lunes, 13 de febrero de 2017

LA POLITICA ESPECTÁCULO (DEIA, 14 - 02 - 2017)




LA POLÍTICA-ESPECTÁCULO

En el debate social y económico, que aflora principalmente en las Redes Sociales, lo que prima es la “política-espectáculo”. Lo que se ha dado en llamar “nueva política” apenas tiene carta de identidad como ideología, de modo que quienes dicen defenderla no esgrimen otra razón que desacreditar a la “vieja política”, pero si les preguntas en qué fundamentan dicho descrédito, no ponen sobre la mesa otro fundamento que el mero detalle de que sea “vieja”. Sin embargo, los que enarbolan la bandera de lo nuevo ya están sumidos en las mismas dudas, entregados a los mismos comportamientos y emulando las mismas estrategias que los “viejos”.

Es verdad que nos debe hacer pensar el hecho de que por medio de esa política que dicen “vieja” hemos llegado a la situación actual, que se caracteriza por mostrar algunos más defectos que virtudes, es decir, por ser todo menos halagüeña, pero quienes llegaron con sus innovaciones y frescuras al mundillo político han profundizado mucho más en subrayar los defectos que en pergeñar y poner en práctica las soluciones. De modo que se han enmarañado como cacatúas repitiendo las mismas consignas y denuncias, pero adolecen de los mismos vicios y errores: saben de dónde venimos pero no acuerdan hacia dónde hay que ir ni por qué caminos, les obsesiona el poder y se enriscan como cabras para protegerle y preservarle después de que le han conquistado, fundamentan sus estrategias de predominio en subrayar los defectos y corruptelas ajenas mucho más que en realzar sus características o sus virtudes… En este panorama no resulta nada extraño que prime la política-espectáculo sobre la otra política, la real, que solo es tal cuando se soporta en ideologías consistentes.

Vivimos un tiempo extraño y difuso. Los líderes políticos se empeñan en impactar mucho más que en convencer, porque se impacta con un simple golpe de efecto, que sea certero, mientras que para convencer es necesaria la reflexión, mucho más trabajosa, vulnerable y frágil. El debate político habla mucho más de quienes se personan en las ONGs de caridad para solicitar limosnas y enseres básicos, de los que carecen, para garantizar su subsistencia, que de lo que es necesario hacer para que las ONGs de caridad sean menos necesarias, o lleguen a ser incluso innecesarias. Los líderes de la “nueva política” han aprendido muy bien que los votos fluctuantes siempre están en esa clase social de nombre tan absurdo como abominable que se conoce como “clase media”. Es esa la que vive en un perpetuo equilibrio, sin otra disyuntiva que permanecer en su vacilante status o caerse al abismo, por eso preconiza la nueva política la maldad de las élites a las que, por cierto, pertenecen la inmensa mayoría de los que predican desde los púlpitos de las innovadoras formaciones.

No es bueno, sin embargo, que quienes creemos en la bondad de las ideologías auténticas, que quienes somos capaces de distinguir entre la derecha y la izquierda, aceptemos sus métodos de debate. El crédito de unos no puede fundamentarse en el descrédito de los otros. “Quien ha matado a uno es igual de perverso y asesino que quien ha matado a cuatro”, -sirva como ejemplo de cuanto digo-. La “vieja política” erró en buena medida porque abandonó sus principios básicos. Capitalismo, socialismo, comunismo (mal llamado socialismo real),… las viejas ideologías, hace tiempo que se disfrazaron con ropajes menos contundentes, mucho más benignos, que han resultado ser más aceptables para que los ciudadanos no se asusten, pero mucho menos eficaces. El capitalismo se disfrazó de liberalismo, en un intento de socializarse, lo cual constituyó un importante esfuerzo para quienes se creían dueños del Mundo sólo porque podían comprarle con su dinero. El socialismo, y el comunismo que era una variante más opaca e intransigente de él, sintió el miedo a perder para siempre ante el capitalismo. Los socialistas no han sido capaces de valorar en su justa medida las virtudes  que debieran considerar inherentes y obligatorias a él: la defensa de la igualdad, el ejercicio de la solidaridad y el imperio de la justicia como principios básicos para la consolidación de una sociedad más humana. Y de ese recelo ha surgido todo un rosario de versiones del socialismo que engloban el liberal socialismo, el socialismo liberal, el reformismo, la socialdemocracia, y las demás versiones que convierten el debate de los socialistas en un batiburrillo.

La “nueva política” se asienta en la “vieja”, a la que denuesta y utiliza en su provecho. Mientras tanto su estrategia pasa por representar en la calle y en las Redes Sociales espectáculos sencillos pero inapropiados, puestas en escena grotescas, consignas estridentes, que les confieren y suministran esos momentos de gloria en los que se regodean: el líder conversando con un leño de madera, el beso embocado en el Congreso para celebrar un discurso vulgar, la niña exhibida con procacidad y pasada de brazo en brazo en el Hemiciclo, la anciana que sale a escena y se compadece de la riña de los líderes, el paseo por la Carrera de San Jerónimo del líder imitando al sheriff John Wayne, el encuentro “casual” con el líder de IU al que le “robó” la cartera de votantes, las estridentes dialécticas…etc… Y no solo eso, sino también el aprovechamiento de los conflictos y reivindicaciones sociales de cualquier tipo sin ofrecer la más mínima solución solvente, por ejemplo la irrupción de un personaje (“Spririman”), médico de profesión y titiritero de vocación, en las protestas contra la Sanidad en Andalucía. ¿Cuánto tardará este personaje en encabezar alguna lista electoral de alguna formación de la “nueva” política? Este tipo de irrupciones también denotan a las claras el método que usa la nueva política para intentar descabalgar a la que llaman “vieja”. Sin embargo no ofrecen alternativas debidamente fundadas, porque las vidas de los ciudadanos tienen lugar en sus casas y en las calles, pero son las Instituciones las que han de velar para que sean más llevaderas y humanas, incluso también para que las calles sean más acogedoras.

El conflicto social, llevado a las calles, deja de ser conflicto para convertirse en reyerta, a nada que las reglas de la convivencia se subviertan. La calle es necesaria para denunciar en ella, pero han de ser las Instituciones las que resuelvan las denuncias y descontentos. La “nueva política” ha convertido las calles en un teatrillo en el que solo son protagonistas los más descarados y osados.

Fdo.  JOSU  MONTALBAN