jueves, 7 de mayo de 2015

PODEMOS CONTRA CIUDADANOS ( 1 de Mayo de 2015 )

PODEMOS CONTRA CIUDADANOS, Y VICEVERSA
Hoy, el discurso político tiene que ser redondo para que sea eficaz. Los líderes buscan mucho más impresionar que convencer, porque lo impresionante queda marcado mientras que el convencimiento casi siempre está supeditado a posibles convencimientos posteriores en diferente dirección. La palabra “cambio” ha sido usada en muchas ocasiones por los líderes políticos a pesar de que su significado apenas sirva para profundizar en dimensiones ideológicas. Sin embargo el líder de Podemos, Pablo Iglesias Turrión, la ha usado con cierta maestría y alguna artera intención hace apenas un mes. Preguntado por el importante impacto del partido Ciudadanos, que es el otro partido emergente junto a Podemos, dijo que “no es lo mismo el cambio que el recambio”. Lógicamente quería decir que Podemos es el cambio y Ciudadanos el recambio, adjudicando a este segundo término un significado despectivo.
El domingo 26 de Abril publicó EL PAIS un artículo firmado por Pablo Iglesias (“¿Qué es el cambio?”) con la única pretensión de subrayar que el cambio necesario en España es votar a Podemos, mientras que votar a Ciudadanos no pasa de ser un simple recambio que no servirá para casi nada. Analizar el contenido del artículo no requiere mucho esfuerzo, porque es tan poco consistente su objetivo que el relato se queda en la enumeración de los efectos que la crisis lleva aparejados, y que están produciendo dolor y estrechez en las vidas de los ciudadanos. En resumen, se trata de un ejercicio de fe ante un ideario que podría confundirse con la socialdemocracia, hasta tal punto que lo apoya en una reunión suya con EFC (Economistas Frente a la Crisis) y un recordatorio del asesinado Olof Palme, del que dice que decía que “los derechos de la democracia no pueden estar reservados a un grupo selecto de la sociedad, sino que corresponden a todas las personas”. Se trata de un sencillo axioma, pero esgrimido por un líder político como él se convierte en poco más que una perogrullada, máxime teniendo en cuenta que lo usa alguien que se declara de izquierdas a título individual.
La caída del bipartidismo, según se ve, dará pie a un nuevo bipartidismo. Al dúo PP-PSOE le quiere reemplazar otro dúo, Ciudadanos-Podemos. Pero la prisa puesta en el empeño de subir a los cielos, que tanto ocupa a Pablo Iglesias como a Albert Rivera, exige que ambos peleen entre sí, porque con el PP  con el PSOE no van a acabar tan fácilmente, peor aún, sabe muy bien el líder de Podemos que, llegado el momento, las derechas se pondrán de acuerdo en caso de necesidad; y sabe también que Ciudadanos viene protegido por una pátina de modernidad que Podemos no tiene. Es decir, que el PSOE en caso de necesidad podría alcanzar acuerdos con Ciudadanos sin que chirriaran los engranajes de la Democracia. Del mismo modo que la vieja UCD de Adolfo Suárez no era exactamente la “derechona” postfranquista de AP, Ciudadanos no es tampoco el PP de Aznar y Rajoy.
Así que Pablo Iglesias se empeña en distinguir entre cambio y recambio, pero al final todo se queda en un rosario de lamentos que parecen recogidos de cualquier reunión de vecinos atribulados por los efectos de la crisis en sus familias y en sus vidas. Ni una sola propuesta contundente y, eso sí, nadar y guardar la ropa, porque ni una sola vez nombra a Ciudadanos ni a Albert Rivera, quizás para no provocar debates que, a buen seguro, considerará estériles y perjudiciales para sus previsiones. A Ciudadanos les llama en una ocasión “Abanderados del recambio”, justamente para tacharles de ser insensatos por proponer una subida del IVA a los productos de primera necesidad. Bien dicho. Pero, ¿por qué le cuesta tanto pronunciar las fatídicas palabras: ciudadanos y Rivera?
No seré yo quien establezca en este artículo ninguna prioridad entre Ciudadanos y Podemos, aunque la tengo muy clara, pero el debate político exige entereza y responsabilidad a quienes la intentan protagonizar. Porque tanto unos como otros han abandonado los términos “izquierda” y “derecha”, y prefieren denominarse “transversales”. Sus formaciones, surgidas casi de la noche a la mañana, tras desarrollar una estrategia de descrédito y degradación de las ideologías clásicas, parecen dispuestas a conquistar los cielos sin tener suficientemente en cuenta que quienes les van a votar y requieren sus servicios son personas que viven en la tierra.
“¿Qué es el cambio?”, se pregunta Pablo Iglesias desde el título del artículo. Si el texto llegara a responder con minuciosidad a la pregunta deberíamos convenir que Podemos puede ser un buen instrumento para cambiar las cosas, pero la retahíla de lamentos apenas sirve para complacer a los descontentos, que son muchos, pero no sirve para ponerles contentos o devolverles la alegría. Ahí, en esos espacios comunes hay tantas reflexiones almacenadas, pertenecientes a todas las opciones políticas, incluidas algunas de la famosa “casta”, que empiezo a estar convencido de que lo que necesitamos no es tanto mejorar la realidad presente como pergeñar el modelo de sociedad para el futuro.
Quien, como ha llegado a afirmar Pablo Iglesias, no cree en la distinción entre derecha e izquierda, mientras lidera un partido que desea gobernar a una sociedad sumida en una profunda crisis, necesita como mínimo un plan “renove” en sus propias filas. Al menos, que algo o alguien le baje los humos.

Fdo.  JOSU  MONTALBAN