miércoles, 2 de enero de 2013

DESPEDIDA DEL LEHENDAKARI  PATXI  LÓPEZ

El fértil periplo presidencial de Patxi López, entre 2009 y 2012, ha dejado engarzado el eslabón socialista  en la cadena de lehendakaris (Presidentes del Gobierno Vasco). A pesar de todo no será fácil que tal acontecimiento sea aceptado con la debida naturalidad, y mucho menos divulgado sin estridencias. En ámbitos propios de la intelectualidad el Gobierno de Patxi López solo es un pasaje de la Historia. Inesperado, en un principio, pero con el paso del tiempo un pasaje más que debe ser entendido, interpretado y valorado con la debía rectitud, pero en Euskadi vive desde hace algún tiempo, -desde hace diez años menos que el socialismo-, un nacionalismo que siempre se ha debatido en el cortante filo de la navaja, que ha fundamentado la posible legitimidad de los gobernantes vascos en rasgos etnicistas, territoriales y de pertenencia a una colectividad caracterizada por factores culturales demasiado estrictos, usos y costumbres específicos, adscripciones religiosas casi obligatorias y defensa numantina (perdón) de los “nuestros” frente a los “otros”, de los nativos frente a los llegados de otros lares. Estos principios se cimientan en una fe inquebrantable y en el tesoro inigualable que constituye su lengua, -el euskera-, que tanto diferencia como identifica a quienes vivimos en Euskadi.
Recién elegido quien va a gobernar durante los próximos cuatro años, -Iñigo Urkullu, del PNV-, los periódicos se han llenado de de reportajes elaborados para la ocasión. En todos ellos se intuyen los esfuerzos hechos por sus autores para opinar con cierto rigor, informar con la debida precisión y documentar con suficientes garantías. Aunque mi reflexión pretende únicamente recorrer la última travesía dirigida por Patxi López, será bueno hacer un sencillo inciso relativo a la Historia de los Lehendakaris vascos tomado del Diario de mayor tirada de Euskadi: “La milenaria historia de Euskadi solo ha contado con ocho presidentes que han gobernado todo el territorio: uno como cabeza del transitorio Consejo General Vasco, órgano preautonómico que encabezó el socialista Ramón Rubial, y siete lehendakaris. Seis de ellos, nacionalistas –José Antonio Aguirre, Jesús María de Leizaola, Carlos Garaikoetxea, José Antonio Ardanza, Juan José Ibarretxe e Iñigo Urkullu-, y uno del PSE, Patxi López”. Este rigor informativo contrasta sin duda con la interpretación del nacionalismo para el que Ramón Rubial nunca fue el máximo gobernante de los vascos porque el Consejo General Vasco fue un órgano preautonómico, aunque no cuestionen, ni siquiera puntualicen, que los dos primeros lehendakaris, -es decir los dos primeros eslabones de la cadena-, no fueron elegidos por las urnas y lo fueran, el uno impulsado por la urgencia del levantamiento militar que provocó la Guerra Civil, y el otro por la doble urgencia del ataque cardiaco sufrido por el Lehendakari Aguirre, con solo 56 años, y la necesidad de mantener vigente aquel Gobierno Vasco que funcionaba desde el exilio, en plena dictadura franquista. Así que, al margen de cuántos sean los eslabones que forman la cadena de lehendakaris, nadie se atreverá ya a negar que hay un eslabón socialista: Patxi López.
