lunes, 29 de abril de 2013

QUÉ  LE  PASA  A  LA  DERECHA?
¿Qué le pasa a las derechas europeas? ¿Han perdido el juicio o han perdido la decencia? Ellos, que tuvieron la oportunidad de formarse, de ser bachilleres y universitarios, ¿han olvidado lo que es la ética que aprendieron en los libros de texto? Ellos, que profesan creencias religiosas en la mayoría de los casos, ¿han olvidado a qué les debe obligar el ejercicio de la moral? Las decisiones que se están tomando como respuesta a esta crisis que se presentó súbitamente ante los ciudadanos tienen un denominador común: se trata de recortes que inciden en las vidas de las clases medias y bajas, están provocando un crecimiento inaguantable de los índices de pobreza, y están abriendo la grieta que separa a los ricos de los pobres hasta límites vergonzosos. La austeridad se ha convertido ya en una palabra maldita que, aplicada a las rentas más bajas, produce inquietud y sufrimiento a las personas, y aplicada a los opulentos, del modo remiso como se está haciendo, apenas les reduce el volumen de la calderilla.
La derecha está mostrando su auténtico rostro. Su disposición a pactar con los trabajadores las políticas correspondientes al llamado Estado de Bienestar ha sido flor de unos días. En cuanto han sentido amenazadas sus fortunas las han blindado para que nadie las ponga en peligro. La actual crisis, que está siendo administrada hábilmente por gobiernos conservadores (en algunos casos con la colaboración de “pusilánimes” progresistas), se ha convertido en una oportunidad inigualable para mantener sus reservas a buen recaudo. Las derechas más cerriles han impuesto sus criterios en una Europa que se tambalea, que no garantiza nada, ni progreso ni bienestar, a quienes accedieron a ella con la ilusión de encontrar en ella protección y seguridad. Europa es ahora mismo un territorio poblado de ciudadanos asustados que sienten constantemente las amenazas de unos Organismos e Instituciones que no rinden cuentas a ningún Gobierno, cuyos dirigentes no son elegidos por sufragio sino a través de negociaciones secretas en las que participan más los agentes económicos que los agentes políticos en los que se sustenta la democracia.

Hay quien dice que esta crisis de ámbito continental precisa de más Europa, es decir, que a la falta de credibilidad y confianza que caracterizan ahora al proyecto europeo debemos responder depositando aún más fe en Europa. Puede que tengan razón, pero empecinarse en un proyecto inacabado, que está llevando a los europeos al punto opuesto al que debía llevarlos, exige al menos algo de reflexión. O Europa se redefine con parámetros actuales, o Europa no sirve como proyecto. Porque la idea de Europa excedía la dimensión economicista que actualmente tiene. Si fuéramos fieles a aquella idea primera, a pesar de que no hayamos alcanzado la unión y la unidad políticas, la solidaridad nos llevaría a la concordia entre los diferentes Estados. Por poner un ejemplo sencillo, no sería de recibo –como no lo es aunque se acepte con tranquilidad- que un país como Finlandia, autosuficiente y holgado para garantizar bienestar a sus ciudadanos finlandeses, impusiera condiciones tan dolorosas y traumáticas a los demás, que gozan de condiciones mucho más desfavorables, sin compadecerse siquiera de la situación por la que atraviesan los más pobres.

El Estado de Bienestar en peligro. El Estado de Bienestar es el más amenazado, porque primero se rebajan los impuestos a las rentas más altas con la disculpa de que es preciso preservar la Economía y activar el consumo, y después se reduce el gasto público, del que viven cada vez más ciudadanos expulsados del sistema por la crisis. Se reducen la Sanidad, la Educación y las Ayudas sociales a su mínima expresión. Se ajustan las pensiones siguiendo los infalibles cálculos hechos por economistas sin sensibilidad alguna, se reducen los periodos de cobro de las prestaciones económicas a los desempleados, que crecen en número víctimas de una economía que, amparada en conceptos como la competitividad, busca beneficios a cualquier precio.

Los capitalistas, con la clase empresarial a la cabeza, no se avergüenzan al sugerir que la solución está en que los trabajadores laboren durante más horas por salarios más bajos. Los culpables, por tanto, son los obreros que no solo son tachados de holgazanes y poco productivos, sino también de derrochadores. Peor aún, quienes se van descolgando del sistema y pasan a ocupar el lugar de los subvencionados y subsidiados, pasan a llenar el amplio grupo de los sospechosos, se les tacha de desidiosos que no buscan empleo, y de tramposos que caen fácilmente en las redes del mercado negro y la economía sumergida sin denunciar a sus presuntos ilegales benefactores.

