martes, 27 de mayo de 2014

MERITOCRACIA, A DEBATE (DEIA, 26 de Mayo de 2014)


LA  MERITOCRACIA  A  DEBATE

En una de esas tertulias en las que los participantes parecen vestidos con la túnica de la infalibilidad ha escuchado una defensa a ultranza de lo que ellos llamaban “meritocracia”, aunque luego encontraran grandes dificultades para dar a entender realmente lo que querían decir y se enfrascaran en pronunciar largas diatribas contra la Política y, sobre todo, contra los políticos en general, no solo contra los irresponsables o los necios. Hablaban del mérito que deben alcanzar o hacer quienes se dediquen a representar a los ciudadanos en las instituciones Públicas que dirigen los destinos de la sociedad. Mediante largas y farragosas peroratas llegaban al mismo destino, una frase hecha del tipo de “hay que premiar la inteligencia, el esfuerzo, el talento, la capacidad y el espíritu competitivo”. Quedaban satisfechos porque la frase, si uno no para a analizarla y desgranar todos sus posibles significados, no admite dudas ni puntualizaciones, pero en la sociedad actual los impecables en sus gestos e infalibles en sus palabras suelen ser aprendices de dictadores o, como poco, tecnócratas decididos a manejar la Política desde fuera, sometiéndola a las normas y leyes  mucho más restrictivas de la Economía. Los Agentes financieros, que tanto influyen actualmente sobre las decisiones de los Gobiernos, sean de derechas o incluso socialdemócratas, no son democráticos.
¿Qué es la famosa meritocracia?. La definición es tan sencilla como inconcreta: “es la forma de gobierno basada en el mérito, es decir, aquella en que las posiciones jerárquicas prevalentes son conquistadas en base al mérito, en el que predominan los valores asociados a la capacidad individual y al espíritu competitivo”. Según esto la elección de quienes nos deberían gobernar no requeriría de unas elecciones democráticas sino de rigurosos exámenes que midiesen los conocimientos y las capacidades de cada cual. En ese caso sería difícil determinar quién o quienes deberían administrar los procesos, las características de los exámenes y los criterios de calificación posteriores, además, ¿para qué elegir a nadie si ya contamos con esos sabios que determinan lo que se debe evaluar? ¡Que sean ellos los elegidos y todo queda resuelto!
La consecuencia inevitable es que el sentido democrático, -la Democracia en sí-, queda abolida porque el Estado y sus estructuras se burocratizan de tal modo que la opinión pública apenas cuenta frente a la opinión de los sabios e infalibles, porque en un sistema meritocrático las mayorías han de estar supeditadas a las elites. Ahora mismo, la opinión público se muestra contagiada por un virus muy pernicioso, inoculado por las elites económicas y financieras, y alimentado por los numerosos episodios de corrupción que día tras día van descubriéndose en los aledaños del poder político. A la derecha política, que siempre coincide con la derecha social y económica, le viene bien este contagio, es más, se siente cómoda a pesar del virus, porque las rentas derivadas de la gestión política partidista, que está en sus manos, van a caer en las cuentas corrientes de sus partidarios, que son los ricos. Así, aunando poder político y poder económico en compartimentos que ellos interrelacionan con suma destreza, llegan a pensar que su predominio en la sociedad actual responde más a un ejercicio de meritocracia que a un proceso de apoderamiento de la riqueza, del poder y de todos los resortes necesarios para eternizarse en ese lugar eminente.
Los más ricos, que son además los que influyen de forma trascendental en el ejercicio del poder político, creen que son los más sabios e infalibles porque han llegado a tales alturas, solo reservadas para los elegidos. Desde allí dictan los decretos más apropiados para mantener sus privilegios y supremacías. Sí, es verdad que a esta elite le conviene que, de vez en cuanto, surja de los abismos de esta sociedad clasista algún aventajado que pase a engrosar las filas de los mejores. En ese caso, se airea su currículo, en el que se incluye su procedencia humilde y se hace un alegato laudatorio de sus esfuerzos, como dando a entender que en nuestro sistema social y económico “siempre” alcanza sus metas el que se lo propone. Pero no es así, porque ascienden los que previamente han jurado obediencia y servicio a un orden social que no admite revolcones, todo lo más algún escarceo, eso sí, poco violento.