Si su andadura como lehendakari ha sido complicada, su balance final es mucho más que satisfactorio para Euskadi y para los vascos. Ciertamente, ha tenido que superar muchos escollos, algunos inherentes al propio cargo, pero otros han ido añadiéndose por parte de quienes, enrabietados, se han empeñado en proclamar que las circunstancias, -no ser del partido más votado en el 2009, no concurrencia de “todas las sensibilidades” a las Elecciones, etc…-, ilegitimaban su acceso al poder. Más allá de tales circunstancias los ataques personales le han llovido en los más variados formatos, a lo largo de gran parte de la Legislatura. La naturalidad del lehendakari López hizo mella en el nacionalismo destronado al que Ibarretxe había llevado al terreno del delirio con aquel Plan que ponía en riesgo la convivencia de los vascos de todas las tendencias políticas, porque ignoraba la composición ideológica de la sociedad vasca, daba la espalda al marco jurídico y convertía el autonomismo que unía a la mayoría de los vascos en un mero trámite histórico entre la falta de libertad y la quimérica independencia. Patxi López ha sido, por tanto, el eslabón que ha evitado que la cadena se quiebre. A pesar de todo Iñigo Urkullu, que es el Presidente del PNV, se permitió subrayar sobre Ibarretxe que “será difícil que haya otro Lehendakari como él”. No estaría mal preguntarle, ahora que es él el lehendakari de los vascos, si sigue pensando lo mismo.
Porque casi al tiempo que el PSE ultimaba de forma meteórica su acuerdo con el PP para gobernar, el PNV se esforzaba para hacer valer sus 30 escaños del 2009 e impedir ese eslabón socialista en medio de la cadena nacionalista. Y era tan importante ese logro, que llegó a proponer el cambio del mismísimo Ibarretxe para forzar el acuerdo que les diera la Presidencia, es decir la Lehendakaritza. No se sorprendan porque precise el término. El nacionalismo ha excluido a todos los no nacionalistas de los “honores” a ellos reservados. En el año 2009, en uno de esos artículos flamígeros del senador vasco Iñaki Anasagasti, criticaba la llegada de Patxi López al Gobierno. En su blog, en el que el senador viene almacenando su propiedad intelectual, el también nacionalista Gorka Knörr hacia la siguiente aportación: “Acabo de leer tu artículo sobre esa ridiculez que quiere hacer el futuro Presidente López con la fórmula del juramento…Ves que utilizo Presidente en lugar de Lehendakari. Ni una vez diré Lehendakari López”. Y bien, alguien pensará que siempre caben intransigencias mayores frente a las pequeñas, pues no en vano Gorka Knörr huyó del PNV junto con el primer lehendakari vasco elegido por medios puramente democráticos, Carlos Garaicoetxea. Pues no. El senador Anasagasti le respondió con este broche final: “Yo, querido Gorka, añado un nuevo argumento. El término Lehendakari solo debería ser usado por partidos de ámbito vasco, nunca por partidos de ámbito estatal español. Que le llamen Presidente como a Zapatero”.
Eso que Gorka Knörr llama “ridiculez”, sobre la fórmula del juramento del cargo de Lehendakari bajo el Árbol de Guernica no era otra cosa que modernizar los textos utilizados por los anteriores lehendakaris. Euskadi precisaba actualizarse y, en ese sentido, fue Patxi López quien arriesgó eliminando la vieja fórmula, mucho más acorde a la Edad Media que a la contemporaneidad. Esa ¡”ridiculez” consistía en eliminar el crucifijo de la mesa del Juramento y posar su mano sobre un ejemplar del Estatuto de Guernica en lugar de hacerlo sobre uno de los 252 ejemplares de la Biblia en euskera, edición que data del año 1865. Igualmente el Lehendakari López omitió una frase de la fórmula de juramento tradicional: “Humillado ante Dios”. ¿No es lógico que eliminara esa frase en el contexto que vivimos actualmente? Lo curioso es que Iñigo Urkullu también ha apartado la simbología religiosa en su juramento. ¿Seguirá siendo ridícula esa actitud para los nacionalistas?