El giro a la derecha que ha anunciado Cameron en el Reino Unido adolece de todo esto, pero las explicaciones dadas para justificarle bien poco se diferencian de las dadas en España cuando se asestaron los recortes-hachazos recién llegado Mariano Rajoy al Gobierno. Para explicar el ramillete de medidas anunciadas, -rebaja de ayudas a la vivienda, disminución o supresión de ayudas a las familias, debilitamiento de las prestaciones sanitarias, entre otras-, Cameron ha dicho que “el Gobierno quiere incentivar que busquen empleo muchos subsidiados”. Se trata de una reflexión absurda porque si la oferta de empleos es tan escasa de casi nada servirá que sean muchos los que merodean las empresas demandando empleos. Una vez más la derecha quiere cargar responsabilidades sobre quienes están sufriendo con mayor rigor la crisis, en lugar de hacerlo sobre quienes fueron artífices directos de ella.

La Derecha, principal culpable. Va siendo tiempo de encontrar culpables, porque aunque cualquier negligente en el cumplimiento de sus obligaciones sociales es responsable de la situación en mayor o menor medida, más allá de la responsabilidad está la culpabilidad de quienes se comportan de modo criminal. Recientemente un empleado de un Banco europeo (HSBC) con sede en Ginebra, hizo público un listado de personas ricas de todo el Mundo que tenían sus dineros depositados allí y que, por tanto, no pagan los impuestos correspondientes a esos dineros en sus países respectivos. Curiosamente la lista contenía nombres de españoles muy señalados y, aunque la mayoría deben ser adscritos a la derecha española, también los había famosos socialistas y de otras tendencias. La lista de Falciani (en alusión al nombre del empleado del banco, que ha sido encarcelado), se ha visto completada por otro listado elaborado por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación. Aseguran estos que el dinero que los ricos ocultan en paraísos fiscales alcanza entre 16 y 24 billones de euros, que viene a suponer más del diez por ciento del PIB del Mundo. Por tanto, estos son culpables directos de la crisis, en base a la incidencia que pudieran tener los impuestos que no pagan a sus correspondientes Haciendas. Lo son ellos, y los son los Gobiernos conservadores o de otro tipo que no les persiguen, que les ofrecen amnistías fiscales y que eluden constantemente la imposición de la famosa Tasa Tobin sobre las transferencias y transacciones financieras internacionales.

Los Bancos se han convertido en cuevas de ladrones en las que se protegen los capitales y se favorecen las productivas operaciones especulativas que con tales capitales se desarrollan. En muchas oficinas financieras a pie de calle se ofrecen créditos a precios abusivos, aunque poniendo frente a los solicitantes añagazas que les han llevado ahora a soportar la extraña culpabilidad de “haber vivido por encima de sus posibilidades”. Tal es el “delito” que se aplica a muchas gentes humildes que han sido timadas y han terminado cazadas, como el ratón en la ratonera a la que se metió atraído por el olor y la fragancia del queso.

La derecha es la principal culpable, además, del escandaloso fraude fiscal al que ampara y protege mediante silencios cómplices, leyes que favorecen a los ingresos irregulares de determinadas profesiones y amnistías fiscales. No se puede decir que el progresismo se haya empleado demasiado a fondo en tales luchas, pero las derechas se han caracterizado por lo contrario. Además, el fraude fiscal solo está al alcance de los grandes capitales. En España el fraude fiscal se sitúa cerca del 25% del PIB. Según datos ofrecidos por la Fundación Alternativas, la recaudación por tal nivel de fraude sería de más de 60.000 millones de euros, el triple de lo que España abona en intereses por su deuda.

Final. ¿Han perdido las derechas la decencia? Alguien se sentirá tentado a pedir responsabilidades a las izquierdas europeas en el mismo sentido. Sí, las izquierdas son responsables de haber obrado con laxitud, de haber permitido, -por no haber reaccionado a tiempo-, casos de corrupción flagrantes, incluso de haber abandonado algunos principios y valores que siempre estuvieron presentes en sus principios ideológicos. Pero las derechas parecen haber perdido el juicio y buena parte de la decencia.

Pedro Gutierrez, en su libro “Democracia”, que incide en la crisis y sus consecuencias, incluye la interpretación de un texto de la Biblia, del libro de Ezequiel, que viene a cuento en este momento: “Cobras usura e intereses, y te aprovechas de tu prójimo con extorsión. Te has olvidado de mí, dice el Señor Jehovah. “¿Estará firme tu corazón? ¿Estarán fuertes tus manos cuando yo actúe contra ti? Yo, Jehovah, he hablado y cumpliré: te dispersaré entre las naciones y te esparciré por los países, y así eliminaré tu impureza”. Bien se ve que la palabra del profeta Ezequiel no se cumplió.

