viernes, 27 de diciembre de 2013

EL DISCURSO HUECO DEL REY




EL DICURSO HUECO DEL REY


He dejado para hoy, dos días después, la lectura del mensaje que el Rey leyó para todos los españoles en la noche de Navidad. Lo hago, por tanto, tras conocer las opiniones de varios responsables políticos, así como el parecer de algunos comentaristas y tertulianos, empeñados en que sus opiniones no resulten estridentes.

Son los aires de la Navidad, tan abiertos e indiscriminados que nos llevan a felicitar las fiestas con el mismo énfasis a quien cena angulas como al que cena pollo asado e, incluso, a quien cena un bocadillo servido por una asociación solidaria. Por eso se analiza el discurso del Rey con tan escasa exigencia como el escaso rigor de quien, o quienes, se lo redactaron. Por eso, antes de comentar las palabras reales, conviene restar importancia a las opiniones cuya finalidad, lejos de analizar el texto con minuciosidad, se queda en no violentar a nadie, ni siquiera acercarse moramente a quienes, a buen seguro, solo podrían reaccionar ante las palabras del Rey blasfemando.


 Sí, es verdad que dijo algo de “los casos de falta de ejemplaridad en la vida pública que han afectado al prestigio de la política y de las instituciones”, pero esa ejemplaridad necesaria hubiera precisado de una coletilla que se refiriera a su propia institución monárquica. Y hubiera sido muy pertinente que su alusión a “una actualización de los acuerdos de convivencia” pasara por un acto de contrición, pues si alguien ha defraudado la confianza de la ciudadanía ha sido la Corona como institución.

También ha contenido el discurso alusiones a la crisis, pero ¿a qué crisis? Porque la crisis que nos afecta no es solo económica sino moral e ideológica. No es verdad que “la crisis empezará a resolverse cuando los parados tengan la oportunidad de trabajar”, porque esta crisis ya ha descapitalizado moralmente a la sociedad española, ha generado desigualdades flagrantes, ha multiplicado el número de pobres y hambrientos, ha dejado sin techo a demasiadas personas y ha convertido la pobreza en un riesgo cercano para muchos. Esto no puede ignorarlo el Rey. ¿De qué sirve subrayar que “los pensionistas están siendo el soporte de muchas economías familiares y agradecerles la ayuda”, sin haber adelantado que sus condiciones económicas han sido cercenadas mediante “reformas” excesivas en el sistema de pensiones y reducciones en sus jubilaciones? ¿En qué medida la Corona ha hecho esfuerzos parecidos?


Es verdad que “España es una gran Nación que vale la pena vivir y querer y por la que merece la pena luchar”, como dijo atribuyendo la frase a su hijo el Príncipe heredero. Pero no se trata de una frase memorable, cualquier español lo habrá dicho alguna vez, aunque bien se puede decir lo contrario en boca de alguien a quien las contrariedades le aflijan. Por lo que merece la pena luchar es por los españoles que viven en ella, y sufren en ella, y mueren en ella.


La invitación a las fuerzas políticas a que “sin renunciar a sus ideas, superen sus diferencias para llegar a acuerdos para afrontar el futuro”, no sirve para nada, y bien se ve que ha pasado el cedazo de los asesores del Presidente del Gobierno. En suma, un discurso huero que a nadie debió esperanzar, por lo menos a nadie de los parias o españoles sencillos que, ya faltos de fe, lugar de reclamar acciones firmes a favor de la igualdad real de todos los españoles, se han quedado en la mendicación de “oportunidades” para los desempleados y los pobres.


Esto era lo esencial, y no ha sido abordado con firmeza. Lo demás sirve para poco. Vacío.



FDO.  JOSU  MONTALBAN      

domingo, 22 de diciembre de 2013

REFERENDUM DE CATALUÑA: SER O ESTAR



REFERENDUM EN CATALUÑA: SER O ESTAR

A los nacionalistas catalanes no les basta con “ser”, quieren “estar”. Se trata de dos conceptos que a veces se confunden, o se usan indistintamente, pero que no deben ser equiparados. No les basta con ser catalanes, con sentirse y saberse a sí mismos catalanes; no les bastan sus modos íntimos de pensar, ni el amor y entrega a sus lugares o hábitats, ni esa especie de ensimismamiento que les embarga cuando hablan de un modo determinado, -su idioma-, incluso en lugares donde ese idioma no es oficial, ni el recurso a su propia Historia, previamente pasada por el tamiz que la libera de influencias foráneas, ajenas y perversas.

