lunes, 29 de abril de 2013

QUÉ  LE  PASA  A  LA  DERECHA?
¿Qué le pasa a las derechas europeas? ¿Han perdido el juicio o han perdido la decencia? Ellos, que tuvieron la oportunidad de formarse, de ser bachilleres y universitarios, ¿han olvidado lo que es la ética que aprendieron en los libros de texto? Ellos, que profesan creencias religiosas en la mayoría de los casos, ¿han olvidado a qué les debe obligar el ejercicio de la moral? Las decisiones que se están tomando como respuesta a esta crisis que se presentó súbitamente ante los ciudadanos tienen un denominador común: se trata de recortes que inciden en las vidas de las clases medias y bajas, están provocando un crecimiento inaguantable de los índices de pobreza, y están abriendo la grieta que separa a los ricos de los pobres hasta límites vergonzosos. La austeridad se ha convertido ya en una palabra maldita que, aplicada a las rentas más bajas, produce inquietud y sufrimiento a las personas, y aplicada a los opulentos, del modo remiso como se está haciendo, apenas les reduce el volumen de la calderilla.
La derecha está mostrando su auténtico rostro. Su disposición a pactar con los trabajadores las políticas correspondientes al llamado Estado de Bienestar ha sido flor de unos días. En cuanto han sentido amenazadas sus fortunas las han blindado para que nadie las ponga en peligro. La actual crisis, que está siendo administrada hábilmente por gobiernos conservadores (en algunos casos con la colaboración de “pusilánimes” progresistas), se ha convertido en una oportunidad inigualable para mantener sus reservas a buen recaudo. Las derechas más cerriles han impuesto sus criterios en una Europa que se tambalea, que no garantiza nada, ni progreso ni bienestar, a quienes accedieron a ella con la ilusión de encontrar en ella protección y seguridad. Europa es ahora mismo un territorio poblado de ciudadanos asustados que sienten constantemente las amenazas de unos Organismos e Instituciones que no rinden cuentas a ningún Gobierno, cuyos dirigentes no son elegidos por sufragio sino a través de negociaciones secretas en las que participan más los agentes económicos que los agentes políticos en los que se sustenta la democracia.

Hay quien dice que esta crisis de ámbito continental precisa de más Europa, es decir, que a la falta de credibilidad y confianza que caracterizan ahora al proyecto europeo debemos responder depositando aún más fe en Europa. Puede que tengan razón, pero empecinarse en un proyecto inacabado, que está llevando a los europeos al punto opuesto al que debía llevarlos, exige al menos algo de reflexión. O Europa se redefine con parámetros actuales, o Europa no sirve como proyecto. Porque la idea de Europa excedía la dimensión economicista que actualmente tiene. Si fuéramos fieles a aquella idea primera, a pesar de que no hayamos alcanzado la unión y la unidad políticas, la solidaridad nos llevaría a la concordia entre los diferentes Estados. Por poner un ejemplo sencillo, no sería de recibo –como no lo es aunque se acepte con tranquilidad- que un país como Finlandia, autosuficiente y holgado para garantizar bienestar a sus ciudadanos finlandeses, impusiera condiciones tan dolorosas y traumáticas a los demás, que gozan de condiciones mucho más desfavorables, sin compadecerse siquiera de la situación por la que atraviesan los más pobres.

El Estado de Bienestar en peligro. El Estado de Bienestar es el más amenazado, porque primero se rebajan los impuestos a las rentas más altas con la disculpa de que es preciso preservar la Economía y activar el consumo, y después se reduce el gasto público, del que viven cada vez más ciudadanos expulsados del sistema por la crisis. Se reducen la Sanidad, la Educación y las Ayudas sociales a su mínima expresión. Se ajustan las pensiones siguiendo los infalibles cálculos hechos por economistas sin sensibilidad alguna, se reducen los periodos de cobro de las prestaciones económicas a los desempleados, que crecen en número víctimas de una economía que, amparada en conceptos como la competitividad, busca beneficios a cualquier precio.

Los capitalistas, con la clase empresarial a la cabeza, no se avergüenzan al sugerir que la solución está en que los trabajadores laboren durante más horas por salarios más bajos. Los culpables, por tanto, son los obreros que no solo son tachados de holgazanes y poco productivos, sino también de derrochadores. Peor aún, quienes se van descolgando del sistema y pasan a ocupar el lugar de los subvencionados y subsidiados, pasan a llenar el amplio grupo de los sospechosos, se les tacha de desidiosos que no buscan empleo, y de tramposos que caen fácilmente en las redes del mercado negro y la economía sumergida sin denunciar a sus presuntos ilegales benefactores.

