lunes, 28 de abril de 2014

PARTIDOS EMERGENTES. IDEOLOGÍAS EN CRISIS (DEIA, 28-04-2014)

PARTIDOS EMERGENTES: IDEOLOGÍAS EN CRISIS
No soy nuevo en Política. La llevo siguiendo desde aquellos tiempos en que hacerlo comportaba algún riesgo. No fui un avanzado en aquel tiempo, más bien era entonces un estudioso que quería conocer la Historia, que deseaba tener algún criterio sólido cuando llegaran los nuevos tiempos. No era necesario ser adivino para estar convencido de que llegaría un tiempo en que los españoles nos comportaríamos como el resto de los europeos, que elegiríamos a quienes nos gobernaran, y que podríamos debatir en torno a las tesis e ideologías políticas. En las casas se hablaba de Política. La derecha, como todos sabíamos, seguiría siendo la misma que entonces era afín al franquismo, aunque debería verse afectada por un proceso democratizador, pues la democracia se presentaba como algo inminente, bueno e inevitable. Porque España, durante los últimos años del franquismo, ya era Europa. Y las izquierdas, -socialismo, comunismo, etc…-, así como los nacionalismos periféricos enardecidos pos la torpe consigna franquista de la España “una, grande y libre”, continuaban su andadura también tras el Golpe de Estado de Franco y la Guerra Civil, si bien que recluidas en los hogares, donde los viejos y las radios clandestinas que emitían allende nuestras fronteras, servían para mantener vigorosas las ideologías. Más aún, en círculos más restringidos se distribuían panfletos y libros procedentes de la inquieta clandestinidad.
Hoya la Política pasa por malos momentos. En pleno periodo democrático, tras más de treinta años de ejercicio de la acción política en libertad, las ideologías que sobrevivieron al brutal franquismo pasan por una crisis a la que hay que calificar de peligrosa. Peligrosa para la supervivencia de los grupos políticos en que se sustentan las ideologías, y peligrosa porque está sirviendo de coartada para quienes desean desacreditar a la Política y a los políticos.
No me cabe ninguna duda de que las ideologías clásicas deberían haberse actualizado y fortalecido, ni me caben dudas de que los partidos políticos, en algunos casos de forma demasiado flagrante, se han empeñado en perdurar a cualquier precio, olvidando incluso que su acción pública debería estar supeditada a los intereses de la sociedad y no a los intereses meramente partidistas. Por otro lado, han accedido a las direcciones de los partidos algunos arribistas que, aprovechándose de la endeblez de los valores y principios ideológicos actuales, no han dudado en convertir a los afiliados y militantes de los partidos en meros entusiastas de causas cada vez más indefinidas que se han venido concretando en base al cultivo de fobias hacia los otros en lugar de filias hacia las ideologías propias. Esparcidos entre los arribistas llegaron gentes capaces de desarrollar prácticas corruptas que han convertido la Política en un detestable Patio de Monipodio.
Es verdad que la política vigente en estos momentos adolece de falta de profundidad. Los partidos diseñan sus políticas tras haber hecho los cálculos electorales pertinentes. Los grandes principios (igualdad, justicia, libertad, solidaridad, etc…) se doblegan ante los vicios de los líderes actuales, a los que les asesoran potentísimos equipos de comunicación, mucho más obsesionados con decir lo que se quiere escuchar que con proponer las medidas mejores para pergeñar un futuro óptimo para todos. He dicho bien, para todos, no solo para quienes nos votan en cada ocasión. Pero la Política se ha convertido también en una profesión. Cuando el político ejerce la política como si se tratara solamente una profesión, su obsesión es prevalecer y perdurar. En ese momento acomoda sus propuestas a las modas y a los tiempos que se viven, olvidándose de que ejercer la Política implica sobre todo servicio, y de que los políticos en modo alguno deben ser meros gestores de la cosa pública, sino servidores públicos, organizadores y diseñadores de la vida pública, de tal modo que cuanto acontezca, cuanto defina socialmente a las vidas y a las gentes ha de formar parte de su responsabilidad.