Fdo.  JOSU  MONTALBAN               

martes, 23 de abril de 2013

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Nº 682 - 13 de febrero de 2006
Manual de infractores, de Caballero Bonald  
     
  Las infracciones liberadoras
Por Josu Montalbán
En su próximo cumpleaños va a cumplir ochenta años el autor del Manual de infractores, que es un libro de poemas tan bellos como subversivos. Caballero Bonald se define como un “anarquista con gustos de burgués”, y es cierto que su obra saca conclusiones de sus viajes y aventuras, de sus vivencias a lo largo y ancho del Mundo y de la vida. Tanto ha degustado los placeres de los lupanares gaditanos como las visiones de los crepúsculos en las Islas Galápagos, tanto le han marcado las conversaciones con sus amigos en los cafés de Bogotá como la observación de la monótona lluvia en la lucerna de un cuarto triste de París. Así ha sido como este poeta de Jerez de la Frontera ha ido forjando este manual que se convierte en un libro de pensamiento porque pone más énfasis en denunciar que en relatar y, aunque en ningún momento renuncia a lo bello, opta por lo estricto y lo eficaz. Él es el infractor, es decir que todo lo que va escribiendo, –que culmina en cada poema con una máxima o una sugerente exhortación–, forma parte de su vida, es el meollo de la utopía que le llevó a la resistencia antifranquista junto a esa que algunos llaman “generación del 50” aunque él prefiera no llamarla de ese modo.
No incita a la infracción como violación de las leyes, sino como inobservancia, trasgresión o desobediencia. Frente a la falsa sabiduría del refrán “donde fueres haz lo que vieres”, plantea ese sano desorden de quien hace lo que desea, si bien desde un compromiso social y solidario. Frente a quienes entronizan como verdad absoluta aquello que se repite cómodamente en el comportamiento de las personas, sólo por el hecho de la reiteración, propone la autenticidad. “¿Sólo podrá alcanzar a conocerse/ quien descrea de todas las verdades?”, se pregunta en el colofón de uno de los poemas.
Ningún tiempo como éste para descreer, para provocar incertidumbres en nuestras propias vidas, porque el sistema (que es un dragón que nos devora y aniquila mientras, en muchas ocasiones, creemos que nos protege) sólo desea gentes sumisas. Acierta el poeta Caballero Bonald en su poema Necios contiguos: “A chorros vociferan, declaman,/ abominan del rango de infractores, gustan/ del sonsonete atroz de las tertulias,/ consisten en ser sólo lo que son:/ el eco triste de otros tristes ecos”. Así es. Hay que decir lo que dicen para que las palabras no disuenen, y respetar las normas y los usos y costumbres con la misma fidelidad con que se respetan las leyes. En realidad se respetan las leyes porque no hacerlo conlleva sanciones y castigos, pero no respetar la lógica fatal de las costumbres conlleva la postergación y el abandono, que son penas que no se cumplen en cárceles sino que se sufren en la calle, entre la gente o al borde de la gente, en esos espacios reservados a los excluidos y los proscritos.
Caballero Bonald ha dicho en una entrevista que el primer libro que leyó fue uno de Emilio Salgari. Como casi todos los muchachos que leían libros en su tiempo. Y ha dicho que nunca fue un gran luchador social hasta que acudió al Servicio Militar y, entre otras cosas, leyó un consejo que, desde un cartel, presidía una de las estancias: “Quien manda más sabe más y siempre tiene la razón”. Para un “aventurero frustrado”, que así se autodefine, esa frase es una agresión intelectual y formal. De ahí que la deriva lógica le llevara a adoptar una actitud moral frente a la dictadura. Y fue, según ha afirmado después, esta actitud moral la que le unió a los poetas y escritores de los años 50, estructurados alrededor de tertulias literarias, revistas y proyectos editoriales, alejados de su patria raptada por Franco y sus mentecatos adláteres.
Pero, ¡ay!, también son posibles las dictaduras no dirigidas por dictadores concretos. La dictadura de las costumbres admitidas por miedo o por comodidad es tan cruel como la administrada a golpe de sable. Al fin y al cabo ambas suelen ir encadenadas. Se fraguan de modo diferente porque surgen de fenómenos distintos pero, a la postre, las dos generan gregarios y sojuzgados. Dice Caballero Bonald que la utopía fue, en tiempos del franquismo, como una “esperanza aplazada”. Ciertamente que a aquella esperanza le vencieron todos los plazos cuando advino la democracia, pero a aquel aplazamiento ha sucedido otro para la utopía de los hombres libres capaces de desobedecer a tantos poderes desautorizados tácitamente por los espurios intereses que persiguen. Es en esta sublevación ante el poder de quienes imponen, donde anida la virtud de los que descreen e infringen: “...líbrame/ de desoír al infractor/ con quien pacto de grado cada noche”. Sólo en el acuerdo entre infractores podemos depositar la confianza para derrotar a este sistema que adocena al que lo acepta y excluye a quien lo cuestiona. El sistema solo quiere adeptos y gregarios, gentes que parecen seguras de todo lo que hacen aunque se muevan como dirigidos por impulsos de Pavlov. Contra ellos también arremete en otro de sus poemas: “Materia oscura, líbrame/ de lo indudable y lo clarividente,/ sálvame del irreprochable y sus acólitos”.
La persona alcanza su auténtica dimensión cuando pregona sus imperfecciones, cuando se reprocha a sí mismo las conductas propias sin preocuparse en exceso de las ajenas. “Soy aquel que se jacta de haberse equivocado/ cuando con más facilidad pudo impedirlo”. Proliferan los que convierten en modelos a imitar sus errores sólo para no doblegar el pescuezo y pedir las pertinentes disculpas. El Mundo está siendo gobernado por servidores de un orden jerárquico en el que ellos ocupan el vértice de la pirámide, pero lo hacen con la aquiescencia cómplice de quienes se apoyan en la base, apretándose unos a otros, para defenderse de los empujones que les pueden sacar de la pirámide. Ciertamente, el tiempo constituye una de las grandes amenazas porque el hoy en que vivimos trasciende del ayer y nos introduce en el miasma del mañana, al que tememos tanto porque tanto huele a aroma de plenitud como a restos de náusea. En el fondo la vida es demasiado breve para quien disfruta lo bueno y demasiado larga para quien sufre la adversidad. El “infractor” no ha de supeditarse a ese tiempo efímero que ocupa las dos efemérides más importantes de nuestras vidas: los días del nacimiento y del fallecimiento. Caballero Bonald descarga la meta atosigada del posible infractor: “Aún es la vida y ya es la muerte”, parece narrar ese instante más o menos largo que es nuestra existencia. E incluso, en su afán por quitar importancia al tiempo, se sumerge en la inmensidad de aquel verso de Cernuda que tan bien explica esa dimensión intangible de nuestra existencia: “Donde habite el olvido/ también se habrá zanjado/ la pugna del ayer con el mañana./ Ya sólo duras por lo que recuerdas”.
Este libro que adorna esa figura, por siempre abominada por los “virtuosos de pacotilla”, que es la infracción, en modo alguno escurre el bulto. Puede que la poesía tenga algunas limitaciones para expresar la contundencia, pero en este poemario cada martillazo golpea con precisión el clavo del inconformismo. Con motivo de la consecución del Premio Nacional de las Letras, Caballero Bonald ha participado en tertulias y entrevistas. También ha sido atacado, vilipendiado, precisamente por quienes creen que toda infracción es un delito y no una forma de rebelión o un modelo de resistencia frente a unas normas sólo lógicas por asumidas y extendidas, aunque no por razonables. Quizás las mayores críticas, reaccionarias y fascistas, hayan sido las que han querido rebatir sin ideas estas certeras afirmaciones del poeta: “(Este libro) va contra la estupidez de los estúpidos. Contra los gregarios. Esos que van a las manifestaciones contra el divorcio, contra los homosexuales, contra la LOE. Contra los españoles sumisos. Ese millón de españoles que ya eran así con el franquismo. Siempre hay un franquismo latente y ahora lo alienta la FAES del señor Aznar”. Pues bien, los “neofranquistas” tienen derecho a criticarle, pero la trayectoria de Caballero Bonald, rebelándose en los tiempos del miedo, la intransigencia y la barbarie, avala su posición y le convierte en un contundente infractor al servicio de los demás: infractores o sumisos. ¡Esa es su grandeza!
Se pregunta en uno de los poemas “a quién le pediremos cuentas” de esa eterna querella que se propaga por los atolladeros de la historia. Ved y leed, estimados lectores, los dos poemas extractados del libro. En Rasgos Marginales queda patente el agradecimiento y la complicidad con otros infractores. En Secta expresa la rabia que le invade ante los sumisos y adictos al poder.