Seamos demagogos. (Para mí, la llamada “demagogia” no se corresponde con un término negativo: he comprobado que, en la mayoría de los casos, aquel que llama “demagogo” a quien le interfiere o le critica, lo hace porque se ha sentido afectado y siente como se le tambalean sus propios criterios sobre el tema determinado de que se trata). ¿Cómo se mide el mérito? ¿No es mérito suficiente que una cuadrilla de nigerianos abandonen sus casas con un odre de cuero de oveja sin desinfectar y lleno de agua no potable por todo avituallamiento, atraviese los miles de kilómetros sometido a los rigores y amenazas del desierto durante muchos meses, llegue a las vallas fronterizas entre África y Europa, espere el momento propicio, ascienda las altas alambradas apestadas de feroces y cortantes concertinas, y salte a la Tierra Prometida? ¿No es mérito suficiente como para que les dejemos construirse un futuro, siquiera humilde, entre nosotros, ya que no somos capaces de ayudar a sus sociedades de origen a evolucionar? ¿Qué mérito hemos hecho nosotros para vivir aquí, en la tierra de la abundancia? ¡Sólo la casualidad nos sirve como coartada! Se podrían poner otros ejemplos, que los acomodados tacharían de demagógicos pero que, en su fuero interno afectarían a su sensibilidad.
La meritocracia, en una sociedad tan desigual como ésta, es una falacia que solo está basada en la indecencia. No es decente admitir como verdad absoluta que los que han llegado a la cúspide han hecho méritos para ello, y los que están en lo más inferior han hecho también deméritos para su desventaja. No es decente porque es mentira. Las grandes fortunas, que son quizás la causa más importante de la gran desigualdad que impera en las sociedades capitalistas, nunca están al servicio de la comunidad. Las diferencias salariales que se dan entre agentes que intervienen en un mismo proceso productivo (y tienen, por tanto, un papel similar en la consecución del objetivo último) resultan bochornosas. Y no digamos nada de los sueldos multimillonarios de los directivos y presidentes de las multinacionales, los bancos, las entidades financieras, todas ellas enroladas en planes y proyectos basados en prácticas especulativas. Son precisamente ellos los que están en el germen de la crisis financiera que afecta a Europa y al Mundo capitalista. Porque no han sido controlados por los poderes políticos, peros aún, han sido ellos los controladores de la Política.
Los ricos han hecho mucho más dinero que méritos. Incluso cuando la Economía les ha dado la espalda ellos han seguido engordando sus fortunas porque, como expresa Krugman en uno de sus artículos, “la razón por la que ganan tanto es que ya son muy ricos”. Y denuncia con razón que “las rentas altas provienen cada vez más de las rentas de las inversiones, no de los salarios; y es solo ya cuestión de tiempo que las herencias se conviertan en la mayor fuente de gran riqueza”. Una última cita, esta de Piketty: “Nos encaminamos hacia una sociedad dominada por la riqueza, mucha de ella heredada, más que por el trabajo”. Con estas premisas, pensar en la meritocracia como sistema que pueda resolver los déficits de la Política parece una auténtica patochada. Porque son muchos los que, inocentemente, valoran el mérito en base al lugar que cada cual ocupa en la escala social, y no al revés. U
Una última pregunta, con nombre y apellidos: ¿Qué méritos ha demostrado la hija del banquero Botin para ocupar todas las presidencias que ocupa? Yo no dudo de que, tal vez, sea lista, talentosa, inteligente, capacitada, competitiva, ingeniosa, abnegada y demás calificativos, todos ellos encomiables, pero se me antoja que el mérito mejor demostrado para ocupar los lugares predominantes que ocupa ha sido el de ser la hija de Botin, es decir, ser su heredera.

FDO.  JOSU  MONTALBAN