LA POLÍTICA-ESPECTÁCULO
En el debate social y económico, que aflora principalmente en
las Redes Sociales, lo que prima es la “política-espectáculo”. Lo que se ha
dado en llamar “nueva política” apenas tiene carta de identidad como ideología,
de modo que quienes dicen defenderla no esgrimen otra razón que desacreditar a
la “vieja política”, pero si les preguntas en qué fundamentan dicho descrédito,
no ponen sobre la mesa otro fundamento que el mero detalle de que sea “vieja”.
Sin embargo, los que enarbolan la bandera de lo nuevo ya están sumidos en las
mismas dudas, entregados a los mismos comportamientos y emulando las mismas
estrategias que los “viejos”.
Es verdad que nos debe hacer pensar el hecho de que por medio
de esa política que dicen “vieja” hemos llegado a la situación actual, que se
caracteriza por mostrar algunos más defectos que virtudes, es decir, por ser
todo menos halagüeña, pero quienes llegaron con sus innovaciones y frescuras al
mundillo político han profundizado mucho más en subrayar los defectos que en
pergeñar y poner en práctica las soluciones. De modo que se han enmarañado como
cacatúas repitiendo las mismas consignas y denuncias, pero adolecen de los
mismos vicios y errores: saben de dónde venimos pero no acuerdan hacia dónde
hay que ir ni por qué caminos, les obsesiona el poder y se enriscan como cabras
para protegerle y preservarle después de que le han conquistado, fundamentan
sus estrategias de predominio en subrayar los defectos y corruptelas ajenas
mucho más que en realzar sus características o sus virtudes… En este panorama
no resulta nada extraño que prime la política-espectáculo sobre la otra
política, la real, que solo es tal cuando se soporta en ideologías
consistentes.
Vivimos un tiempo extraño y difuso. Los líderes políticos se
empeñan en impactar mucho más que en convencer, porque se impacta con un simple
golpe de efecto, que sea certero, mientras que para convencer es necesaria la
reflexión, mucho más trabajosa, vulnerable y frágil. El debate político habla
mucho más de quienes se personan en las ONGs de caridad para solicitar limosnas
y enseres básicos, de los que carecen, para garantizar su subsistencia, que de
lo que es necesario hacer para que las ONGs de caridad sean menos necesarias, o
lleguen a ser incluso innecesarias. Los líderes de la “nueva política” han
aprendido muy bien que los votos fluctuantes siempre están en esa clase social
de nombre tan absurdo como abominable que se conoce como “clase media”. Es esa
la que vive en un perpetuo equilibrio, sin otra disyuntiva que permanecer en su
vacilante status o caerse al abismo,
por eso preconiza la nueva política la maldad de las élites a las que, por
cierto, pertenecen la inmensa mayoría de los que predican desde los púlpitos de
las innovadoras formaciones.
No es bueno, sin embargo, que quienes creemos en la bondad de
las ideologías auténticas, que quienes somos capaces de distinguir entre la
derecha y la izquierda, aceptemos sus métodos de debate. El crédito de unos no
puede fundamentarse en el descrédito de los otros. “Quien ha matado a uno es
igual de perverso y asesino que quien ha matado a cuatro”, -sirva como ejemplo
de cuanto digo-. La “vieja política” erró en buena medida porque abandonó sus
principios básicos. Capitalismo, socialismo, comunismo (mal llamado socialismo
real),… las viejas ideologías, hace tiempo que se disfrazaron con ropajes menos
contundentes, mucho más benignos, que han resultado ser más aceptables para que
los ciudadanos no se asusten, pero mucho menos eficaces. El capitalismo se
disfrazó de liberalismo, en un intento de socializarse, lo cual constituyó un
importante esfuerzo para quienes se creían dueños del Mundo sólo porque podían
comprarle con su dinero. El socialismo, y el comunismo que era una variante más
opaca e intransigente de él, sintió el miedo a perder para siempre ante el
capitalismo. Los socialistas no han sido capaces de valorar en su justa medida
las virtudes que debieran considerar
inherentes y obligatorias a él: la defensa de la igualdad, el ejercicio de la
solidaridad y el imperio de la justicia como principios básicos para la
consolidación de una sociedad más humana. Y de ese recelo ha surgido todo un
rosario de versiones del socialismo que engloban el liberal socialismo, el
socialismo liberal, el reformismo, la socialdemocracia, y las demás versiones
que convierten el debate de los socialistas en un batiburrillo.
La “nueva política” se asienta en la “vieja”, a la que
denuesta y utiliza en su provecho. Mientras tanto su estrategia pasa por
representar en la calle y en las Redes Sociales espectáculos sencillos pero
inapropiados, puestas en escena grotescas, consignas estridentes, que les
confieren y suministran esos momentos de gloria en los que se regodean: el
líder conversando con un leño de madera, el beso embocado en el Congreso para
celebrar un discurso vulgar, la niña exhibida con procacidad y pasada de brazo
en brazo en el Hemiciclo, la anciana que sale a escena y se compadece de la
riña de los líderes, el paseo por la Carrera de San Jerónimo del líder imitando
al sheriff John Wayne, el encuentro “casual” con el líder de IU al que le
“robó” la cartera de votantes, las estridentes dialécticas…etc… Y no solo eso,
sino también el aprovechamiento de los conflictos y reivindicaciones sociales
de cualquier tipo sin ofrecer la más mínima solución solvente, por ejemplo la
irrupción de un personaje (“Spririman”), médico de profesión y titiritero de
vocación, en las protestas contra la Sanidad en Andalucía. ¿Cuánto tardará este
personaje en encabezar alguna lista electoral de alguna formación de la “nueva”
política? Este tipo de irrupciones también denotan a las claras el método que
usa la nueva política para intentar descabalgar a la que llaman “vieja”. Sin
embargo no ofrecen alternativas debidamente fundadas, porque las vidas de los
ciudadanos tienen lugar en sus casas y en las calles, pero son las
Instituciones las que han de velar para que sean más llevaderas y humanas,
incluso también para que las calles sean más acogedoras.
El conflicto social, llevado a las calles, deja de ser conflicto
para convertirse en reyerta, a nada que las reglas de la convivencia se
subviertan. La calle es necesaria para denunciar en ella, pero han de ser las
Instituciones las que resuelvan las denuncias y descontentos. La “nueva
política” ha convertido las calles en un teatrillo en el que solo son
protagonistas los más descarados y osados.
Fdo. JOSU MONTALBAN