miércoles, 27 de junio de 2012


LA SONRISA DE HB

Ya está otra vez en la pista HB. Se llame como se llame; haya pasado por vicisitudes de todo tipo; haya sorteado con más o menos habilidad todos los escollos que ella misma creaba para poder sustentar su discurso victimista; esta es la vieja HB. Basta con observar la fotografía de la comparecencia en la Sala del Museo de la Ciencia de San Sebastián tras la legalización de SORTU. La vieja guardia al frente. Quienes prestaron el rostro cada vez que fue necesario validar con nuevos nombres la estrategia de la vieja HB, no han estado en la primera fila porque solo fueron objetos del mismo decorado, jarrones chinos que ahora estorban, súbditos supeditados a un estalinismo implacable.

Estoy contento de que hayan recuperado la alegría. Ahora sonríen. Es bueno que lo hagan porque la sonrisa es una buena simiente para que no les vuelva la maldad. Los malos no suelen ser capaces de retener la sonrisa en sus rostros durante demasiado tiempo porque la envidia y el rencor que les caracteriza les agría el semblante. Ahora necesitan atraer a las gentes, porque todos los esfuerzos de impostura que han querido imponer para vulnerar la legalidad y rodearla, solo les han servido para convencerse de que la Democracia, a la que pretendieron desacreditar y destruir, se ha mostrado suficientemente sólida: para derrotar a ETA y para doblegar la irreductibilidad de sus cómplices de HB. Ya han puesto en marcha su equipo de imagen pública. Los asesores, con los que seguramente cuenta, les han urgido que tienen que sonreír, que no se trata de compartir sonrisas entre ellos sino que deben regalar sonrisas, por eso en la comparecencia sonríen, sobre todo los de la primera fila, regalando esa muestra remisa de alegría a quienes les hayan visto desde sus casas a través del televisor.

Ahora tendrán que demostrar bastantes cosas: que son humanos, hasta qué punto están dispuestos a ser éticos, en qué medida van a preservar sus comportamientos para que sean legales, de qué modo van a practicar la democracia. Porque, a pesar de sus sonrisas, nada de todo esto han demostrado aún. Ciertamente su aspecto exterior es de humanos pero su imperturbabilidad ante los cadáveres de los asesinados por ETA nos hizo testigos de su inhumanidad. Ahora que ETA no va a ejecutar a más inocentes no tendremos oportunidad de comprobar si se sienten contritos o no. He oído decir a un “pensador” de la Izquierda Abertzale (IA), que opinaba en un programa televisivo, que los etarras convertían a sus víctimas en objetos en sus conciencias, y que una vez conseguido ese objetivo ya tenían a su alcance ejecutarlos sin sufrir internamente por hacerlo. Si fuera siquiera aproximada a la realidad esta reflexión habrá que convenir que han perdido su condición humana los terroristas, y que la tienen (o ha tenido) prácticamente perdida sus cómplices. Por eso, a nadie debe extrañar que reclamemos muestras de arrepentimiento y peticiones de perdón más ostensibles que un mero comunicado de abandono del terrorismo. O de apuesta por las vías pacíficas por parte de la IA.

¿Hasta dónde están dispuestos a ser éticos? La apuesta por las vías políticas ha estado basada en un utilitarismo egoísta. La timidez con la que la IA se ha pronunciado, -solamente acompañada por algún temeroso “ETA nos perjudica”-, ha mostrado claramente que lo que ha primado ha sido poner la utilidad de tal medida por delante de cualquier otra consideración. Es el utilitarismo el que ha llevado a querer mostrar el terrorismo como una práctica, -perversa, claro-, englobada en un concepto mucho más general: la violencia. Es verdad que la violencia no comporta ningún resultado apetecible, pero cada una de las actuaciones o comportamientos que pueden ser considerados como violentos, deben ser analizados de modo diferente. El terrorismo de ETA, que se apoyó en las hordas de exaltados que vociferaban, pintaban slogans amenazantes en las paredes y acudían a proferir exabruptos ante las casas de políticos, empresarios, policías, etc, no solo mató a inocentes sino que tuvo como objetivo impedir las prácticas políticas democráticas a quienes creíamos que era ese el camino. Ese amañado esfuerzo “intelectualoide” de los miembros de la IA por adocenar en el término “violencia” lo que eran flagrantes asesinatos siempre fue inmoral y falto de toda ética, del mismo modo que fue un procaz ataque a la convivencia la reata de extorsiones y amenazas tendentes a desactivar a la sociedad democrática.

