, cínico y sinvergüenza. Ignorante pero malvado, si no ¿cómo pudo
pensar que no eran tan profundas las heridas producidas por aquellas amenazas y
secuestros de personas que terminaban en asesinatos? Más que de ignorante cabe
tacharle de desalmado… Y es un cínico, aunque no en su acepción filosófica sino
en la otra, porque es inmoral afirmar que vivía “en un mundo paralelo” para
justificar de ese modo los asesinatos de ETA. Todo esto solo se puede decir
cuando no se siente la más mínima vergüenza ante el dolor que pueden producir
sus afirmaciones a las víctimas inocentes que murieron o aún perviven.
Hoy, cinco años después del anuncio que nos suministraron
aquellos tres encapuchados, que a pesar de la macabra puesta en escena nos hizo
respirar más holgadamente, aún cabe reclamar un poco de cordura y de honradez a
quien, como a él, han querido subir a los altares; a quien, como él, ha sido
aclamado en la calle por las hordas violentas a las que acalló el Estado de
Derecho.
FDO. JOSU
MONTALBAN