viernes, 19 de abril de 2013

“HABLAR  CALLANDITO”
Cuando era niño, apenas un mocoso de cinco años, en días fríos y lluviosos solía jugar con mis amigos en el portal de la casa de vecinos en que vivía. Éramos niños y gritábamos en exceso, por eso Felipa nos reconvenía para que no despertáramos a su hijo que dormía por las tardes ya que trabajaba siempre en turno de noche. Solía decirnos: “hablar callandito”. Ambas palabras, contradictorias por separado, tenían un significado concreto: “no haced ruido”, es decir, “callaos”. Viene a mi memoria aquella vivencia repetida, precisamente ahora que son tantas las reuniones entre líderes políticos que tienen lugar en secreto, a escondidas, con disimulo, con sigilo, a la chita callando, yo qué sé cuántas palabras o locuciones verbales más podrían ser utilizadas.
Los líderes políticos demuestran con esas actitudes que tienen miedo a la luz y a los taquígrafos. Tanto miedo tienen que incluso cuando coinciden en un acto solemne, -un aniversario, una inauguración, la entrega de un premio, etc-, optan por hablar sobre la climatología y, por si alguien pudiera interpretar algunas de sus palabras (tormenta, aguacero, tempestad, etc) relacionándola con los tiempos que nos toca vivir, ponen la mano ante la boca para protegerse de esos lectores de gestos, capaces de traducir a la escritura una conversación de confesionario.
En los últimos tiempos no paran de producirse reuniones secretas, al menos no anunciadas, a pesar de que vayan a ser tratados asuntos de la máxima actualidad, que vienen siendo desarrollados en las páginas de los periódicos. Rajoy con Mas. Mas con Rubalcaba y Navarro. Rajoy con López. López con la Izquierda Abertzale. Rubalcaba con Rajoy. Toda reunión “clandestina” es posible. ¿Clandestina? Pues sí, clandestina, aunque no se haga con intención de transgredir ninguna ley. En todo caso, estas reuniones rezuman un secretismo que no va con los tiempos que vivimos. Cuando más evidente es la crisis de la democracia representativa, porque los ciudadanos quieren participar, ante la ineficacia de quienes fueron elegidos  para representarles, éstos se atrincheran y ocultan para que no les califiquen con minuciosidad.