¿Está dispuestos a asumir la legalidad en todos sus términos? La llamada Ley de Partidos, como Ley que es, nos alcanza a todos los españoles. ¿O no? Las críticas recibidas desde voces aisladas y partidos democráticos, han servido para convertirla en un centro de discordias aprovechado en el debate partidista.  También yo me sentí alterado cuando la analicé por primera vez y descubrí algunos extremos discutibles, pero es verdad que no impidió actuar a los demócratas auténticos. Quienes desde el nacionalismo más ambiguo se empeñaron en combatirla con denuedo, como si buscaran la perfección como único puerto de llegada, se sintieron igualmente complacidos en su fuero interno al constatar que la IA siempre estuvo integrada, en su gran mayoría, por gentes insensibles a la sangre vertida por los otros. De modo que para que la IA sea realmente “legal” habrá que ver hasta qué punto asumen el abanico de leyes que les conciernen. Cuando han acudido a los más afamados juristas y abogados, -algunos de ellos “convictos españoles”-, para elaborar los Estatutos de SORTU, lo han hecho para evitar que la Legislación en vigor les invalide, pero también para acatarla de la manera más tenue, cuando no de burlarla con artilugios y artimañas. ¿No sería mejor que aceptaran “ser legales como los demás”? 

Y, por fin, se trata de saber cuál va a ser su manera de practicar la Democracia, porque del modo como la practiquen en el día a día dependerá que su sentido democrático sea creíble o no lo sea. ¿Estarán continuamente reivindicando los derechos de los presos etarras con las falsas consignas a las que nos tienen acostumbrados? ¿Serán capaces de seguir repitiendo que los presos de ETA son víctimas de no se sabe bien qué? ¿Seguirán trasladando a los parlamentos debates estériles en torno a amnistías generalizadas que debilitan tan excesivamente nuestra Democracia? ¿Seguirán fustigando a la Democracia en que vivimos con descréditos gratuitos, solo para hacer valer que cuanto ellos reivindican entra dentro de lo normal? Sí, se ha dicho hasta la saciedad que “en democracia cualquier reivindicación es posible”. Es así, pero el convencimiento democrático exige en cierta medida que se considera prioritaria la preservación de dicha Democracia para que sea eficaz. Si se la somete cada día a la prueba del algodón mediante recursos arteros y puntualizaciones mezquinas, es que no se cree debidamente en ella, es decir, que se la usa más como medio que como fin u objetivo. En el caso de la IA, como medio quebradizo para llegar a un fin más que dudoso.

Ahora es tiempo de comprobaciones y de constataciones. Ya está HB de nuevo en la pista, habrá que comprobar si su estancia en los boxes ha aportado las mejoras apetecidas. De momento sólo ha actuado al rebufo de ETA, a pesar de que algunos de sus históricos miembros actuaran como teloneros de los encapuchados adelantando acontecimientos que siempre llegaron a destiempo y tarde. Se cambió el nombre y los apellidos cuantas veces fue necesario. Habilitó a algunos para que suplieran a los titulares como representantes ante la Administración, atemperando las sospechas. Y, por fin, aprovechando el tirón del cese del terrorismo, ya está compitiendo de nuevo con un coche en cuyos alerones, tras borrar todas las inscripciones y huellas antiguas, reza con ostentación la palabra clave: SORTU. De todo ello lo mejor es que a los dirigentes  las ha brotado la sonrisa. Si fueran lo suficientemente generosos para recuperar la humanidad y la ética perdidas, y fueran lo suficientemente cuerdos para practicar la legalidad y la democracia con decisión, estoy seguro de que la sonrisa será correspondida con nuestra sonrisa de bienvenida a la democracia a quienes nunca fueron demócratas.