Ahora quieren “estar”: quieren tener un “estado”, para pertenecer a él y para que les pertenezca a ellos. Bien saben que el “Estado” que reclaman es otra cosa pero, al fin y al cabo, quieren “estar”, porque los nacionalistas, como humanos que son, también sufren carencias importantes, la más importante es que no están  muy seguros de que son, de qué son, de por qué son lo que son y, al final, de que su forma de ser sea inmejorable. No importa que haya señales inequívocas de que no son perfectos porque de lo que se trata es de ser independientes, de ser dueños de su destino aún admitiendo que su camino lleva a un abismo. A última hora siempre será “su” abismo, caerán  en él y morirán en el fondo del abismo, pero serán “su” fondo y “su” abismo los que se conviertan en “su” cementerio.

Los nacionalistas catalanes quieren preguntar a todos los catalanes, nacionalistas o no nacionalistas, si quieren pasar a la fase del “estar” en lugar del “ser”. Ellos saben que hay muchas formas de “ser” catalán, todas válidas y admisibles, como ha quedado demostrado a lo largo de los tiempos. Sin embargo, hay muy pocas formas de “estar”, en el caso catalán solo han encontrado dos: Estado y Estado independiente. Se puede ser catalán, y muy auténtico, sin grandes aspavientos, sin esfuerzos desmesurados e incluso sin tener que alardear a todas las horas. Pero el nacionalismo exacerbado que ha anidado en los líderes catalanes de ese sector nacional-ista les lleva más allá, a la delimitación del territorio y a la regulación exclusiva de las formas de vivir de quienes compartirán ese territorio.

En realidad, detrás de la imagen de los patrocinadores de la consulta soberanista hay mucha inseguridad, que influirá en sus vidas, como humanos que son. Sí, puede ser que algunos de ellos pregonen que a sus ideologías les mueven impulsos humanistas, pero les falta impulso humano, que es parecido pero no es igual. Necesitan “estar” porque no están seguros de que son. Necesitan marcar el terreno que les pertenece porque se sienten más seguros en un territorio de su propiedad. Sí, es un asunto de propiedad suya, que no están dispuestos a compartir por demasiados. Una vez que ostenten su título de propiedad y conformen el “estado”, cuando ya no necesiten esforzarse para “ser” porque “sean todos los que están”, entonces volverán a transfigurarse en las “fieras humanas” que compiten entre sí, que sobreviven, que dejan de ser a los ojos de los otros conforme empiezan a insinuarles a sus vecinos que sufren y que necesitan ayuda, es decir, que dependen unos de los otros.

Y entonces, precisamente entonces, ese “estado” dejará de ser una institución protectora de los más necesitados. Entonces las autoridades “estarán” en sus posesiones pero ya habrán dejado todo en manos del “mercado”, siempre dependiente, siempre interdependiente. ¿Qué extraño virus hace que izquierdas y derechas, capitalistas a ultranza y socialistas teóricos, coincidan en la búsqueda y seguimiento de una misma estrella, y les produce amnesia ideológica, y les aletarga su razón y condición humanas?

Fdo.  JOSU  MONTALBAN      

viernes, 20 de diciembre de 2013

DE MEMORIAS Y OLVIDOS





DE  MEMORIAS  Y  OLVIDOS


Se ha generalizado la costumbre de que quienes han presidido o formado parte de gobiernos e instituciones importantes escriban sus Memorias después de que abandonan sus cargos. Esto es posible porque hay importantes editoriales que han visto en ello a la gallina de los huevos de oro. Principalmente son los protagonistas de tales Memorias los que más se benefician de los huevos de oro, al menos según las noticias de los periódicos que informan de cantidades casi millonarias de euros, que traducidas a la moneda española más moderna se convertirían en cantidades multimillonarias de pesetas.