Hay un término que se ha venido utilizando con ligereza para definir estas labores de carácter clandestino: “mover la cocina”. Al parecer la toma de decisiones políticas exige acciones como las que se desarrollan en las cocinas: confección de salsas para acrecentar sabores y mejorar aspectos, añadido de especias, dosificación de tiempos de sofrito o cocción…, pero ¿es algo parecido a eso lo que se hace en esas reuniones clandestinas? Creo que no, en todo caso los líderes acuden a estas reuniones secretas y clandestinas después de que el debate se ha convertido en conflicto y, a veces, después de que el conflicto ya ha desembocado en un caos irresoluble. Hasta que tales reuniones tienen lugar, los líderes y sus adláteres han enardecido a sus huestes y han encolerizado a sus adversarios con proclamas que, aunque se supieran irrealizables y por ende quiméricas, tuvieran el tirón propagandístico suficiente para cimentar su propio liderazgo. Solo cuando ese proceso flaquea, y ven tambalearse sus liderazgos, acuden a estas estrategias basadas en el compartimiento de los riesgos. Si no se hubieran adentrado en sus exclusivos desiertos, si no se hubieran conminado en las torres de marfil de sus liderazgos “tan almenados como frágiles”, no se sentirían tan solos y no tendrían que ocultar sus propias palabras.
Decía recientemente Caballero Bonald que el silencio “es también una buena palabra”. Puede ser que el ejercicio de la Política necesite de más silencios, pero estoy seguro de que necesita muchas menos reuniones clandestinas entre líderes. Porque los ciudadanos reclaman participación y entendimiento. Participación que vaya más allá del mero ejercicio electoral, porque los ciudadanos se han sentido burlados por los políticos y por sus promesas. Entendimiento porque tanto secretismo pactista ejercido en recovecos, cuevas o cloacas, solo denota miseria intelectual. La Democracia ha de exigir esfuerzos para que los liderazgos se cimenten en la participación social y no al revés, porque los ciudadanos siempre están presentes, mientras que los líderes mueren algún día.
Caballero Bonald, tras denunciar el hartazgo que sintió en el periodo abominable del Gobierno Aznar en España, disecciona el momento actual: “Estamos en un momento peor si cabe; la gente ya no cree en nada ni en nadie, hay mucho gregario y mucho sumiso, los corruptos  se alían con los corruptos, las ideologías se fueron al carajo, los políticos andan todo el día diciendo cosas que ellos mismos saben que son mentira. Ya solo sobreviven las manipulaciones del poder financiero”.
Fdo.  JOSU  MONTALBAN    