Fdo. JOSU  MONTALBAN 

jueves, 14 de junio de 2012


RESCATE  FINANCIERO: LAS  PARADOJAS  DEL  PP

Domingo por la tarde. A las seis debuta la Roja en la Eurocopa con la mayoría de los pronósticos a su favor. En Gdansk van a luchar por el triunfo dos Selecciones de Fútbol muy importantes: España e Italia. Las dos han sido campeonas continentales en alguna ocasión. Las dos han sido campeonas mundiales. Tanto Italia como España han sido “intervenidas”, de diferentes maneras, por indicación de las Instituciones europeas. El futbolista español Busquets ha sido preguntado sobre la carga que supone, en medio de la crisis económica, el hecho de ser generadores de ilusión, y ha respondido de este modo: “No somos ajenos a la realidad e intentaremos darle una alegría a la gente, pero ganar la Eurocopa no soluciona los problemas”. Después de una reflexión embarullada ha culminado con un “nunca es fácil”, no sé bien si refiriéndose a la Eurocopa o a la situación española. Me propongo ahora reflexionar sobre la gran dificultad por la que atraviesa España, no por la que Busquets anuncia, antes de sentarme a ver el partido de fútbol.

Queridos compatriotas: España ha sido “intervenida”. Sí, bien cabe hacer esa afirmación aunque el Ministro De Guindos nos apunte con el dedo desde las páginas de los periódicos para advertirnos de que no se trata de una “intervención”. Ha sido presentado como un “rescate”, pero no soy capaz de discernir fácilmente cuál de los dos términos encierra mayor gravedad. El Ex Presidente español Rodríguez Zapatero puede respirar más o menos tranquilo porque quien ha llegado después, sustentado en la desvergüenza de cargar sobre Zapatero todos los males de nuestra España, es el que ha sido “intervenido” y conminado a una serie de controles ciertamente vergonzantes. Rajoy se muestra avergonzado por su propio descaro. Todas sus previsiones han sido superadas en apenas medio año. Como consecuencia de ello ha tenido que declinar su erguida cresta para pedir hasta los 100.000 millones de euros con los que tapar el importante agujero bancario. ¿Sabemos ahora realmente en qué consiste la brutal crisis de la que tanto se habla en todos los lados? ¿Va a suponer este rescate un respiro para los españoles más afectados por ella?

Es difícil responder a estas preguntas, sobre todo porque quienes han comparecido para explicar el “rescate” (De Guindos y, casi un día después, Rajoy) lo han presentado como si se tratara de un éxito y no de una claudicación. El Gobierno del PP se encuentra abrumado por sus propios excesos y atrevimientos. La desvergonzada frase que Montoro dirigió a la diputada canaria Oramas cuando aún gobernaba Zapatero, -“que caiga España, que ya la levantaremos nosotros”-, anunciaba con dos años de antelación las perversas intenciones de este PP que se muestra defraudado con su propia trayectoria: solo ha gobernado durante ocho años de los más de treinta últimos de democracia. Es decir, que necesitan demasiado de las coyunturas adversas o de los errores de los otros para hacerse con el Gobierno de la nación. Son capaces de hundir un país entero, provocando la infelicidad de quienes viven en él, para hacerse con el poder. El acoso brutal al que sometieron al Presidente Zapatero fue propio de indignos saltimbanquis, como Montoro, y de políticos pacatos, como Rajoy. Así que este “rescate” no solo ha de servir para embalsamar a las entidades financieras sino para humillar a este Gobierno exaltado que nació, ya, intervenido. ¿O no ha sido De Guindos un interventor del Gobierno en toda regla? ¿Alguien ha visto en la pantalla de su televisor alguna vez a alguna de las personas “fuertes” de su Ministerio? Por que haberlas, haylas, al menos dos de sus Secretarios de Estado (Economía y Comercio) podían haber aparecido alguna vez, si no para opinar, sí para flanquearle.

Pues eso, España ha sido “intervenida”. Y bien que lo siento, porque deseo que España sea un Estado próspero que defienda a sus gentes, que proteja a los más vulnerables, que suavice al menos los rigores de este sistema capitalista que, a pesar de su nombre, es capaz de dejar descapitalizadas a las instituciones públicas y a los ciudadanos. ¿Por qué ese énfasis en evitar el término “intervención” cuando hablan sobre lo ocurrido? Sencillamente porque siempre fue el objeto de su deseo hacerlo mientras estaban en la oposición. La humillación que quisieron infligir al Gobierno Socialista ha caído sobre ellos, a pesar de que nunca debería ser considerada de ese modo. El valiente Rajoy ha recurrido a una especie de entusiasmo delirante al decir que con el rescate a España “ha ganado la credibilidad del proyecto europeo”. ¿Se hubiera acordado del proyecto europeo si en el fatídico Mayo de 2010 hubiera sido el Gobierno de Zapatero e el intervenido? No debemos negar que el “rescate”, que incide de modo directo en los bancos y entidades financieras arruinadas por sus propios devaneos, no implicará cambios nominales en el Gobierno, pero el control al que va a ser sometido va a ser extraordinario. ¿Para qué poner un Monti, como en Italia, si aprovecharon la derrota del PSOE para endosar un De Guindos, de rondón, en el equipo de Rajoy?