El eslabón socialista no solo ha aportado frescura y contemporaneidad al anquilosado ritual nacionalista sino también estética. Por cierto, una estética que provocó incertidumbres a pesar de las positivas valoraciones que cosechó. Porque Patxi López, con la naturalidad e inclinación lírica que le caracteriza, utilizó dos poemas para adornar su Juramento. El crucifijo no lo fue, ni la Biblia, pero los vascos y vascas que asistimos escuchamos el poema “Maiatza” (“Mayo”) en euskera, del poeta vasco Kirmen Uribe, con alusiones constantes a la esperanza ante un nuevo tiempo: “Ven y hablaremos de las cosas de siempre/ del valor que tiene ser amable/ de la necesidad de arreglárnoslas con las dudas/ de cómo llenar los huecos que tenemos dentro/ Ven, siente en tu rostro la mañana”. Y leyó otro poema del Premio Nobel Wislawa Szymborska que consegró la diversidad de los vascos empeñados en un mismo destino, obligados a una misión compartida: “Entre sonrisas y abrazos/ verás que la paz se fragua/ aunque seamos distintos/ como dos gotas de agua”. Nada de esto pasó desapercibido, pero también saltaron las polémicas en medio de la sorpresa. El poeta vasco de quien tomó los versos lo explicó aunque no sin dudas: “…esto no significa que la genta vaya a asociar ni a mí ni a mi obra con una corriente política”. Me queda la duda de si se hubiera expresado con en los mismos términos si hubiera sido un nacionalista el que lo usara. En todo caso, ese miedo escénico del poeta vasco ante el desacostumbrado acontecimiento quedó limitado por dos frases: “Ha sido un detalle y me honra”, y “sí, ojalá sea para bien”.
Los casi cuatro años de andadura no han sido sencillos para López, por la crisis y la difícil convivencia social y política que imperaba en Euskadi, pero sobre todo por el furor de un nacionalismo que se sentía expulsado de sus dominios exclusivos, por la colonización de sus tierras y posesiones a manos de unos “extranjeros” españoles. Y así fue que se acusó al lehendakari López de “holgazán” frente a la acendrada característica vasca de la diligencia. Así fue que se le tildó de impropio por no hacerse entender en euskera, aunque todos entendiéramos lo que decía. De poco sirvió que prometiera aprender el idioma porque el nacionalismo vasco los exige ya aprendidos, lo cual excluye de poder acceder al cargo a más de la mitad de la población. Así fue que le fue criticada su afición a la música, crítica que arreció cuando apareció en la portada de una revista interpretando al saxofón. Así ha venido siendo con las arremetidas en torno a su preparación y formación, a pesar de que su actitud haya sido, con mucha diferencia, la más humana y cercana hacia los ciudadanos a los que ha gobernado. Y bien, ¿tendrá el nacionalismo algo qué decir de las características de Iñigo Urkullu, tan paralelas y semejantes a las de Patxi López: parejos en preparación, paralelos en su trayecto político militante, afiliados a sus partidos casi desde niños, los dos “euskaldunberris" (que no hablan euskera desde la cuna), los dos discretos en sus ademanes?
Pero el nacionalismo va a seguir, erre que erre, ignorando el eslabón socialista en que el terrorismo ha declinado su intransigencia y su brutalidad; ignorando que en tantos ámbitos y ambientes se ha buscado la paz y se ha auspiciado la convivencia entre iguales; ignorando que se ha normalizado la relación entre los líderes políticos, y la cámara parlamentaria vasca debate al completo; ignorando que la Autonomía ha sido preservada de cuantos ataques han sido insinuados o perpetrados por el Gobierno Central y centralista; ignorando que la crisis ha sido contrarrestada con la suficiente eficacia como para que nos afecte en cantidades mucho más llevaderas que en el resto de España; ignorando que el Estado de Bienestar y sus políticas dignificante  de la vida de las personas continúa vigente; ignorando que en la calle las gentes ya no temen que un explosivo las descuartice; ignorando que la vida de los vascos y las vascas, atribulados por el rigor de sus existencias, y nada más, es más tranquila.
Fue difícil completar el eslabón porque ETA mataba, pero también porque el compañero del PSE, elegido para cerrar el círculo del eslabón, era el PP. Los populares vascos siempre han sido oportunistas. En los dos años largos que duró su andadura a los órdenes de López no faltaron las desavenencias. No parece extraño que ocurra esto entre dos formaciones con principios y valores bien diferentes, pero tampoco faltaron las deslealtades protagonizadas por un PP que buscaba cualquier disculpa para acrecentar las contradicciones y discusiones iniciadas en Madrid. El puzle se mostró en varias ocasiones como un galimatías indescifrable: el presidente Zapatero acordando con el PNV para resolver problemas españoles, mientras los nacionalistas apoyados por el PP vasco derrotaban algunas decisiones socialistas en Euskadi. Es bien cierto que, ideológicamente, son bastantes las coincidencias entre PP y PNV, sobre todo en materia social y económica, pero si el PP vasco hubiera sido leal su andadura no habría sido tan escasamente fiable, ni habría terminado antes de la fecha estipulada, que era el final de la legislatura. También mientras duró el acuerdo PSE-PP fueron bastantes las salidas de tono.
