lunes, 10 de marzo de 2014

QUE HACEMOS CON LOS JÓVENES. QUE HACEN LOS JOVENES

QUÉ  HACEMOS  CON  LOS  JÓVENES.  QUÉ  HACEN  LOS  JÓVENES
Ahora mismo, lo mejor que tienen los jóvenes como colectivo es que su juventud responde a un estado pasajero que termina cuando los años se van subiendo a sus espaldas. También tienen algunas otras cosas buenas, incluso algunas propiedades que deberán servirles para que los rigores de sus vidas sean más llevaderos.
Según la Oficina europea EUROSTAT el paro de los jóvenes de menos de 25 años en España alcanza el 57,7%. Esta cifra asusta porque además se produce en un país en el que el paro total ya es demasiado alto (26,5%). Las cifras contrastan con las de las medias europeas: la tasa de paro juvenil en la zona euro alcanza el 12,1%, mientras que el paro general registrado en Europa a finales del 2013 era del 10,9%. De todas las conclusiones a las que llega el Informe del EUROSTAT hay uno escalofriante: casi el tercio de los parados de la zona euro  están en España, y de todos esos parados españoles más de 980.000 son jóvenes.
Sin embargo las calles aún no arden porque la fogosidad propia de la juventud vive larvada en infundadas esperanzas de que el tiempo nos depare nuevas etapas de esplendor. Pero no, todo hace presagiar que ese nuevo tiempo, si llega a producirse, no vendrá sin que sea empujado. Nuestros jóvenes dejarán de serlo sin que los siguientes hayan aprendido  casi nada de ellos, porque son hijos de una abundancia de mentirijillas, basada en la especulación más atroz practicada por sus antecesores, que creyeron que el dinero y su acopio no tenían límite, y que aquella falsa prosperidad iba a seguir “per secula seculorum”. Este paisaje, tan generalizado hace unos años, desarmó éticamente a la juventud que venía por detrás, mucho más preocupada por sus diversiones particulares que por construir una sociedad cohesionada y solidaria.
Justamente unos años después de que los mayores se empaparan de cuanto los eufóricos gobernantes divulgaban en su provecho, ha devenido esta debacle tan difícil de diagnosticar y, aún peor, tan difícil de remediar. Cada día aparecía algún notable con acceso a los medios de comunicación que metía en nuestros hogares un término, -JASP-, que incluía las iniciales de un mensaje que, como se ha visto, siempre tuvo más de propaganda triunfalista que de realidad. Aunque fuera verdad aquello de “Jóvenes Aunque Suficientemente Preparados”, aún los informes PISA que auditaban nuestro sistema educativo nos mostraban carencias muy importantes, siempre medidas con respecto a las medias europeas. Sin embargo, durante la primera década del siglo XXI han sido muchos los jóvenes que, atraídos por la posibilidad de ganar dinero fácil y rápido, principalmente en el sector inmobiliario y de la construcción, abandonaron su formación antes de consolidarla, huyeron de las aulas para llegar a nuestros días como generación “nini”, es decir, generación juvenil que Ni estudia NI trabaja.
Puestos a poner nombres la generación de nuestros jóvenes actuales constituye una “generación pobre”, que es la formada por aquellos cuyas vidas van a ser peores que las de sus padres. Así será, y menos mal que está el soporte familiar y el impagable papel que cumplen los padres en el desarrollo de la vida de nuestros jóvenes en todos los ámbitos. Son legión los jóvenes que cuelgan a sus espaldas hipotecas bien costosas, o deudas procedentes de bienes que adquirieron cuando las entidades financieras se comportaban como si fueran tómbolas. Es verdad que nadie usó la violencia para hacer que muchos jóvenes, y no tan jóvenes, se comprometieran con créditos que ahora les ahogan, pero aquel desparpajo con el que los dirigentes de los bancos metían cédulas en los bolsillos de los clientes debe ser tenido en cuenta a la hora de pedir responsabilidades. Lo cierto es que nuestros jóvenes actuales vagabundean por las calle de nuestros pueblos y ciudades, sentándose aquí o allá con su teléfono móvil en las manos, divirtiéndose con las ocurrencias de las redes sociales, pero ausentes del gran problema que les acucia.
