domingo, 20 de mayo de 2012


EL AÑO DE BRECHT

Bertol Brecht a bordo del “Oskawa”

Si éste es el año de Bertol Brecht, también es el año del “Oskawa”. En él desarrolla el dramaturgo y poeta alemán una de sus denuncias del sistema.

El Oskawa era un vapor de seis mil toneladas que llevaba champán  y licores a Río de Janeiro y volvía con carne congelada a Hamburgo. En él se enroló Brecht para denunciar la injusticia de la explotación y la corrupción. Por un lado, los marineros explotados ahogaban sus escaseces en alcohol a la vez que los oficiales divertían sus abundancias por el mismo procedimiento. El alcohol estaba al alcance de todos en el viaje de ida. Pero en el retorno no transportaban alcohol, y la carne congelada no sirve para mitigar penas ni acrecentar euforias. No obstante, persistían las causas de las penas: bajos sueldos, vejez insegura, incierto futuro. Dado que un obrero descontento no puede rendir lo suficiente, sucedió lo esperado: el “Oskawa” llegó a Hamburgo remolcado, porque los continuos desatinos en el gobierno de la nave y la desidia de los trabajadores descontentos, llevó a que las instalaciones del barco llegaran a un estado de deterioro irreversible que motivó su desguace.

Con este preámbulo, que el propio Brecht sitúa en el año 1.922, es posible iniciar la crónica de nuestro tiempo. Los trabajadores cada vez se sienten más amenazados por los globos sonda que lanzan los responsables económicos. La constante llamada a congelar salarios, disminuir costos sociales y abaratar despidos, como coartada ante el fracaso de los regentes de la Economía y el voraz egoísmo de los empresarios grandes y las multinacionales adineradas produce miedo e inseguridad. En resumen, en el barco de la vida hay quienes, a falta de alcohol, rumian su desgracia sin cesar, mientras los aventajados alegran su tedio con dosis de champán o licores a su antojo, pagadas con sus dineros más o menos copiosos. Sin embargo, cada vez se producen menos motines a bordo, y el barco que nos trae y nos lleva, continúa la terrible aventura de la supervivencia.

¿No sería mucho más bello que el barco que nos lleva nos ayudara a vivir, a “vivenciar” placeres y completar el marco estético que nos haga felices?. Entre el vapor “Oskawa” de Brecht y el barco con destino a Itaca del poema de Holderlin hay sensibles diferencias, aunque en ambos ocurren cosas bellas. El de Hordelin se entrega al idílico balanceo de un oleaje suave y apacible por una travesía a través de paisajes sugestivos y sugerentes que acercan a la Itaca anhelada, sin llegar nunca a ella, para que el gozo dure lo mismo que la eternidad. El “Oskawa” de Brecht no siente la ternura del oleaje oceánico y, en todo caso, balancea las mentes preocupadas de los tripulantes, ahogadas en alcohol, o se presta a las iras de los trabajadores insatisfechos ante la injusticia que padecen.

Hoy, apenas se usan las alegorías. Las metáforas quedan en el éter de los poetas y las comparaciones sólo se utilizan para vilipendiar a los menos afortunados, pero el “Oskawa” constituye toda una premonición de lo que comienza a ocurrir. ¿Cómo criticar que los trabajadores se muestren desidiosos, o que empleen sus horas de descanso en huidas de la realidad, si se sienten profundamente amenazados por los caprichos y arbitrariedades de sus dirigentes?. Cada vez es más evidente que el modelo económico no lleva a ningún modelo social concreto y que, en todo caso, éste último sólo es una consecuencia del primero y no un objetivo conseguido. El sistema económico diseña sus acciones desde la obsesión por servirse a sí mismo. Sólo esto explica el fracaso de las teorías económicas en nuestros días. Al crecimiento de la Economía no sucede la creación de empleo. Al aumento de los beneficios de las grandes empresas, entidades bancarias y multinacionales, no le corresponde una mejora económica de las rentas de los trabajadores o asalariados. Incluso, los crecimientos económicos o de beneficios, están basados en esquilmar salarios y disminuir la seguridad de los que, con su trabajo, constituyen el instrumento más eficaz para conseguirlo.

Es preciso, pues, desguazar de una vez por todas el “Oskawa” del poema de Bertol Brech. Cuando el dramaturgo alemán escribió el poema, la Economía se explicaba más simplemente que hoy, por eso los tripulantes del Oskawa sólo protestaban por su bajo salario. Pero hoy, los asalariados siguen sometidos a los mismos miedos. Para terminar su poema acude Brecht a una sencilla suposición: “Nosotros pensábamos que hasta un niño podría comprender que nuestra paga era realmente demasiado pequeña”. Ahora, también, los niños se dan cuenta de la injusticia.


JOSU MONTALBAN