La Conferencia urgente celebrada por el Eurogrupo para plantear el ultimátum al Gobierno español no ha dejado dudas. El control al que se va a someter al sistema financiero incluye medidas que van mucho más lejos, tal como los Ministros de Finanzas han anunciado: “Revisaremos de cerca los progresos en las áreas de la consolidación fiscal, las reformas estructurales y el mercado de trabajo”. Las continuas autoalabanzas de los ministros de cada ramo  cada vez que han dado algún “hachazo reformista” (“Europa ve con buenos ojos estos esfuerzos”) han desembocado en esta inculpación, si bien la anorexia a la que el Gobierno del PP ha condenado al Estado español, bien puede convertirle en un títere de Europa. No solo deberá ceñirse a lo dictado en la capitalización financiera a través del FROB (Fondo de reestructuración de ordenación bancaria), sino que deberá obedecer las recomendaciones que ya le ha impuesto Bruselas y que inciden en políticas tan nacionales como el gasto en las Comunidades Autónomas, el IVA, las pensiones o la legislación laboral. Como siempre Rajoy ha recurrido al estribillo, cargando aún responsabilidades sobre Zapatero, -“Sin las reformas (que debían haberse hecho antes) ayer habrían intervenido al Reino de España”-, y subrayando la inevitabilidad de las dolorosas medidas tomadas hasta ahora, -“…es lo que había que hacer”-.

Los bancos, que tanto colaboraron en inflamar la burbuja inmobiliaria, le han infligido a España este castigo severo que, se llame intervención o se llame rescate, supone un varapalo a la prepotencia del Gobierno de Rajoy, y a la soberbia de la derecha española y del propio sistema capitalista. Lo peor no es eso, sino que desacredita a la democracia en cuyo seno se han producido las irregularidades que han provocado la debacle, más aún, añade leña al fuego en el que se viene quemando la Política a costa de la deslegitimación de los diversos sistemas políticos basados en los derechos y las libertades de los ciudadanos. Quienes van a sufrir con mayor contundencia las consecuencias de este proceso deslegitimador de la Política serán las ideologías y los partidos sustentados en ellas. Más que en ideas, la derecha se sustenta en intereses, principalmente económicos. El PP seguirá manteniendo su parroquia (nunca mejor dicho), mientras la izquierda verá la desbandada de sus adeptos si no se arma de ideas buenas y de audacia para ponerlas en práctica.

Y si los riesgos y amenazas que acechan a las democracias europeas se desbordan, sobrevivirán quienes históricamente se hayan mostrado alguna vez capaces de vivir tranquilamente amparadas en sistemas totalitarios. Y, que yo sepa, el PP se considera heredero de la AP de Fraga Iribarne, ni siquiera de la UCD de Suárez.

Fdo.  JOSU MONTALBAN          

lunes, 4 de junio de 2012


EL  FÚTBOL

¡Oh, el fútbol! Mueve masas y, de tanto mover masas, ha dejado de ser un deporte para convertirse en un espectáculo. Como casi todos los espectáculos que no son improvisados ha incorporado como uno de sus objetivos la caja, es decir el dinero. Si no hay dinero suficiente no se pueden contratar jugadores virtuosos, peor aún, cuando surge algún malabarista del balón se ve tentado por quienes le reclaman con la añagaza del dinero y normalmente quiebra su voluntad para llevarle a mostrar sus malabarismos y habilidades a otros parajes. Sí, dirá que se va con pena, que está muy agradecido a todos los que le ayudaron a aprender, y se irá con la mano abierta apoyada sobre el pecho. Esa será su más ostensible muestra de agradecimiento.

