jueves, 24 de noviembre de 2016

REFLEXIONES ANTE LA MUERTE DE RITA BARBERÁ ( El Diario Norte, 24 - 11 - 2016 )




REFLEXIONES EN LA MUERTE DE RITA BARBERÁ

Se ha muerto Rita Barberá.

Punto. Se encontraba inmersa en un proceso judicial que aún no ha sido resuelto, que ya no se resolverá debidamente porque ya no se añadirán al texto inicial ni los testimonios ni las declaraciones de la fallecida. Habrá quienes hayan suspirado con su muerte, y habrá quienes hayan sentido su muerte. Yo me quedo en silencio, que es la actitud más respetuosa con ella y la más responsable conmigo mismo y con la Vida.

Nunca me gustó Rita Barberá. No me gustaba su altanería ni la soberbia que escondía detrás de su corpulenta figura, tras su voz arisca y estridente, tras sus gestos procaces. Pero se ha muerto inmersa en un ambiente agresivo para ella con el que le han premiado bastantes de sus compañeros del PP mientras aún estaba viva. Las noticias llegaban como ecos procedentes de voces verdaderas. Al parecer, según contaban los rumores o los bulos, ella administraba el dinero y los bienes de todos como si fueran de ella sola… Y de los suyos: de sus partidarios. Por eso al ser descubierta dejó de ser “popular” del PP para ser la más popular del Grupo Mixto (¡qué feo nombre!) del Senado.

Y bien, a esta mujer parece que le perseguían el conflicto y el escándalo. Su muerte ha sido inoportuna. Tanto, que la celebración de un minuto de silencio en su nombre en el Congreso de los Diputados, tan acostumbrado como poco significativo, ha activado un debate estéril después de que los diputados “posmodernos” de Podemos hayan decidido despreciar la nobleza de ese minuto protocolario y hayan abandonado el Hemiciclo durante los sesenta segundos. Casi al unísono sus partidarios han llenado las Redes Sociales de ocurrencias, de consignas soeces y de gratuidades propias de bravucones, en muchos casos atrincherados en sus anonimatos.

Algunos se han atrincherado tras rencores ya viejos. Han esgrimido razones tan poco convincentes como que en su momento no se guardaran minutos de silencio por otras muertes similares, como por ejemplo cuando murieron, por diferentes causas, Muguruza o Labordeta. Es decir, que no aceptan ningún propósito de enmienda, y para “enmendar” el flagrante y miserable error de haberles dejado morir sin el más mínimo gesto de recuerdo y despedida, ahora obran ante la nueva muerte con la misma ignominia.

Mal va esta Humanidad a la que pertenecemos tanto Pablo Iglesias y los chicos de Podemos como yo y los chicos socialistas. Es evidente que no deseo que nadie se muera, pero la muerte no anuncia su llegada, y llegará la Parca también a la casa de Podemos. ¿Reclamará entonces Pablo Iglesias minutos de silencio? Y si de pronto encuentran el Hemiciclo vacío en el minuto de recuerdo, solo porque alguno de sus representantes genere dudas con sus comportamientos, ¿qué hará? ¿Qué hará con su “vanidad”? Si en el Congreso de los Ciudadanos, que es una Cámara representativa de todos, hay mentes tan intransigentes, tan poco conmiserativas, tan poco condescendientes, el Congreso no generará concordia sino discordia.

Me permito, para terminar, trasladar una reflexión interesante que viene al caso: “¿Qué es en realidad un minuto de silencio? Si lo pensamos bien, la más exacta expresión del vacío de trascendencia que acompaña al hombre posmoderno, ese hombre aparentemente autosuficiente y aupado en la complacencia de una razón técnica, pero que esconde en realidad la agonía de su propio existir. El minuto de silencio es la más depurada expresión del laicismo bien pensante, la representación más exacta de la liturgia laica. Cada vez que oficiamos esa ceremonia representamos teatralmente la realidad de nuestra cultura cotidiana, una cultura de hombres silenciosos los unos con los otros, incomunicados en medio de la barahúnda de las calles, solos en medio de la multitud, insolidarios a pesar de tantos mensajes de solidaridad” (Enrique V. de Mora Quirós). Pues bien, los de Podemos, ni esto.

¡Descanse en paz Rita Barberá!

Fdo.  JOSU  MONTALBAN