martes, 16 de julio de 2013

EL  VALOR  DE  UN  GESTO
“Gesto por la Paz” se disuelve después de 28 años de lucha por la Paz en Euskadi

El último gesto de la Coordinadora “Gesto por la Paz” de Euskal Herria fue la suelta de globos blancos, con forma de paloma, en la Plaza Circular de Bilbao. Tuvo lugar el 1 de Junio último, y al acto acudimos bastantes personas, aunque no suficientes para llenar por completo la plaza, que no es demasiado grande. Asistieron muchas personas de buena voluntad, -quizás todos acudiéramos de ese modo-, pero también acudieron muchos representantes de los grupos políticos, aglutinados en torno a sus líderes y formando ramilletes perfectamente identificados e identificables. No acudió al acto la Izquierda Abertzale (IA), que inició hace algún tiempo su propio proceso de paz con una Declaración pública en el Palacio de Ayete de San Sebastián, de la mano de un grupo de personajes del ámbito internacional, cuyo coste nadie sabe qué modo de financiación ha tenido. No habiéndose financiado con fondos reservados cabe especular que hayan podido ser útiles incluso fondos de cariz revolucionario. El caso es que “gesto por la Paz” ha anunciado que se va casi a la vez que el Parlamento Vasco ha inaugurado una Ponencia por la Paz en la que se resiste  a participar el PP vasco en tanto ETA no se disuelva y entregue las armas.
Cinco días antes de tener lugar el gesto de Gesto, la IA había presentado un texto de Conclusiones de su “Foro Social”, de la mano de dos organizaciones de su propio ámbito, -Lokarri y Bake Bidea -, y de un experto en mediación llamado Andy Carl que pertenece a la organización Conciliation Resources. (No estaría mal que la IA aclarara cómo se financian estos excesos). El texto, presentado como un listado de Conclusiones, es un amasijo de ambigüedades que traslada todos los elementos de lo que se dio en llamar “conflicto vasco”, mientras ETA actuaba, a la opinión pública, pero no propone ni una sola acción resolutiva, dejando claro que la IA continúa enlazada a lo que queda de ETA: promover un ejercicio de diálogo y reconciliación, diseño de un proceso controlado para el desmantelamiento de ETA, aplicar una justicia de carácter transicional, facilitar el intercambio de opiniones entre los presos, estudiar la situación de los huidos, evaluar la situación de los derechos humanos, etc”. Por tanto los presos etarras están en el meollo del documento, y además lo están la pretensión de que la Justicia no sea estricta a la hora de aplicar medidas de gracia o alternativas (Justicia Transicional) y el “redimensionamiento del número y la función de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado.
Alguien se estará preguntando ya por qué ha incluido este párrafo en un artículo cuya función es realzar el papel representado por Gesto por la Paz, pues bien, se trata precisamente de subrayar la gran diferencia que hay entre las diversas actitudes de los vascos y las vascas ante el terrorismo de ETA. Fabián Laespada, que ha sido el último portavoz de Gesto ha dado en el clavo con brillantez: “La apuesta política de la IA es estratégica, no ética”. El análisis que hace Fabián es atinado, incluso cuando se refiere al papel que juega el Foro Social impulsado por la IA: “Es una iniciativa privada. Tiene el aval de ciertas personas del extranjero. Me gustaría que se llevaran un relato más real de lo que les han contado. No hemos entrado en sus recomendaciones pero por nuestra trayectoria podemos decir que hay cosas con que no estamos de acuerdo”.  E incide en que aún nos deben asaltar algunas dudas respecto a la actitud de la IA: “Lo que está sucediendo es el proceso del final de ETA. No puede darse un proceso en el que se entiende por dos bandos enfrentados, eso no se ha visto en la sociedad vasca. Ha sido un caso donde la solidaridad con las víctimas empezó hace bastantes años, no como en otros conflictos donde se empezó a hablar cuando ya había acabado. Aquí ha habido solidaridad por parte de la sociedad mientras aún sonaban las balas”.
¿Para qué ha servido Gesto por la Paz? Probablemente habrá quienes crean que su acción “inmóvil y silenciosa” no ha servido para mucho, pero ha sido quien ha mantenido a la sociedad vasca en el terreno de la serenidad, de la responsabilidad ciudadana y de la ética. Y ha sido la iniciativa más constructiva de cuantas han tenido lugar, porque la sociedad vasca ha vivido entre insensible y atemorizada, desoyendo los ayes y el ruido de las pistolas o el estruendo de las bombas, como mínimo vivía acobardada e incapaz de responder a quienes quisieron hacer de ETA la única razón o coartada de nuestra existencia. Cuando, allá por los principios de los ochenta  ETA mataba a más de un ciudadano cada cinco días, reinaba el silencio en las calles, aunque todos los vascos supiéramos que aquellas muertes, además de ser abominables, eran vanas e improductivas. Cierto es que aquellas muertes fueron provocando un hartazgo inaguantable, y muchos nos oponíamos a ellas acudiendo a los funerales de los asesinados, acompañando a sus familiares, doliéndonos con ellos de aquel ejercicio de brutalidad ejecutado por asesinos desalmados y no por héroes liberadores.