Se produce un hecho curioso en buena parte de los casos, pues algunos de los que escriben unos tochos abultados como Memorias, jamás se mostraron prolíficos en escribir artículos de opinión para explicar sus propuestas y decisiones mientras estaban en sus despachos institucionales. Peor aún, porque sus nuevas ocupaciones suelen someterles a obligaciones mucho más regladas y herméticas que precisan más tiempo para el trabajo y, por tanto, menos para lo accesorio. Y por fin, ocurre que cuando ocupan sus puestos en gobiernos e instituciones aún no han firmado sus contratos con las editoriales y mucho me temo que, por tal motivo, no cumplan su cometido a la vez que almacenan los documentos, de forma cronológica, pensando en sus futuros libros de Memorias. Estos tres factores negativos, que en algunos casos han llevado a pensar que muchas Memorias han sido escritas por “negros” a sueldo, solo pueden ser contrarrestados por lo suculento del montante de dinero que las editoriales pagan a los “memorables”.


¿Para qué sirven los libros de Memorias? Para bien poco cuando lo que se relata es lo que cada cual hizo cuando estuvo ocupando el cargo oficial. Porque en el tiempo ese su acción fue pública y, por tanto, suficientemente conocida para quien lee y escucha los diarios de noticias de forma habitual, y porque los secretos seguirán siendo tal a pesar del paso del tiempo, por lo que no aparecerán en las Memorias. Vean, por ejemplo, esta frase del ex Ministro Solbes, que ha publicado recientemente sus Memorias: “He intentado siempre no mentir,… y creo que lo he logrado en general”. “No mentir” no significa lo mismo que “decir la verdad”, porque quien dice una media verdad no está mintiendo, pero está omitiendo o añadiendo detalles que tergiversan las expresiones. Además cabe la posibilidad de que lograr no mentir “en general”, -como ha expresado el ex Ministro-, no suministre como información ni el más mínimo atisbo de verdad. Curiosamente su libro se titula “Recuerdos”. Es una pena que nunca podamos leer un segundo tomo que se titule “Olvidos”. ¿Cuál de los dos tomos resultaría más interesante? No tengo ninguna duda de que lo sería el de “olvidos”. Siempre se muestra como más halagüeño lo que no se llega a conocer completamente.


¿Por qué se empeñan en explicar hoy, lo cual solo sirve para alimentar el buche de las curiosidades, en buena medida arteras, lo que no se atrevieron a explicar cuando sus actuaciones eran trascendentales para la vida de los ciudadanos? ¿Les dio vergüenza entonces? ¿No estaban suficientemente convencidos de lo que hacían? Admito que la acción pública de los gobernantes es harto complicada, y que a lo largo de una legislatura son muchas las ocasiones en que un trabajo, una nota de aviso o una reflexión escrita en un folio, se quedan en el cesto de los papeles arrugados porque de entre varias ideas posibles solo hay una que culmina su misión, pero el cesto de los papeles es un sumidero tan definitivo que de nada sirve reverdecer esas ideas si sucumbieron a la reflexión de quien tenía que usarlas (por su mayor responsabilidad), y quien las aportó no tomó medidas drásticas cuando fueron aportadas y rechazadas.


Siento que este artículo está incidiendo más en un pasaje concreto de la Historia más reciente que en el hecho de que la promiscuidad excesiva de los “memorables” esté convirtiendo el género en una especie de patio de vecindad en el que cada cual dice aquello que le deja en mejor lugar ante sus vecinos, pero espero que sirva precisamente de ejemplo esclarecedor. Hasta tal punto es bueno el ejemplo que debe ser completado tras interpretar, desde los mismos criterios, las Memorias del Presidente que ya se anuncian, en las que no aparece ese pasaje según el cual Solbes anunció la crisis y sus fatales consecuencias para los españoles con la suficiente antelación. El Presidente Zapatero declinó tales consejos.


En todo caso las grandes librerías han habilitado ya estanterías específicas en las que exhiben todos los libros de Memorias, desde cuyas pastas los protagonistas nos miran con su mejor semblante. En las escuetas y arrinconadas secciones de librería de las grandes superficies comerciales también hay hueco para estos libros de Memorias, al lado de alguna novela de moda y de otros libros biográficos de personajes a los que la Historia les ha hecho un espacio imperecedero. Se trata de Memorias expuestas que no se pueden sumar para conformar una Memoria compartida, porque han sido escritas con cierto afán divulgativo, pero sobre todo con intención redentora. Siguiendo a Machado bien cabe concluir que cada libro contiene una verdad, la de su autor y protagonista, porque la Verdad sobrevuela las estanterías y se va formando conforme cada uno de nosotros disecciona y analiza las anatomías de los libros.