El fútbol es un espectáculo total. Del mismo modo que en los circos romanos, el gradería es cerrado y circular. Da la impresión de que los asientos más costosos y mejor situados dan cobijo a los aficionados más medidos y educados, pero no. El fútbol transforma los comportamientos, y no es extraño que, por ejemplo, un pianista acostumbrado a mover los dedos con la máxima destreza sobre las teclas alineadas, siempre mostrando un rostro asequible de condescendencia y ternura, apriete los puños enarbolados mientras vocifera sin ritmo ni cadencia ante la injusticia de un penalty no pitado o la contrariedad de un gol errado cuando su delantero estaba en las mejores condiciones. El fútbol es un espectáculo democrático: sus reglas han de ser acatadas, los jueces no admiten que sus veredictos sean contradichos, los futbolistas –sean virtuosos u obreros del balón- han de rendir sus apetencias individuales al interés colectivo del equipo al que pertenecen, los hinchas pueden gritar con mayor o menor intensidad pero solo pueden hacerlo desde su asiento, y a la vez que contemplan el espectáculo se ven bombardeados por una publicidad halagüeña e inmisericorde que les agrede desde todos los rincones del estadio.

¿Cómo hemos llegado hasta aquí? A lo largo de mi vida, en buena parte dedicada al fútbol, he sido testigo de grandes cambios, no tanto en el fútbol entendido como deporte, como en el espectáculo en que se ha convertido. Al simple hecho de manejar un balón con los pies para introducirlo en un rectángulo debidamente señalado se le han ido añadiendo buena cantidad de aditamentos que, poco a poco, han justificado las astronómicas cifras de dinero que cobran los astros del balón. Sí, no faltará quien me diga que también hay equipos de fútbol en pueblos pequeños donde los futbolistas no cobran, incluso pagan, por jugar y competir. Pero no los habría si a pocos kilómetros no hubiera algún equipo considerado grande al que desear llegar; ni los habría si los televisores no se pasaran la mañana, la tarde y la noche mostrando las hazañas de los elegidos: los messys, los cristianos, los drogbas, los llorentes…

Pero el fútbol no fue eso. Las enciclopedias en las que se le describe se han olvidado de que antes de ser un espectáculo, y antes de ser un deporte, y antes de obedecer a un modo de ejercitar una actividad física, solo fue un entretenimiento. Imagino a un muchacho en cualquier lugar del Planeta, caminando cabizbajo, quizás sumergido en sus más recónditos pensamientos, que vio una piedra en el camino y la pateó. Le resultó divertido. Pateó después más piedras, desordenadamente, hasta que una de ellas fue a golpear en un lugar concreto con un sonido algo estridente que llamó su atención. A partir de entonces ya no pateaba las piedras desidiosamente sino con la intención de que golpearan en algún sitio concreto. Se lo contó a sus amigos, organizó sencillos concursos de puntería y pensó en que esos concursos podían enfrentar pacíficamente a muchachos de diferentes poblados, que reunieron a sus competidores, y así sucesivamente. El fútbol pudo haber sido eso mucho antes de ser lo que hoy es, aunque quizás tuviera otro nombre. El fútbol fue un simple juego, y sería bueno que volviera a ser tal. ¿Qué es sino un juego atrevido lo que desarrolla Messy zigzagueando, burlando a cuantos salen a su encuentro con sus hábiles piececitos, y engañando a ese último recurso al que se permite utilizar las manos, que es el portero, antes de meter el gol? ¿Qué es sino un juego de niños empecinados lo que ejecuta Cristiano cuando emprende desesperadamente el camino hacia el arco contrario, detrás del balón que previamente ha impulsado y controla con sus propios ojos desorbitados? ¿Qué es sino un juego infantil esa lucha titánica de Llorente para zafarse de obstáculos y agarrones, sin olvidar el único objetivo encomiable que es meter el gol?

Ya no. Ya el fútbol es un espectáculo en el que los bufones no son seres estrafalarios ni diezmados por la Naturaleza, sino potentados muchachos que cobran siempre en talones bancarios rellenos con extravagantes cifras. Los estadios no han sido construidos con ansia de posteridad, sino pensando que desde el primer instante han de servir para aposentar a cuantas más personas capaces de pagar su derecho a presenciar el espectáculo. Los estadios solo serán auténticos monumentos en boca de los fanáticos hinchas, pero no por la forma o estilo de sus columnas o arcos sino por las glorias que vivieron en ellos, por los goles que presenciaron o los gritos inconmensurables que profirieron en ellos.