Antes de que Gesto por la Paz hablara (gesticulara, para ser más exactos), se habían producido movilizaciones. José María Benegas las cita en un buen artículo (EL CORREO, 8-5-13) en que recuerda algunas manifestaciones multitudinarias que tuvieron lugar antes de 1986,  fecha en que Gesto por la Paz hizo su primera concentración silenciosa, pero el éxito de tales movilizaciones tenía más que ver con el modo como había sido hecha la convocatoria que con otros aspectos. Los vascos salían a la calle si se lo pedía su partido político, y las reyertas entre los partidos terminaban por hastiar a una sociedad como la vasca, embargada por el miedo y la duda de que su presencia o ausencia en un acto de protesta fueran debidamente interpretados. Si los principios éticos que guiaban a los terroristas eran negros y perversos en sumo grado, los de gran parte de los vascos permanecían aletargados esperando que los voceros de los partidos políticos y las organizaciones sociales a ellos adscritas coincidieran en las órdenes. Pero las órdenes eran diversas y, a veces, dolorosamente contradictorias.
Por eso las primeras convocatorias de Gesto por la Paz apenas congregaban en los pueblos de Euskadi (o Euskal Herria) a media docena de personas que nos mirábamos en silencio durante los quince minutos que duraba la concentración. Desde cierta distancia miraban también los lugareños hasta que la concentración se disolvía, y como si también ellos tomaran parte en el acto de protesta y dolor, también se disolvían en todas las direcciones. En aquellas concentraciones se fueron forjando buena parte de las conciencias pacíficas y pacifistas del País Vasco, porque todos acudíamos a protestar pero no a guerrear con ni contra nadie. En aquellas concentraciones de Gesto por la Paz se negaban los términos del famoso “conflicto vasco” con que nos torpedeaban los líderes políticos desde las portadas de los diarios. Nunca hubo un conflicto real, nunca hubo dos bandos enfrentados, hubo eso sí, un grupo armado y secreto que primero mataba y después urdía una coartada: el asesinado era un represor, o un político españolista, o un acaudalado empresario opresor de los obreros vascos, o sencillamente tuvo la mala suerte de pasar por el lugar en que estalló una bomba “liberadora”.
Y Gesto por la Paz nos convocaba a compartir nuestras reflexiones más íntimas durante quince minutos de miradas cómplices y conmiserativas en las que el silencio invitaba a pensar y a sentir. Sabíamos a qué habíamos ido y sabíamos qué y a quienes nos íbamos a encontrar. Sabíamos de qué modo nos íbamos a despedir, siempre con un “que no nos volvamos a reunir otra vez”. Y algún tiempo después, cuando volvíamos a encontrarnos en el mismo lugar, cada vez enfatizando más la última palabra, el saludo derrotista: “¡Esto es la hostia!”, y la despedida de rigor: “…que no nos volvamos a ver aquí…”.
Es verdad que la acción política ha sido determinante para provocar el final de ETA, pero los líderes políticos vascos saben que la sociedad vasca ha conservado unos principios éticos gracias a la acción, entre otros, de Gesto por la Paz. Cuando otras asociaciones surgidas como respuesta a intereses partidistas o colectivistas han preconizado una especie de “guerra civil”, Gesto por la Paz ha mantenido sus acciones sencillas, con slogans poco agresivos, una pancarta con una leyenda igual en todos los lugares y pocas banderas de parte de la organización. Esta ha sido su gran aportación. Gesto por la Paz de Euskal Herria ha ocupado un lugar que bien puede ser considerado un espacio común para todos los partidos políticos democráticos.
Gesto por la Paz se ha ido en ese último gesto del 1 de Junio en la Plaza Circular de Bilbao. Laespada, según dice, llevaba algún tiempo imaginando ese día “porque nacimos con la convicción de desaparecer un día”. Ahora quedan las víctimas, como un grito despiadado, cada cual con su recuerdo, cada cual con sus ansias y deseos, cada cual con su idea de lo que ha ocurrido en Euskal Herria y con su inenarrable pena. “¿Hay riesgo de que las víctimas queden olvidadas?”, preguntan a Fabián Laespada en una entrevista (EL PAIS, 2-6-13). Y responde: “El riesgo existe. Hay muchas ganas en la sociedad por el hastío del terrorismo de pasar página. Muchas víctimas tienen ese temor. Tenemos una deuda con ellas. Hay que mirarlas a la cara porque se han llevado el sufrimiento y echarles una mano y sobre todo contar con su relato”. No será bueno que las víctimas queden arrinconadas en un ángulo del desván de la Historia. Quienes idearon y apostaron por Gesto por la Paz seguro que siguen pensando. Ellos, y todos nosotros, estamos obligados a seguir la labor de hacer de la paz una razón ética. Gesto por la Paz ha sido eso: una respuesta ética a la brutalidad terrorista en Euskal Herria.
Fdo.  JOSU  MONTALBAN