Sin embargo la condición humana también está sometida a cambios y riesgos que en algún momento la han convertido en miserable. Ahora mismo se ha generalizado la impresión de que la mal denominada “clase política” constituye el mal más importante de cuantos padecemos. Curiosamente quienes denuncian dicho mal son igualmente políticos que pretenden engrandecerse a sí mismos en la medida que degradan a los otros. Han surgido formaciones políticas y líderes, -que podríamos denominar emergentes-, cuyo primer slogan siempre va dirigido a desacreditar a las grandes formaciones políticas desde las que se difunden y defienden las ideologías clásicas. Los movimientos populares del 15-M fueron un detonante importante pero, como se ha visto, aquel esfuerzo desmesurado dejó exhaustos a sus organizadores. Eso sí, sirvió para que las ideologías clásicas de las izquierdas (no hablo de las derechas cuya acción política se basa en las defensas de intereses) sufrieran una merma importante en su credibilidad. A su sombre brotaron liderazgos, mucho más fundamentados en la audacia de las personas que en la profundidad de los contenidos ideológicos. Ahora cabe decir que el desmantelamiento ideológico de las formaciones de izquierdas más clásicas se ha producido, pero en su lugar no han brotado ni nuevas ideologías ni nuevos liderazgos de cierta consistencia. Los nuevos líderes se amparan en reivindicaciones puntuales, muy legítimas, pero no ofrecen alternativas globales, es decir, modelos de sociedad realmente nuevos en los que estén presentes los viejos valores que, mientras nadie demuestre lo contrario, son imperecederos e insustituibles.
¿Por qué los nuevos líderes, que cuando hablan parecen hacerlo desde la infalibilidad, no se atreven a transformar y actualizar las grandes ideologías integrándose previamente en las formaciones políticas pertinentes? Su programa suele ser el siguiente: primero desacreditan el bipartidismo, -que no siempre es la fórmula ideal, es verdad-, pero su objetivo más inmediato es, precisamente, convertirse en una de las dos opciones partidistas más votadas. No hay ningún líder emergente de los actuales que no esté soñando con ser el más votado de España, en muchos casos para fomentar ese bipartidismo que dicen abominar, pero con ellos como uno de los dos contendientes. Se constituyen plataformas, formaciones cuyo nombre tiene más de añagaza publicitaria que de identificación ideológica. Acuden a la llamada gentes que se han hecho famosos por haber sufrido desprecios o rechazos en otros ámbitos profesionales: empresarios ambiciosos, jueces retirados del ejercicio activo, disidentes de otras formaciones políticas, populistas cuya esencia ideológica fundamental es, según sus propias palabras, no ser derechas ni de izquierdas porque, según dicen con voz de papagayos, esa disyuntiva está ya superada. Da la impresión de que acuden a la Política como si estuvieran convencidos de que para ello no es necesaria ninguna aptitud ni actitud concretas.
Permitidme un ejemplo esclarecedor. Titular de un periódico del fin de semana: “Ex cargos de UPyD abren la primera delegación de Ciutadans en Euskadi”. Curioso y absurdo resulta que Ciutadans, que surgió como contrapunto al nacionalismo catalán, pretenda ahora constituirse en una Plataforma para toda España. Pero lo más chocante es que a los ex cargos de UPyD también les sirva ahora Ciutadans. ¿Por qué han abandonado UPyD? ¿Qué esperaban de UPyD? La líder de UPyD llegó a tal lugar porque, entre otras cosas, perdió las elecciones que tuvieron lugar en el seno del PSOE ante Bono, Matilde Fernández y Rodríguez Zapatero. Si las hubiera ganado en aquel Congreso solemne del PSOE en Madrid no andaría ahora despotricando de los grandes partidos e ideologías. Porque ella no habría cambiado al PSOE ni en la dirección ni con la intensidad con que ahora le exige cambiar. Bien se ve que su discurso y sus convicciones solo tienen que ver con su pretensión de abrirse un hueco a codazos en la Política española, y consolidar su posición en un lugar alejado de cualquier ideología concreta.
Mucho me temo que la afluencia de formaciones y líderes de estos últimos tiempos responde a esa llamada oculta de quienes creen que la Política no implica servicio a la sociedad ni requiere convicciones ideológicas. Ya está bien de aceptar la falacia que proclaman como loritos de que nada diferencia a las derechas de las izquierdas. Así lo pregonan tantos recalcitrantes políticos de derechas actualmente que en su fuero interno se sienten avergonzados de ser tan insolidarios y poco humanos: avergonzados de ser de derechas.
FDO.  JOSU  MONTALBAN