Sin embargo no seré yo quien defenestre al género. Los libros de Memorias han llegado a constituir un género literario con personalidad propia mediante el cual el lector se ha inmiscuido en la vida del autor, que ha hecho de cicerone a lo largo de las páginas del libro. Leído con espíritu constructivo mueven a reflexiones bien productivas; leídos con espíritu crítico suscitan debates difíciles de controlar pero, en todo caso, útiles; leídos desde la anuencia incondicional se convierten en lo que haya querido su autor: si sólo se trata de un relato, el lector se sentirá escuetamente informado, pero si se trata de un texto panfletario el lector no pasará de convertirse en un adepto (y adicto incluso) a la causa del autor.


Cuando las Memorias se circunscriben a un periodo concreto y limitado de la vida del autor, que haya estado marcado por una misión o trabajo concretos, la tentación de convertir el libro en un pliego de descargo sobre los hechos relatados suele ser muy alta. Por eso, cuando surgen a la vez dos libros de Memorias que relatan lo acontecido en el mismo tiempo, con dos protagonistas que compartieron espacios, misiones y objetivos, pueden surgir contradicciones como las que se vienen aireando tras comparar lo escrito por Solbes y Zapatero en sus respectivas Memorias. ¿Con qué versión tenemos que quedarnos, con el dato redentor publicado por Solbes o con la omisión de Zapatero? Yo me quedo con el sencillo hecho de que Solbes y Zapatero porfiaran por algo concreto. ¿Alguien cree que Solbes y Zapatero eran iguales en sus matices ideológicos y en las responsabilidades que pesaban sobre cada uno de ellos? Las diferencias que pudieron mantener en aquel momento constituyen, en sí mismas, una riqueza para el socialismo español.


Lo ya dicho, queridos lectores, pero conviene añadir mi convicción personal de que lo que convertiría a las Memorias (a cualquier Memoria) en documentos valiosísimos serían precisamente los olvidos que, por pudor o por vergüenza, no aparecen en ellas. Y si son los olvidos (que si son voluntarios son omisiones) los que aportan la mayoría de su valor a las Memorias, justo es decir que las añadiduras no aportan ningún valor si su única intención es buscar la redención del protagonista. Más bien, creo que una añadidura únicamente redentora devalúa a cualquier texto de Memorias.


