jueves, 22 de octubre de 2015

LOS EMERGENTES Y LA IZQUIERDA ESPAÑOLA (DEIA, 22 - 10 - 2015)

LOS EMERGENTES Y LA IZQUIERDA ESPAÑOLA

La irrupción en la Política española de dos fuerzas emergentes como Ciudadanos y Podemos, aprovechándose ambas del descrédito en que han caído las dos fuerzas políticas que han venido configurando lo que se ha dado en llamar “bipartidismo”, igualmente desacreditado como tal, ha traído consigo un nuevo modo de comportamiento que, a la postre, adolece de los mismos déficits y riesgos que aquejaban al tiempo anterior. La “gente”, que es el nuevo término que ha venido a sustituir al ya viejo “sociedad”, se ha visto supeditada a los discursos y artimañas que los líderes emergentes vienen utilizando para hacerse con el predominio, primero, y con el dominio de la situación, después.
La corrupción, que ha sido la razón esgrimida para desacreditar al sistema imperante, no ha sido patrimonio exclusivo de la clase política. Los corruptos más famosos no han sido los políticos en ejercicio, sino los que han administrado el poder social y económico, que en muchas ocasiones no ha coincidido con el poder político e institucional. Es bien cierto que los casos de corrupción, siquiera tangencialmente, han contado en algunos casos con la aquiescencia de dirigentes institucionales y políticos, pero la corrupción ha invadido casi todos los campos y ambientes, y se ha instalado en los aledaños del poder de cualquier tipo para garantizarse el éxito. Nadie se ha librado de caer en la tentación: políticos sí, pero en mayor número banqueros, empresarios, juristas, sindicalistas, economistas, etc…, es decir todo aquel que ha manejado dinero en gran cantidad para especular con él. Por si fuera poco la opinión pública se ha visto invadida por acusaciones de fraude en ayudas públicas y subsidios percibidos a través de las oficinas públicas, de ayudas sociales destinadas a los más desfavorecidos.
En medio de esa nauseabunda nube, Ciudadanos ha intentado capitalizar los votos de derechas, y Podemos ha hecho lo propio con los votos de izquierdas. Ambos, aunque de vez en cuando porfíen entre ellos para hacerse con los votos de ese centro político indefinido y desideologizado, juegan a lo mismo, aunque lo hagan mediante actitudes y comportamientos bien diferentes. Al descrédito generalizado de la Política ambos han respondido con el mismo slogan: aquí estamos nosotros para echar a los corruptos, limpiar las Instituciones y gestionar los dineros con eficacia.
Previamente, ambos han negado las reglas clásicas y establecidas. Para ellos no existe la izquierda porque tampoco existe la derecha, y viceversa. Es decir, que la derecha del PP y la izquierda del PSOE ya no tienen ninguna razón de ser, peor aún, ambos son causantes a partes iguales del mal que nos aqueja. Que Rivera haya pertenecido a la derecha española hasta que decidió exhibirse en pelotas en un cartel electoral, no parece importarle, de modo que afirma que ha llegado a este momento de la Política para redimir a esa derecha y a sus acólitos. Que Pablo Iglesias proceda de la izquierda sucesora del PCE, a la que no se esforzó en mejorar y adecuar a los nuevos tiempos, tampoco debe importarle, hasta tal punto que ya se ha impuesto, lo primero de todo, destruir a la vieja izquierda de Iu para, a continuación, emprenderla a mamporros y descalificaciones con el PSOE.
Sin embargo, el nuevo horizonte muestra comportamientos diferentes en la derecha y en la izquierda. Ciudadanos, con la debida cautela, ha irrumpido sin mostrar una violencia excesiva hacia la derecha del PP. En todo caso, frente a la derecha del PP de Rajoy, que se muestra heredera de los viejos tiempos, asimilables a los últimos años del franquismo y a la Transición, Ciudadanos se muestra, contundente, totalmente desmarcado de la corrupción que tiene al PP agujereado como si se tratara de un queso gruyere. Pero, ¿muestra Ciudadanos alguna señal que le pueda distinguir, en su ideología y estrategia política, del PP? Creo que no, que la única razón por la que Ciudadanos está donde está ha sido el oportunismo de la formación y la osadía del líder Rivera. En contra juegan sus propuestas, que en nada se diferencian de las de la vieja derechona española en lo económico y lo social.
