domingo, 18 de noviembre de 2012

GOBIERNO  PROVISIONAL
¿Estaremos ante la configuración de un gobierno provisional en Euskadi? Todos los síntomas denotan que de eso se trata. Tras la primera lectura de los resultados electorales del 21-O, todo hace presagiar que la brillante victoria del PNV ha resultado demasiado escueta, dejando al próximo Lehendakari y a su Partido en una encrucijada con dos únicos caminos posibles para garantizar al próximo Gobierno las condiciones idóneas y las virtudes que debe tener un Gobierno, máxime cuando va a gobernar en medio de una crisis económica y social de gran envergadura. Y no solo eso, porque ha de apechugar con el proceso de pacificación y el final definitivo del terrorismo, aún no consumado, y ha de administrar la pulsión nacionalista y secesionista que, iniciada en Cataluña, extiende sus intenciones y tentáculos por nuestra Comunidad Autónoma Vasca.
¿Puede gobernarse en minoría esta situación? Yo estoy convencido de que no es posible, porque aunque es evidente la dificultad para que los grupos que conformarán la oposición se ponga de acuerdo para elaborar leyes o proyectos alternativos a los que impulse el gobierno en minoría, será muy fácil que coincidan, por razones diferentes, en el rechazo a las propuestas que presente el PNV. Más aún, el enmarañado entramado institucional vasco pondrá todo de su parte para entorpecer la acción del gobierno. Las Diputaciones, en manos de tres partidos diferentes, y los Ayuntamientos más importantes, igualmente distribuidos de forma poco homogénea, malamente remarán en la misma dirección que el gobierno si no media un Pacto superior que lo determine. De modo que este Gobierno partirá con la debilidad de estar apoyado por muy poquito más que la tercera parte del Parlamento, y con la inestabilidad propia de los gobiernos débiles que, -como va a ocurrir en la Cámara Vasca-, tendrá en la oposición grupos tan diferentes, antagónicos e irreconciliables como son EHBildu, PSE o PP.
A falta de un liderazgo consistente el Lehendakari y su Gobierno se verán tan respaldados en público como censurados en lo privado por quien ha dirigido al principal grupo opositor suyo en el seno del PNV. Egibar actuará públicamente con la máxima lealtad, pero nada estará suficientemente garantizado dentro de Sabin Etxea. Sería bueno saber cuál ha sido el papel y la posición mostrada por Egibar en las negociaciones y en sus prolegómenos, pero no siempre una persona disciplinada en su proyección externa es condescendiente y acomodaticia en los avatares internos. De cualquier modo, estas reflexiones que yo traslado al texto solo están avaladas por las observaciones de la realidad y por las interpretaciones personales mías. Será mejor que, a partir de ahora, fundamente mis reflexiones en dichos y hechos constatables.
Las palabras del burukide Koldo Mediavilla en la rueda de prensa en la que anunció que el PNV había decidido gobernar en minoría fueron demasiado escuetas, y en todo momento supeditadas a acuerdos o coaliciones en el futuro. Si en el futuro aparecen tan nítidas, ¿por qué ahora se muestran tan difusas? ¿Qué se espera de esta legislatura para que se abra un nuevo tiempo que permita alianzas firmes? Las palabras de Mediavilla fueron contundentes: “no se dan las condiciones para conformar un Gobierno de coalición coherente y sólido”. Si bien, “se puede hablar de todo y llegar a acuerdos con todos con tiempo”. O sea, que las circunstancias son más importantes que lo esencial en este momento. Luego será prioritario hacer frente a esas circunstancias indefinidas que impiden ahora cualquier tipo de pacto. Ahora , lo más urgente para el PNV ha sido justificar su decisión. “Es preferibles acelerar la formación de un Gobierno de trabajo que dé respuesta a las urgencias económicas y presupuestarias del país, a pactar una alianza estable en unas condiciones que no son las idóneas para responder a los retos del país”, ha dicho Koldo Mediavilla.
Ahí está la auténtica clave de este asunto, en la definición de los retos del país, y en el riesgo que está cada cual dispuesto a asumir tras decidirse por un reto o por otro. El burukide admitió que “hay una demanda social de acuerdos, y rápidos”, pero todo quedó en remitir al futuro la consumación de tales acuerdos. Si el PNV quiere atender y dar respuesta a la demanda social a la que se ha referido, le caben dos posibilidades: o satisface la demanda soberanista de la mano de EHBildu, con el consiguiente riesgo de abandonar el marco constitucional y empujar a buena parte de sus votantes y simpatizantes al ámbito de la Izquierda Abertzale; o satisface la demanda de ámbito económico y social de la mano del PSE, dejando para tiempos mejores sus intenciones de modificar el status de Euskadi en su relación con España.
Esta disyuntiva produce vértigo en el PNV, porque le aleja de los cómodos caminos que siempre ha transitado. Porque salvo en las declaraciones más solemnes, repetidas en sus grandes celebraciones, la reivindicación del PNV no ha pasado del autonomismo, aunque basado en Derechos Históricos que, hábilmente, ha convertido en privilegios respecto a otras comunidades autónomas y regiones españolas.  Todas las propuestas de revisión del status, desde el Plan Ibarretxe hasta este otro que Urkullu ha esgrimido en la última campaña electoral, no han pasado de ser añagazas para obtener sufragios. Por cierto Añagazas inútiles y de escasa credibilidad.
En todo caso, ha de ser Urkullu el que resuelva sus dudas, supere su propio vértigo y elija el camino que mejor le parezca. Lo cierto es que la provisionalidad no es aconsejable para ningún gobierno, salvo porque no se sepa qué camino tomar. También cabe que sea la división que impera en el seno del PNV la que esté impidiendo a Urkullu tomar una decisión tan complicada o condicionadora del futuro. El resultado final va a ser que, en tanto se resuelva la provisionalidad, el Gobierno Vasco va a ser más débil y menos apoyado parlamentariamente que el anterior de Patxi López (27 apoyos a Urkullu, frente a los 38 –PSE y PP- que apoyaron a López. Y va a ser también menos estable como consecuencia de esa debilidad. Sobre su eficacia aún no hay nada escrito, pero la provisionalidad juega en su contra.
Fdo.  JOSU MONTALBAN