Fdo.  JOSU  MONTALBAN       

sábado, 7 de diciembre de 2013

¿Y  SI  HICIERAN  HUELGA  LAS  ONGs?
Durante varios días el Banco de Alimentos de Bizkaia, a la vez que otros Bancos de otros lugares de España, ha volcado más esfuerzos de los habituales para hacer acopio de alimentos de todo tipo para distribuirlos por toda Bizkaia. El botín (ya sé que “botín” no es la palabra más apropiada) ha sido importante. Las cajas en que se han recogido los artículos se han llenado y vaciado varias veces, las furgonetas habilitadas para estos días han hecho kilómetros y kilómetros para almacenar el material acopiado, pero ha habido más, mucho más, porque el espíritu solidario se ha puesto en candelero de un modo muy especial. En las grandes tiendas o superficies era raro que alguien saliera sin llevar una bolsa, más o menos llena, destinada al Banco de Alimentos. Del mismo modo ha resultado sorprendente la efusión de los voluntarios que han acudido en ayuda del Banco de Alimentos. Como si de este modo, voluntarios al servicio de una ONG y consumidores obedientes al dictado de sus conciencias, quisieran demostrar en la práctica que lo que habían divulgado los medios informativos es cierto. Habían dicho, justamente el día anterior, siguiendo la línea expuesta por la Cátedra de Prevención y Responsabilidad Social Corporativa de la Universidad de Málaga, que la solidaridad crece significativamente en tiempo de crisis.
Así lo refleja el estudio citado. El responsable de la Cátedra ha dicho que “se hacen más actos de solidaridad que antes por puro sentido común, ya que la gente necesita más”. Lo ha dicho en unas jornadas sobre Responsabilidad Social Corporativa (RSC) de las empresas, e hizo una clara diferenciación entre las acciones de las grandes empresas, que les sirven a la vez para publicitarse, y las más pequeñas, que sufren lo indecible para poder cumplir escuetamente sus deberes sociales, así y todo, la crisis resulta un buen acicate para convertir en dadivosos a los mezquinos. El caso es que cuando se hizo público el dato el Banco de Alimentos ya había lanzado su encomiable campaña que atosigaba a las conciencias de los más poderosos que, ¡ay!, como no son precisamente ellos los que ejecutan sus compras, no tuvieron que depositar sus bolsas en las cajas petitorias.
¿A qué ha respondido cada uno de los donantes? Unos a la llamada de la generosidad, que empuja a ayudar al que vive en inferioridad desde el convencimiento de que todos tenemos los mismos derechos porque todos somos iguales. Otros a la llamada de la caridad que mueve la compasión hacia quienes sufren carencias de lo que a otros les sobra. A los primeros se les aparece un diablillo juguetón después de haber sido generosos; a los segundos les embarga la complacencia de haber ayudado al que no tiene o tiene menos, siguiendo la obra de misericordia que aprendieron, junto a otras, en su catequesis infantil, como una obligación dictada por su correspondiente religión para acceder al Paraíso. A estas dos acciones se las confunde con la solidaridad. Desde luego que detrás del hecho de adquirir unos productos con intención de donarlos a quienes tienen menos hay un impulso solidario, pero la solidaridad en tiempo de crisis no puede quedar al libre albedrío de la gente, a su capricho. La solidaridad ha de ser impuesta por el Estado, aunque entonces ya no pueda ser llamada del mismo modo; ha de ser más una consecuencia de la acción social y política que la derivación del comportamiento más o menos generoso y caritativo de la gente. Cuando cada cual ha depositado su bolsa de alimentos se ha producido un gesto digno de admiración, pero incluso esa admiración es mensurable y, con toda seguridad, habrá habido quien ha hecho ostentación al hacer entrega de la bolsa de plástico, aunque en su interior no hubiera un contenido acorde con su poder económico.
Son bastantes las campañas “caritativas y generosas” que tienen lugar en las vísperas de la Navidad. Los corazones se reblandecen, las miradas se amansan, las manos e abren con mayor facilidad y todos abogamos porque en cada casa no falte un mazapán, un pedazo de turrón y una botella, aunque sea la más pequeña, de sidra achampanada. Y claro, si la crisis nos aprieta esos productos se convierten en prohibitivos, ya sea porque no es necesaria, ya sea por su precio o quizás porque la sociedad ejerce de cancerbero que ladra en la conciencia de los más pobres cuando cometen algún dispendio. El Banco de Alimentos es una Institución ejemplar por la labor que desarrolla, pero sobre todo es ejemplar por la labor de denuncia que lleva implícita. Que exista, solamente que tenga que existir, constituye un grito de dolor de quienes no tienen alimento suficiente y, por tanto, tienen hambre. Es una voz despiadada que reclama a los poderes públicos que cumplan con su obligación, que quizás no sea que todos lleguemos a ser ricos, pero lo que es seguro que no es es que algunos sean tan pobres que tengan que reclamar lo más básico: la comida. La existencia del Banco de Alimentos en España constituye una solemne denuncia del incumplimiento del Artículo 39 y siguientes de la Constitución Española, sobre los principios que han de regir la política social y económica. Por cierto, vulneración de la misma Constitución que con soberbia enarbolan algunos en defensa de la propiedad privada y el derecho a heredar.
El acopio de alimentos obedece a un gran y noble impulso, pero responde a la constatación de que la sociedad que resulta de la Política desarrollada por el Gobierno español (y por otros Gobiernos) es desequilibrada, inequitativa e injusta. Las injusticias se resuelven con justicia; la solidaridad ejercida individualmente sirve para que la injusticia se note algo menos. ¿Y si un día hacen huelga indefinida las ONGs, qué será de los parias de la Tierra?
Fdo. JOSU  MONTALBAN