En la izquierda no pasa lo mismo. La irrupción de Podemos aconteció de un modo diferente, porque el PSOE había sufrido un varapalo importante en las Elecciones Generales, e IU continuaba con su camino al Calvario, a pesar de que la debacle socialista le hubiera dado un respiro. La insoportable ambición de Pablo Iglesias y Podemos ha sido un virus brutal para la izquierda española, siempre proclive a obsesionarse en debates ideológicos alrededor de los matices, lo cual la ha hecho en algunos casos autodestruirse en discusiones y debates numantinos. Podemos es una formación de izquierdas que no se define como tal porque teme, con mucho fundamento por cierto, que en la izquierda española hay una formación mayoritaria en apoyos que es el PSOE. No obstante, aunque el tiempo ha de ser el que dicte sentencia, resulta doloroso ver a Pablo Iglesias obcecado hasta los tuétanos por conseguir el debilitamiento (o la desaparición) de IU. Probablemente, en ese juego de siglas que Podemos pretende imponer eliminando “IU” de los carteles electorales, el PSOE sería el más beneficiado, pero a la vez la izquierda española perdería gran parte de su noble Historia y de su legitimidad.
Los emergentes pueden ser útiles. Lo son ya, pero puede llegar a serlo mucho más si no les apremian las prisas, si no quieren inventar lo ya inventado y en vigor, si no avasallan a base de violencia dialéctica que solo puede servir para desacreditar, aún más, la Política. No es bueno poner en entredicho los valores y principios intrínsecos en que se asienta la Política. Al final los que llegan a ella tan impregnados de ansiedad suelen administrarla desde el atolondramiento y la misma prisa que les invade.
Los otros partidos políticos han de sacar conclusiones. Principalmente los que han venido protagonizando la Política que cuestionan los emergentes. Vivimos tiempos difíciles. La Economía se ha convertido en la única estrella que guía la Política, no solo la macropolítica que mueve el dinero y los negocios por todos los confines del Mundo, también la micropolítica que afecta a cada uno de los ciudadanos, a cada uno de los que componemos esa masa heterogénea que los emergentes llaman “gente”. No basta con denunciar la inacción de los otros. La izquierda española la componen ahora mismo tres partidos de ámbito nacional (PSOE, IU y Podemos), junto con algunas formaciones de ámbito autonómico en las que suele primar más la inquietud nacionalista o secesionista que la social. Lo peor que le puede pasar a dicha izquierda es, precisamente, someterse a un debate irracional y encarnizado que impida a las formaciones de izquierda y progresistas llegar a acuerdos suficientes para que actúen de forma unitaria. Desde luego que la derecha española, mucho menos cuarteada que la izquierda, obrará como siempre lo ha hecho: actuando en bloque.
Será una pena que la izquierda se obsesione en peleas bizantinas a partir de ahora. Cuatro años de Gobierno de esta derecha del PP en España nos han retrasado más de diez años en los aspectos sociales. La Economía tal vez haya mejorado y ofrezca cifras algo más halagüeñas, lo cual satisfará a los banqueros y a los empresarios mejor instalados, pero la felicidad de los ciudadanos, de la gente, es un bien cada vez más difícil de alcanzar. Cada vez son más los que sienten su felicidad tan amenazada como imposible. La felicidad de todos los que aspiran a ser felices, o la provee la izquierda o no será posible. Si no, al tiempo.

FDO.  JOSU MONTALBAN