No sé qué se puede hacer para resolver el problema de los jóvenes, pero sé que la sociedad y el sistema socio-económico que la gobierna ha engañado a los jóvenes, porque están mejor formados y preparados que las generaciones anteriores, pero el sistema se ha apuntalado con otras premisas. Por muy formados que estén el sistema solo les tiene reservados sueldos de miseria: ya, ni siquiera son mileuristas porque a quien se atreve a reclamar mil euros para todo el mes, le liquidan con bastante menos su trabajo, pues siempre queda algún resquicio para usar cajas B o economías sumergidas. Ahora los jóvenes españoles emigran, en muchos casos como lo hicieron sus padres y abuelos. Una vez llegados a su destino, atiborrados de títulos y resguardos que atestiguan los cursillos que han culminado, son explotados sin piedad, del mismo modo que hacemos en España con quienes han venido de allende nuestras fronteras. Lo que el sistema educativo y formativo español gastó en los jóvenes revierte en otros lugares: los “españoles en el Mundo” que las televisiones nos muestran con rostros alegres y esperanzados, no se atreven a decir que, en la mayoría de los casos, se fueron a regañadientes como si hubieran sido despachados por las circunstancias adversas.
¿Qué hacemos con nuestros jóvenes? No sé qué se puede hacer realmente, porque en un Mundo en que la Economía lleva la voz cantante sobre la Política, la juventud no es un divino tesoro, en todo caso es más “divina” que “tesoro”, y de la divinidad suelen obtenerse divisas más bien escasas. Pero sí sé que han de hacer los jóvenes si aún les queda decencia. Vivimos junto a unos jóvenes apáticos, entregados a un hedonismo muy costoso que se aferran al placer de los instantes sin darse cuenta de que todo trance de ese tipo es muy efímero. No acabo de comprender que nuestras calles no estén llenas de jóvenes protestando por sus problemas, más aún, protestando por las injusticias, por las desigualdades sociales, por los recortes públicos, por los bajos salarios y pensiones, por la osadía con que los patronos expulsas a sus obreros, por la cercenación constante de todo tipo de derechos… Sí, es verdad que muchas de estas afrentas no les afectan directamente, pero ellos tienen que constituirse en la punta de la lanza que combata y agujeree las conciencias de los desalmados. Ellos se tienen que erigir en la vanguardia de la lucha.
Los jóvenes, estudiantes o trabajadores, como decía Violeta Parra de los primeros, “son aves que no se asustan de animal ni policía, y no le asustan las balas ni el ladrar de la jauría”. ¿Será así, o les habremos educado con tanta insolidaridad como para que les asuste casi todo? Sí, “que vivan los jóvenes (estudiantes) que rugen como los vientos cuando les meten al oído sotanas o regimientos”. Se pregunta Violeta Parra en su canción: “¿hasta cuándo nos dura señores la penitencia?”. Lo mismo deberíamos preguntar nosotros y todos los jóvenes “porque levantan el pecho cuando les dicen harina sabiéndose que es afrecho, y no hacen el sordomudo cuando se presenta el hecho”. Pues bien, el hecho ya está aquí, y los jóvenes deben levantar el pecho al son de Violeta…
… Como lo levantaron los jóvenes de Mayo del 68 en Francia al grito de “seamos realistas, pidamos lo imposible”, frente a las chabolas cubiertas de latas (bidonvilles) de Nanterre. O como lo levantaron, coincidiendo con ellos en el tiempo, los jóvenes de Méjico, aunque les costaran más de 200 muertos en la Matanza de la Plaza de las Tres Culturas. O, más reciente aún, como lo levantó Mohamed Bouazizi cuando se quemó a lo bonzo en Túnez e inició las revueltas estudiantiles que iniciaron la famosa Primavera Árabe. O como lo levantaron los jóvenes Indignados del 15-M en la Puerta del Sol de Madrid, y en otras plazas de España y del Mundo. Igual que voceaban entonces han de hacerlo ahora: “No somos marionetas en manos de políticos y banqueros”. Sí, los jóvenes deben llenar las calles de utopía y de rebeldía. Un joven insolidario y falto de compromiso social no merece el calificativo de “joven”. La juventud no debe expresarse mediante poses remisas, sino con ademanes y hechos valientes.
FDO.  JOSU  MONTALBAN