sábado, 6 de abril de 2013

LA  DIFICULTAD  DEL  NUEVO  TIEMPO 

Aún hay tiempo. Hasta el día 26 de Abril se pueden presentar las enmiendas a la totalidad, que ya han sido anunciadas, al Presupuesto que el Lehendakari Urkullu ha presentado para este año 2013. Lo cual quiere decir que nos pasaremos (ya nos estamos pasando) más de la tercera parte del año administrándonos mediante un presupuesto prorrogado, cuyas cifras nada tienen que ver con la realidad, de modo que buena parte de los gastos que se vienen autorizando no tienen otro soporte que las cifras que propuso hace mucho más de un año el antiguo lehendakari Patxi López, y que solo debían servir para el año 2012.
Que se podía llegar a esta situación complicada lo sabían todos los líderes políticos que concurrieron a las Elecciones autonómicas últimas. Sin embargo, nadie fue capaz de mostrar este recelo cuando, en la noche electoral, cada uno de ellos comentó los resultados. Ni el PNV, cuya clara victoria imposibilitaba a los otros llegar a acuerdos que le destronaran. Ni los demás, mucho más empeñados en poner paños calientes a sus derrotas. Y por si fuera poco, en un alarde de irresponsabilidad, apenas se preocupó el PNV ganador en articular, siquiera de modo provisional, algún acuerdo que le procurase cierta tranquilidad en sus primeros y decisivos pasos. Su elección de la llamada “geometría variable” como método para ir sacando adelante sus propuestas, ha sido una decisión descabellada que resulta, como se está viendo, ineficaz. La Izquierda Abertzale tiene claro que su lucha está en el debate soberanista (donde el PNV no está, por ahora). El PSE aún rezuma un resquemor por haber sufrido en sus carnes, mientras gobernaba, los empellones de un PNV enrabietado e intransigente. El PP vasco bastante tiene con llevar la pesada cruz con la que le ha cargado Rajoy. Y UPyD, que pudiera decidir entre izquierdas (PSE y Bildu), y derechas (PNV y PP), no parece dispuesta a hacerse el harakiri.
Bien, este es mi análisis de la situación. En esta tesitura Urkullu ha presentado un Presupuesto en el que la disminución de los ingresos lleva a la restricción en los gastos. ¿Quién puede estar dispuesto a cargar con esta cruz, camino del Calvario? Nadie, porque puede ser que acabe crucificado, y porque Cristo (es decir, Dios) no hay más que uno en toda esta procesión: el Lehendakari Urkullu.
Los líderes de la oposición se muestran a la defensiva. Con el PNV y el lehendakari Urkullu contra las cuerdas, ellos apuestan porque tire la toalla en cualquier momento, ya sea retirando el Presupuesto y disponiéndose a tramitar otro, o bien convocando unas nuevas elecciones, amparándose en que la difícil situación económica, -crisis y desempleo-, precisa un Gobierno fuerte. Y yo creo que se confunden unos y otros, aunque me apresuro a decir que yo no tengo una fórmula impecable ni una varita mágica. En todo caso, la cerrazón del PNV a analizar la cifra de los ingresos mediante cambios importantes en la recaudación fiscal, que depende de las Diputaciones Forales, es contraproducente para todos, a excepción de las clases sociales más altas y adineradas. Esa, que sería la única vía aceptable para pactar con el PSE, es además la vía más lógica. Y toda vez que implicaría la retirada del actual Presupuesto para presentar otro, debería dar pie a una negociación mucho más ambiciosa que terminara en un pacto de legislatura entre el PNV y el PSE, incluso en la conformación de un gobierno de coalición.
Lo demás es hablar de pájaros y de flores. La frase de Josu Erkoreka: “La abstención facilitadora sería una buena noticia y una solución bienvenida”, más parece el “SOS” de un náufrago que la voz de un capitán de navío. Porque tal “solución” podrá devolver un poco de aliento al Gobierno que se ahoga, pero solo es la acepción en el terreno práctico en que ahora estamos del “pan para hoy y hambre para mañana”. La dificultad de los actuales tiempos no precisa abstenciones coyunturales, sino posicionamientos firmes que infundan vigor en los políticos que administran, y esperanza y confianza en los ciudadanos administrados.