El PP vasco, que no formó parte del Gobierno de Patxi López, aunque se haya beneficiado notablemente de él por solo estampar su firma, se encargó en varias ocasiones de intentar desacreditar al Lehendakari mediante ocurrencias y reflexiones gratuitas que Basagoiti pronunció para ocultar su más que profunda insustancialidad política. Especialmente desafortunada y ruin fue su frase recalcando que Patxi López tenía “menos títulos académicos que Homer Simpson”, como respuesta a alguna crítica del lehendakari a los ajustes perpetrados por Rajoy en el gobierno español, lo que provocó que algún seguidor suyo creara una página en Facebook encabezada por una caricatura de H. Simpson con la siguiente inscripción: “Soy más listo que Patxi López”. De modo que el debate político llegó a contemplar, a la vez, frases de este tenor y otra del nacionalista Andoni Ortúzar: “Tendremos que gobernar nosotros; mientras no volvamos a Ajuria Enea lo tendremos que hacer desde Sabin Etxea (sede del PNV en Bilbao)”. Y completa esta espiral absurda una frase pronunciada por el Presidente del PP en Bizkaia, en plena campaña electoral: “Por donde pasa un gobierno socialista la herencia es mucho peor que mala”, como si el PP vasco no tuviera nada que ver.
El resumen resulta más que evidente. Euskadi culmina el periodo más fértil de la Democracia, porque no solo se ha avanzado de modo irreversible en la solución de la brutal lacra terrorista y en la construcción de una convivencia pacífica, sino que se ha apuntalado nuestra autonomía sin necesidad de recurrir a amenazas de Planes ni consultas soberanistas, que siempre repercuten negativamente en la convivencia. Como, además, el tratamiento de las consecuencias de la crisis ha sido tan contundente como delicado y respetuoso con los más humildes, con los más afectados, bien cabe decir que Patxi López ha cumplido sobradamente sus objetivos, y el PSE ha servido con mimo y diligencia a los ciudadanos vascos. Que el nacionalismo vasco no quiera reconocerlo con rotundidad y que el nacionalismo español no ceje en su censura apuntalan más si cabe esa realidad que es constatable en muchos factores.
Ahora vienen, otra vez, nuevos tiempos. El Gobierno “débil” que encabezará Urkullu, -con solo 27 parlamentarios, de 75, y sin apoyo externo-, va a necesitar de la responsabilidad de los bien intencionados. A Patxi López no se le ha ocurrido decir que procurará gobernar desde la sede del PSE, como dijo el PNV, pero a la hora de contrastar comportamientos responsables todos los vascos conocen la irresponsabilidad manifestada por EHBildu y por el PP. ¿Será otra vez el PSE el señalado, por su inveterada decencia, para hacer funcionar Euskadi? Así deberían entenderlo también Urkullu y los suyos, porque a Euskadi siempre la han empujado hacia la convivencia y el progreso “tándemes” de innegable valor: en un principio fueron Aguirre e Indalecio Prieto, y ya en la democracia, Ardanza y Ramón Jáuregui. También Ibarretxe y Redondo se montaron en el tándem, pero eran más proclives al ciclismo desenfrenado de la pista, y el tándem se partió por la mitad. Hay que recuperarle cuanto antes…
…Porque la cadena debe estar formada por eslabones firmes para que nunca se rompa. Patxi López  ha dado fuerza al eslabón socialista que, paradójicamente, ayuda a que Ibarretxe y Urkulla tengan algún tipo de ligazón.
FDO. JOSU  MONTALBÁN