Mi voz poética


TRILOGIA DEL TIEMPO

UNO

Antaño vi estos montes y eran montes,
como hoy, mansos y callados.

Ni el rigor del otoño los arredra
ni los fríos inviernos los encogen.
No les hacen henchidos las suaves primaveras
ni los veranos, ¡ay!, los enardecen.

El tiempo solo es un juezo complaciente
que examina las huellas del destino
y nos hace culpables
de tan bella y suave monotonía.

DOS

Hurgad bajo las flores,
arrancadle a los tallos las espinas,
dejad que se marchiten.

Cuando sean
leñosos tallos muertos
adornados de hojas enroñecidas,
coronados por pétalos ajados
que a nada huelen y tanto recuerdan,
tendeos a soñar sobre la hierba
y ved las mariposas que, vistosas,
sobre la blanca flor revolotean.

Muy pronto no estarán. Acaso
habrá una lluvia de hojas
goteando sobre vuestros hojos
que, sin habérselo propuesto,
verán pasar el tiempo.


TRES

Cada noche sucede que el artífice,
en silencio, dibuja el nuevo día.

Pone niebla si su ánimo es difuso,
sol si se encuentra henchido de esperanza
y cerrazón de nubes, y llovizna
si es grande y voraz su pesimismo.

Pura improvisación. Pura ocurrencia.
Un nuevo día es otro, y otro es el nuevo día,
eternamente igual aunque distinto,
tenuemente distinto pero idéntico:
la vida solo es tiempo repetido.



Los días olvidados

En el viejo zurrón,
entre el pan y los víveres,
al rigor del camino reservados
van, revueltos, los días olvidados.

Como migas de pan endurecidas
van de aquí para allá
ocultándose entre las costuras,
criando mohos grises
que simulan terciopelos efímeros.

Huyen ante las manos temblorosas
que buscan nuestro impulso
para dar fin feliz a la aventura
de vivir…

…Y alguna vez
se ponen al alcance de los dedos
en los que creen que está la Memoria.

Mas recordar los días olvidados
es caminar de espaldas,
disponerse a morir, no esperar nada.