Fdo. JOSU  MONTALBAN   

miércoles, 3 de abril de 2013


Cien días de Gobierno Vasco de Urkullu
LA CACHAZA DEL GOBIERNO VASCO
El día en que se celebraron las Elecciones, a las once de la noche, los resultados provocaron reacciones bien diversas. Los líderes políticos, sumergidos en las quimeras interpretativas de aquellas cifras, se entregaron al triunfalismo en unos casos, y a la conmoción en otros, pero según se ha visto las consecuencias de que aquel enrevesado puzle haya ido mostrando tan escasas posibilidades de solución  han hecho que ahora todo sean preocupaciones por parte de quienes deben gobernar, y dudas e incertidumbres por parte de quienes ven los toros desde la barrera, es decir, desde la oposición. La situación es complicada, porque el torero no muestra la valentía suficiente, y porque el toro muestra unas hechuras que provocan miedo, cuando no estremecimiento.
El resultado está siendo el cachazudo comportamiento del Gobierno Vasco, cuyas únicas actuaciones hasta este momento han sido las reuniones con los líderes políticos de los partidos presentes en el Parlamento Vasco, las realizadas con los dirigentes empresariales y sindicales, y las realizadas con los responsables del movimiento asociativo relacionado con el ámbito social y con la pacificación y la convivencia derivadas de la aún reciente beligerancia asesina de ETA. Ah, y la presentación de Un Presupuesto que Urkullu definió como “único posible”, que disminuye, en mayor o menor cantidad, todas las partidas de los Presupuestos anteriores. En tales encomiendas ha venido ocupándose el Lehendakari Urkullu que, para su desgracia, no ha encontrado ni una sola mancha o borrón que adjudicar al anterior gobierno de Patxi López. Las cuentas están al día y nadie puede vincular ninguno de los signos o amenazas de futuro a los delirios o defectos del pasado.
El PNV tenía prisa por recuperar la Lehendakaritza (Presidencia), excesiva a tenor del escaso interés mostrado por conformar un gobierno amplio y estable que solo podía conformar mediante coaliciones con EHBildu o con el PSE. Ciertamente, con EHBildu habría conformado un gobierno más amplio, pero no estable, amenazado constantemente por los delirios soberanistas de la Izquierda Abertzale. Con el PSE el gobierno sería menos amplio pero mucho más estable, por las propias características de ambos, por las experiencias compartidas anteriormente y por las concepciones del País de ambas formaciones. Pero el comportamiento del PNV durante los tres años y medio que duró la legislatura del Patxi López no favorecía ningún acuerdo. El mayor vértigo lo sintió el PNV, incapaz de pedir a sus votantes un cambio de dirección tras demasiados años de oposición a ultranza al autonomismo defendido por los socialistas vascos.
¿Qué nos deparará el tiempo venidero? Puede ser que nos depare alguna sorpresa, porque se agota el tiempo que el nuevo Gobierno se dio para aprobar un Presupuesto para el 2013. Y no sirve cualquiera: ni por los tiempos complicados que atravesamos, ni por las características de la sociedad a la que van a ir destinados, donde el paro crece en exceso y la recaudación fiscal decrece con parecido exceso. Además, ¿dónde buscar alguien que condescienda con las cifras presentadas y, al menos, se abstenga? Si lo hace mirando al PP recibirá las mismas críticas que el PP viene recibiendo en el Estado. Si lo hace mirando al PSE se verá abocado a una revisión de la política fiscal que pondrá en entredicho a la Institución más importante de cuantas gobierna, la Diputación Foral de Bizkaia. Y si lo hace mirando a EHBildu correrá dos riesgos a la vez, provocar una inestabilidad que va a ser incapaz de dominar y arriesgarse a ir perdiendo sus apoyos en beneficio de la Izquierda Abertzale, es decir, arriesgarse a criar a los  cuervos que luego le saquen los ojos.
 Mientras, el Lehendakari subraya la “crudeza” de las cuentas públicas, y ruega a los partidos de la oposición que obren con “realismo”. Desde otro lado el PSE ha dicho que el proyecto presupuestario reproduce “al pie de la letra” el ajuste que está aplicando el Ejecutivo de Rajoy en España. Y debe ser verdad, porque el popular Basagoiti también ha puntualizado en el mismo sentido: “No cuadra criticar los presupuestos de Madrid y defender los propios con ardor. ¿Qué diferencia hay entre unos ajustes y los otros?” Urkullu se obstina: “Tenemos que aplicar el rigor. Tenemos que aplicar ajustes que no se han aplicado con anterioridad, y tenemos que controlar el endeudamiento”. Estas frases, debidamente interpretadas, servirían para realzar la gestión del anterior Gobierno de Patxi López, porque los datos suministrados recientemente corroboran que cumplió los objetivos de déficit desarrollando políticas que respetaron las políticas garantizadoras del Estado de Bienestar.
Va a ser muy difícil contentar a todos.  ¿Será posible contentar a alguien, más allá de quienes votaron al PNV para que ganase? El sindicato mayoritario, ELA, ha dicho por boca de su secretario general Txiki Muñoz que “no hay ninguna posibilidad de que ELA alcance acuerdos con el Gobierno de Urkullu”. Las decisiones tomadas por Urkullu respecto de la paga extra no pagada a los trabajadores públicos, y la aprobación por Decreto de un paquete de condiciones laborales respecto a horarios y compensaciones, han constituido un banco de pruebas que ha alejado a ELA y al resto de centrales sindicales vascas. ELA ha advertido ya de que no se sentará ni participará en una nueva Mesa de Diálogo Social en caso de que se pusiera en marcha. ¿Cabe mayor rebelión?
¿Y los presos vascos? ¿Y la reconciliación, la pacificación y la convivencia entre todos los vascos? De bien poco ha servido que Urkullu haya puesto al frente de la Oficina para la Paz y la Convivencia a Jonan Fernández, en un guiño hacia EHBildu, teniendo en cuenta su vieja pertenencia a la Izquierda Abertzale. En todo caso ETA ya ha anunciado que descarta pedir perdón por el daño causado. El asesino etarra Txeroki lamentó en su momento “el sufrimiento ocasionado a todos los ciudadanos que no tenían ninguna responsabilidad en este conflicto”, pero se ha negado a seguir avanzando porque “en los últimos treinta años lo que ha habido en Euskadi ha sido una confrontación entre dos bandos, una guerra que les enfrentaba a los aparatos del Estado”. También esta patata caliente ha caído en las manos de Urkullu. El futuro es también una incógnita en este sentido.