Mientras sus ídolos vivían y protagonizaban ese “orgasmo del fútbol” que, según Eduardo Galeano, es el gol, ellos agitaron banderas, vocearon como posesos intentando amedrentar al árbitro y a los futbolistas del equipo contrario, si ello fuera posible. Mientras sus ídolos les liberan de las cargas y preocupaciones cotidianas, alzándoles a lomos de la victoria, ellos se saben protagonistas de un espectáculo estentóreo e incomprensible que trasciende los muros del estadio, se eleva en volutas hacia los cielos y desarbola la incierta cordura de los dioses que también han bajado a admirar la gloria.

Quienes escuchan las voces que se producen en el estadio están viendo también la contienda. No escuchan el pitido del árbitro que decreta el penalty, pero sienten la pena de quienes exhalan un suspiro de desasosiego, convencidos de que el penalty es un gol prematuro. No ven el gol, ni el brazo del juez que lo consagra, pero igualmente se entusiasman con ese grito redondo, “goool”, que se expande como una bomba. El fútbol es un juego entretenido, un deporte bello, una competición contundente y un espectáculo casi divino. No debería ser más cosas, aunque los vulgares quieran convertirlo en algo más. Su símbolo es un balón: redondo, sin esquinas, capaz de girar endemoniadamente, de botar y rebotar, sumiso y travieso, tierno al tacto, huidizo, planetario, tan fatal como genial…

Fdo.  JOSU  MONTALBAN

sábado, 2 de junio de 2012


LAS HORNACINAS NACIONALISTAS

La discusión, ya tan pública como indisimulada, entre el Lehendakari y el Diputado General de Bizkaia en torno a la necesidad de retocar los impuestos al alza, está adquiriendo unas dimensiones extraordinarias. Desde luego que ha influido negativamente en las maneras de relacionarse entre ellos. Hasta tal punto que en un acto tan solemne como la asamblea anual de la patronal vizcaína el destemplado José Luis Bilbao se ha permitido un desplante con el Lehendakari de corte muy poco caballeroso. En un País como el nuestro, cuyo entramado institucional es tan imbricado, es imprescindible que las responsabilidades de gobierno se ejerciten con mesura, evitando conflictos gratuitos que puedan alimentar, aún más, la percepción ciudadana de que cada político y cada partido se dedican únicamente a cultivar su huerta privada a pesar de que su responsabilidad sea pública. La premonición incluida en la respuesta a una pregunta de los asistentes, sobre la ausencia del Lehendakari en la asamblea del año próximo, ha sido tan grosera como inadecuada. A cualquiera que se la hubiera dirigido lo hubiera sido, pero más aún a un Lehendakari como Patxi López, cuyo comedimiento y respetuosas formas de expresión nunca incitan al desafuero salvo que se trate de un desaforado. Cierto es que el Diputado General quiso apagar el fuego previamente encendido con un “no me lo tomes en cuenta…”, pero la cuenta en contra ya estaba sobre la mesa.

Más allá de la anécdota, resulta poco constructivo el enrocamiento de la Diputación de Bizkaia frente al Gobierno Vasco, amparado en una LTH sacralizada por el nacionalismo, y también por el PP vasco, que les resulta más intocable que el Estatuto o la Constitución. Una sencilla alusión a unos “derechos históricos” inconcretos e indefinidos en el texto constitucional han entronizado con una fuerza invencible la LTH, sobre todo en lo concerniente a la fiscalidad. De poco sirve que el Gobierno Vasco esté obligado a suministrar servicios básicos para los vascos y las vascas, realmente costosos, para los que son necesarios fondos suficientes que, en buena medida, proceden de los impuestos recaudados por las Diputaciones. De poco sirve que haya un Órgano de Coordinación Tributaria en previsión de la posible descoordinación entre las tres Diputaciones y el Gobierno vascos, pensado para mejorar constantemente la eficacia en la gestión de los tributos. De poco sirve que la actual crisis se muestre de un modo tan implacable como una amenaza a las tres recaudaciones de los tres Territorios Históricos. A las insinuaciones del Lehendakari, que solo alertan de las consecuencias nefastas para los ciudadanos vascos, y solo convocan a la discusión compartida, se ha venido respondiendo con las más absurdas displicencias. ¡Las Diputaciones se enfrentan al Gobierno! ¡La LTH no se supedita al Estatuto de Autonomía, sino todo lo contrario! ¡El Concierto Económico se usa como un dogma con una sola interpretación posible, la nacionalista! ¿No cabe en Euskadi una cordura razonable o habrá de ser ésta también supeditada a la tradición y la historia (con minúsculas)?

