martes, 31 de octubre de 2017

EL PRESIDENT QUE JUEGA AL ESCONDITE (El Diario Norte, 31 - 10 - 2017)




EL PRESIDENT QUE JUEGA AL ESCONDITE

Si todos actúan con buenas intenciones (con las mejores) y no se empeñan en plantear situaciones a modo de coartadas o cambalaches, el día 21 de Diciembre Cataluña y España podrán firmar la paz y darse un saludo de concordia. El futuro lo exige, y la dignidad que se nos debe suponer y exigir a los humanos, también. La “apocalipsis”, prometida o esperada, ha quedado en poco más que nada a pesar de que la situación, aunque orientada al norte, permanece sumida en la confusión.

Los catalanes y las catalanas, de una u otra condición, no se merecen tanto riesgo e incertidumbre. Los españoles y las españolas tampoco. Quienes viven atribulados por el quehacer y los diarios avatares, que son casi todos, no pueden seguir siendo utilizados en ningún sentido. Lo conveniente ahora es hacer balance y sacar conclusiones. A sabiendas de que ponderar los hechos o las situaciones suele hacerse desde posiciones diversas, intentaré situarme en un lugar que podamos compartir cuantos más. Soy de izquierdas, y como tal deseo un Estado fuerte y compacto que proteja las vidas de los ciudadanos, que garantice la libertad de todos por igual y trabaje a favor de la igualdad de todos, tanto de la económica como de la social. Detesto las fronteras. Sabido que hay fronteras geográficas que pueden ser superadas, aborrezco esas otras fronteras que suelen implantarse aplicando criterios como los esencialismos identitarios, siempre impulsadas por quienes se creen ungidos por una superioridad fatua.

El proceso catalán nos ha ofrecido suficientes imágenes que han provocado ásperas controversias. Desde luego, muchas más que razones para los acuerdos. No ha habido culpables de ello, pero sí responsables. Unos más que otros, en unas u otras ocasiones. Ha sido un tiempo alocado en el que se han utilizado razonamientos aderezados con demasiadas dosis de intransigencia. El espectáculo se ha sacado a las calles con un descaro que ha formado parte de una taimada estrategia. Primero se crearon dos organizaciones (ANC y OMNIUM) a las que se ha dado una representación que no les corresponde, superior al propio Govern. Después se sacó del Govern a quienes mostraron el más mínimo riesgo de desacuerdo con el independentismo, y a quienes no parecían dispuestos a decir “sí Bwana” a las órdenes de Puigdemont. Posteriormente se dotó a los Mossos de todo lo necesario para que se mostraran mucho más como cómplices de los desórdenes callejeros que como garantes del orden público. Y por fin, convirtieron el Parlament catalán en la Casa de Tócame Roque.

Por si no se conoce la leyenda de tal “casa” de la castiza calle Barquillo de Madrid, se trataba de una corrala en la que reinaban las discordias, que siempre terminaban en riñas y escándalos, y que culminaron en una batalla campal entre los vecino y el Ayuntamiento. De ello se escribió mucho, incluso más que lo que se ha escrito del “procés” catalán, aunque aquello no supusiera nada trascendental. Sin embargo Puigdemont se ha comportado como un hábil jugador del “escondite”, ese juego que me obligaba cuando era niño, a encontrar sofisticados escondrijos para no ser descubierto por el “vigilante” de turno. Así ha obrado el President, escribiendo pero no diciendo del todo, esbozando pero sin llegar a completar las frases, mostrando unas intenciones benignas para cubrir objetivos malignos, amparándose en una Ley ilegal y exclusiva, aprobada de forma ilegítima, de espaldas al hábito democrático, para consumar su fechoría.

Al lado de tal comportamiento su aparato propagandístico ha enarbolado un trampantojo, -precisamente el Artículo 155 de la Constitución que le permitió ser President-, al que disfrazó de bávaro justiciero, aunque solo se tratara de una garantía para los ciudadanos y para la Democracia. Como ha quedado demostrado dicho Artículo únicamente ha sido usado para garantizar unas Elecciones democráticas a los catalanes en el más corto espacio de tiempo… y para garantizar que, mientras tanto, los catalanes sigan siendo gobernados, aunque lo sean desde la provisionalidad, pero con todas las seguridades.

A la espera de otras noticias y sobresaltos, conviene observar el modo como se han desenvuelto los hechos. De momento, para atenuar los empellones interesados de los favorables a la independencia, les aseguro que me parecieron excesivas las medidas represivas desarrolladas el Uno de Octubre, y que la cárcel de los Jordis tal vez no ha sido sopesada debidamente a pesar del papel miserable que ambos han desarrollado, si bien la Justicia que impuso y sopesó las decisiones debe ser respetada como independiente que es.

Pero he dejado un último detalle para el final. En las manifestaciones de los “hispano-catalanes” independentistas no se vio ni una sola bandera española. Al parecer, ni la ANC ni Omnium  estaban por la labor. Sin embargo en las manifestaciones convocadas por la SCC (Sociedad Civil Catalana) las banderas catalanas compartieron espacio y protagonismo con las españolas. ¿No os parece esta actitud mucho más condescendiente con la Democracia  que la otra? Si ambas banderas incluso comparten los colores, ¿a qué viene hacerlas incompatibles?

Al final Puigdemont llegará a la Historia como un President avezado en el juego del escondite.

P.D.  El último escondrijo (del que hay noticias) ha sido Bruselas. De la noche a la mañana Puigdemont apareció en la capital belga, unos dicen que en viaje diplomático y propagandístico, otros dicen que ha huido… La verdad es que nos ha vuelto a dejar con la miel en los labios.

FDO  JOSU MONTALBAN