En resumen, cabe subrayar cierta inacción del Gobierno de Urkullu, motivada por su propia debilidad y por la falta de apoyos para abordar lo más urgente: la aprobación de un Presupuesto aceptable para el 2013. Lo más evidente es que Euskadi tiene un Gobierno escasamente eficaz para las dificultades de este tiempo. Ya han pasado cien días, los cien días de cortesía. Para celebrar la fecha el Lehendakari ha reunido a más de doscientas personas, -elegidas al azar, se ha informado desde Ajuria Enea-, para rendir pleitesía a la política-espectáculo que está tan de moda desde que Obama, y otros poderosos, la utilizaron. Pidió esfuerzos y le aplaudieron, anunció recortes “inevitables” y le aplaudieron, explicó disminuciones de partidas y le aplaudieron. Hay quien dice que el encuentro fue un éxito, sin más, pero hay también quienes dicen que la razón por la que fue tan aplaudido es que no habían sido escogidos al azar. Yo me adhiero a estos últimos, porque la cortesía, tantas veces esgrimida para justificar la ausencia de críticas por parte de la oposición política, bien puede ser trasgredida por la urgencia del momento.
PRESUPUESTO Y PACTOS
El Hombre fuerte del Gobierno de Urkullu, Erkoreka, definió bien la situación actual en el encuentro del Lehendakari con los ciudadanos vascos: “Todos sabíamos que no veníamos a un balneario (sobre los Consejeros del Gobierno), sino a afrontar un reto de dimensiones descomunales”. El primer capítulo de ese reto se ha presentado ya, de forma brutal, se trata de la aprobación del Presupuesto para el 2013.
Para que alguna formación política  ampare al Gobierno en este trance no basta con buena voluntad y, si se recurre al cambio de cromos, solo el PP podría acudir a la llamada, pero los números no son suficientes entre ambas formaciones. Por eso Urkullu parece dispuesto a abandonar la “geometría variable” a la que se aferró al conocer los resultados electorales para quedar bien con todos. Ahora busca pactos serios. El Presupuesto que Urkullu pretende aprobar no es halagüeño para nadie. Con 1.200 millones menos no cabe la algarabía. Nadie puede creer que tal disminución pueda pasar desapercibida en la política diaria. Por si fuera poco, el Consejero de Hacienda ha informado de que la recaudación sigue cayendo: un 3,6% en los dos primeros meses de 2013.
La imposibilidad de tocar el capítulo de los Ingresos, a través de la reforma fiscal que el PSE pretende, aleja el acuerdo entre ambos, por ahora. De poco sirve que, usando un desglose interesado, Urkullu subraye que el gasto social supone más del 70%, porque cada partida disminuida denota que serán menos las personas y las necesidades atendidas. Es cierto que el esfuerzo es superior en la preservación de la Sanidad y la Educación, cuyas partidas disminuyen menos, pero la Obra Pública se queda en casi nada y las políticas que puedan reactivar la Economía y crear Empleo disminuyen considerablemente. Incluso la imagen social del Presupuesto se ve deteriorada por la desaparición de partidas destinadas a la Cooperación.  Poco dice el Presupuesto en cuestión de políticas medioambientales. Menos mal que la “desaparición” de ETA permite liberar algún ahorro en las políticas de Seguridad.
La necesidad de contar con un Presupuesto ha suscitado un debate nuevo: la inevitabilidad de un pacto serio y estable entre las fuerzas políticas. La voz de Urkullu pidiendo responsabilidad a la oposición ha sonado con tintes lastimeros, y su voz pidiendo “acuerdos” es apremiante. Los analistas políticos interpretan sus palabras como llamadas destinadas al PSE que, como novia despechada durante los tres últimos años en el Gobierno con Patxi López de lehendakari, sigue en sus trece y niega al PNV toda colaboración que vaya más allá del intercambio de nombres para algún puesto institucional. El analista Alberto Ayala escribió en este sentido: “Sabin Etxea soñaba con otro escenario postelectoral, confiaba en que el PNV y PP sumaran mayoría absoluta, pero no llegó. Urkullu se lanzó a gobernar en minoría en solitario, el futuro se fiaba a la geometría variable, con especial atención a los socialistas. Solo cien días después, el lehandakari, el PNV, parece confiar ya poco en geometrías de ningún tipo. El objetivo es alcanzar pactos estables con el PSE”.
Pero además, otras voces se han alzado que pretenden dulcificar las tensas relaciones entre el PNV y el PSE. La Presidenta del PNV en Bizkaia ha puntualizado que, frente a la negativa del exlehendakari Patxi López de llegar a pactos con el PNV, “hay más gente dentro del PSE que sí tiene la voluntad de llegar a acuerdos con el PNV”. Tal frase fue condimentada  con loas al socialismo vasco: “El PSE es un partido responsable, que conoce muy bien la situación de Euskadi, y recapacitará. López sabe que la responsabilidad pasa en este momento por llegar a acuerdos con el PNV”. Fue providencial que en el mismo diario en que Itxaso Atutxa hiciera estas declaraciones, el socialista Ramón Jáuregui se posicionó con tanta cautela como responsabilidad: “Lo primero que tienen que hacer PSE y PNV es negociar. Y si llegan a un acuerdo éste tiene que contemplar un pacto de amplio recorrido con la mirada puesta en el 2015 y una posible recomposición de las alianzas tras las municipales. A mi juicio el PNV y el PSE tienen que explorar esa vía (…) Si el PNV se abre a esa posibilidad será bueno para el país”. ¿Habían hablado entre ellos?
El PNV y el PSE se han encontrado, frente a frente, en este cruce de caminos: el PNV ha llegado por la amplia avenida del triunfo electoral, y el PSE por el escabroso sendero de la derrota. Han de mirarse a los ojos, bajar ambos sus cabezas en señal de humildad y compartir el destino. Porque el camino a seguir, o es compartido o será escabroso y angosto para todos. Un gran pacto, de amplio recorrido, como explicó Jáuregui, que se ocupe de lo esencial, es decir, de la vida de los vascos.           
 Fdo. JOSU  MONTALBAN