El marco elegido era el más apropiado para aprovechar la dimensión propagandística de la reyerta. Los empresarios vizcaínos constituyen una organización tan potente que cualquier dicho proclamado en la asamblea anual trasciende todos los límites convencionales. Empieza a ser tan histórico como los propios “derechos históricos” de los vascos asistir al debate que puede llegar a generarse en la reunión con la curiosidad a flor de piel, esperando el gazapo correspondiente. Pero lo es ahora porque el nacionalismo no ha aprendido aún que la democracia está por encima de los Derechos Históricos, y que entre estos últimos no está la garantía de que el Lehendakari de los vascos y las vascas tenga que ser irremisiblemente un nacionalista. Ahora mismo es Patxi López el Lehendakari, y lo es en nombre de la Democracia, y gracias a ella. Ni es un arrendado ni es un impostor. Han sido los votos, como lo serán cuando las próximas Elecciones lo reclamen.

En el templo de las reivindicaciones nacionalistas hay hornacinas intocables: lo son la de los Derechos Históricos, la de la LTH, la del Concierto Económico. En esas tres hornacinas está siendo venerada una foralidad que requiere ser revisada y modernizada porque no puede llegar a convertirse ni en un fin en sí misma, ni en un instrumento usado para señalar quién es el que más manda e influye, ni en un tributo que se paga a la Historia. En esa santificación de la foralidad el nacionalismo cuenta con un aliado importante, el PP, hasta tal punto de que fueron el PNV y el PP quienes impidieron a finales del anterior año la creación de una Comisión sobre Fiscalidad en el Parlamento Vasco. Aquella actitud del PNV y el PP concuerda con el momento actual  y con la actitud tan renuente del Diputado de Bizkaia, pues no en vano el discurso de Patxi López ante los empresarios incidió una vez más en profundizar que los impuestos han de ser equilibrados y justos, no excesivos pero, sobre todo, suficientes para posibilitar que los vascos y las vascas puedan disfrutar de una Educación, Sanidad, Seguridad y Servicios Sociales adecuados para que puedan vivir con dignidad. Y dado que bastantes de tales servicios dependen del Gobierno Vasco, justo es que el Lehendakari reclame lo suyo. En realidad, la actitud del Lehendakari está siendo demasiado comedida, pues únicamente está teorizando y sugiriendo que, puesto que el Concierto nos permite establecer una imposición tributaria cuanto más eficiente, se haga después de un acuerdo compartido. Negarse a esto, como han hecho el PNV y el PP, es poner en tela de juicio la eficiencia real del entramado institucional que todos deberíamos defender con orgullo pero sin estridencias.

Nadie sabe aún quién será el que vaya a ocupar la silla presidencial en la referida celebración anual del año que viene. Tampoco lo sabe José Luis Bilbao, que solo se ha atrevido a anunciar que no será el actual lehendakari. Da la impresión de que sus desatinadas palabras sólo pretendieron molestar o impacientar desde la inoportunidad, lo cual no es ni halagüeño ni saludable. Mejor hubiera sido que, a la vista de las inevitables incertidumbres inherentes a los tiempos nuevos, hubiera aprovechado su turno para infundir esperanzas y acercar posiciones con aquellos con los que histórica y socialmente debería sentirse más cercano. Para andar por un camino salpicado de escollos es mejor irlos eliminando previamente para dejar expedito el camino de aproximación, que aprender a caminar sobre los mismos escollos con el riesgo que ello comporta. El Diputado General se equivocó gratuitamente, y bien que lo siento porque le tengo por un buen amigo (y compañero de Gabinete Foral), y un nacionalista “progresista”.

Fdo.  JOSU MONTALBAN