El giro a la derecha que ha anunciado Cameron en el Reino Unido adolece de todo esto, pero las explicaciones dadas para justificarle bien poco se diferencian de las dadas en España cuando se asestaron los recortes-hachazos recién llegado Mariano Rajoy al Gobierno. Para explicar el ramillete de medidas anunciadas, -rebaja de ayudas a la vivienda, disminución o supresión de ayudas a las familias, debilitamiento de las prestaciones sanitarias, entre otras-, Cameron ha dicho que “el Gobierno quiere incentivar que busquen empleo muchos subsidiados”. Se trata de una reflexión absurda porque si la oferta de empleos es tan escasa de casi nada servirá que sean muchos los que merodean las empresas demandando empleos. Una vez más la derecha quiere cargar responsabilidades sobre quienes están sufriendo con mayor rigor la crisis, en lugar de hacerlo sobre quienes fueron artífices directos de ella.

La Derecha, principal culpable. Va siendo tiempo de encontrar culpables, porque aunque cualquier negligente en el cumplimiento de sus obligaciones sociales es responsable de la situación en mayor o menor medida, más allá de la responsabilidad está la culpabilidad de quienes se comportan de modo criminal. Recientemente un empleado de un Banco europeo (HSBC) con sede en Ginebra, hizo público un listado de personas ricas de todo el Mundo que tenían sus dineros depositados allí y que, por tanto, no pagan los impuestos correspondientes a esos dineros en sus países respectivos. Curiosamente la lista contenía nombres de españoles muy señalados y, aunque la mayoría deben ser adscritos a la derecha española, también los había famosos socialistas y de otras tendencias. La lista de Falciani (en alusión al nombre del empleado del banco, que ha sido encarcelado), se ha visto completada por otro listado elaborado por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación. Aseguran estos que el dinero que los ricos ocultan en paraísos fiscales alcanza entre 16 y 24 billones de euros, que viene a suponer más del diez por ciento del PIB del Mundo. Por tanto, estos son culpables directos de la crisis, en base a la incidencia que pudieran tener los impuestos que no pagan a sus correspondientes Haciendas. Lo son ellos, y los son los Gobiernos conservadores o de otro tipo que no les persiguen, que les ofrecen amnistías fiscales y que eluden constantemente la imposición de la famosa Tasa Tobin sobre las transferencias y transacciones financieras internacionales.

Los Bancos se han convertido en cuevas de ladrones en las que se protegen los capitales y se favorecen las productivas operaciones especulativas que con tales capitales se desarrollan. En muchas oficinas financieras a pie de calle se ofrecen créditos a precios abusivos, aunque poniendo frente a los solicitantes añagazas que les han llevado ahora a soportar la extraña culpabilidad de “haber vivido por encima de sus posibilidades”. Tal es el “delito” que se aplica a muchas gentes humildes que han sido timadas y han terminado cazadas, como el ratón en la ratonera a la que se metió atraído por el olor y la fragancia del queso.

La derecha es la principal culpable, además, del escandaloso fraude fiscal al que ampara y protege mediante silencios cómplices, leyes que favorecen a los ingresos irregulares de determinadas profesiones y amnistías fiscales. No se puede decir que el progresismo se haya empleado demasiado a fondo en tales luchas, pero las derechas se han caracterizado por lo contrario. Además, el fraude fiscal solo está al alcance de los grandes capitales. En España el fraude fiscal se sitúa cerca del 25% del PIB. Según datos ofrecidos por la Fundación Alternativas, la recaudación por tal nivel de fraude sería de más de 60.000 millones de euros, el triple de lo que España abona en intereses por su deuda.

Final. ¿Han perdido las derechas la decencia? Alguien se sentirá tentado a pedir responsabilidades a las izquierdas europeas en el mismo sentido. Sí, las izquierdas son responsables de haber obrado con laxitud, de haber permitido, -por no haber reaccionado a tiempo-, casos de corrupción flagrantes, incluso de haber abandonado algunos principios y valores que siempre estuvieron presentes en sus principios ideológicos. Pero las derechas parecen haber perdido el juicio y buena parte de la decencia.

Pedro Gutierrez, en su libro “Democracia”, que incide en la crisis y sus consecuencias, incluye la interpretación de un texto de la Biblia, del libro de Ezequiel, que viene a cuento en este momento: “Cobras usura e intereses, y te aprovechas de tu prójimo con extorsión. Te has olvidado de mí, dice el Señor Jehovah. “¿Estará firme tu corazón? ¿Estarán fuertes tus manos cuando yo actúe contra ti? Yo, Jehovah, he hablado y cumpliré: te dispersaré entre las naciones y te esparciré por los países, y así eliminaré tu impureza”. Bien se ve que la palabra del profeta Ezequiel no se cumplió.

Fdo.  JOSU  MONTALBAN