martes, 1 de mayo de 2012

EL CANCERBERO DEL GOBIERNO


El cancerbero del gobierno: El administrador del nuevo tiempo


Acabo de leer una interpretación del tiempo que nos está tocando vivir que comparto plenamente. Por fin leo a alguien que niega la actual “crisis” y la define de otro modo. La sacralización de la palabra “crisis” siempre ha servido al interés por atemorizar, por hacer que los ciudadanos acepten cuanto el poder les propone por considerarlo inevitable. La satanización de la expresión “brotes verdes” buscó eliminar toda esperanza de la mente de los ciudadanos en tanto la coartada de la crisis conseguía sus objetivos. Ni siquiera síntomas tan evidentes como un parón en el descenso del desempleo, un repunte tenue de la economía, o alguna noticia concerniente a inversiones multimillonarias de capital extranjero en España o capital español en el extranjero, han sido considerados brotes verdes, porque la crisis y quienes la están administrando han prohibido la primavera.

Lo ha escrito Maruja Torres en uno de sus certeros artículos (“Sin piedad”): “En primer lugar, esto no es una crisis. Esto es una remodelación del mundo, emprendida por los poderosos para que los débiles pierdan lo poco que han conseguido a lo largo de décadas de lucha. Esta es una asiatización, una tercermundialización  de Europa, de la más indefensa, y más que eso, es el surgimiento de cosas que ni siquiera somos capaces de imaginar”. Rajoy, como responsable de la servil derecha española, ya se ha puesto al servicio de los poderosos, de ese Capital que ha mudado su nombre por Mercados, aunque las decisiones las tomen personas de carne y hueso, algunas de ellas procedentes de gobiernos nacionales, generalmente de ideologías conservadoras y reaccionarias. ¿Alguien esperaba otro comportamiento?

Este proceso de asiatización y tercermundialización que anuncia MT ha requerido un proceso delicado de afirmaciones y tesis debidamente imbricadas, para que nada permita que se generen dudas que se convierten en vías de escape para que opinen todos. Los Mercados nunca han aceptado las opiniones porque quienes opinan, y lo hacen en el océano de la democrática diversidad, no entronizan verdades absolutas. Los Mercados, como el Capital, son una verdad absoluta que no admite interpretaciones. Son ellos los que han bombardeado a los gobiernos progresistas de Grecia y Portugal; los que quitaron al Gobierno italiano para poner a Monti, que fue director de la Comisión Trilateral, un lobby de cariz neoliberal que fundó hace cuarenta años David Rockefeller, el famoso banquero de EEUU; y también fueron los Mercados los que hicieron estallar al gobierno español de  Zapatero, propiciando este de Rajoy en el que no hay que perder de vista al enviado de los Mercados, Luis de Guindos. Ha venido a cubrir espacios de los Ministerios de Economía y Hacienda y del de Ciencia e Innovación, pero su papel es el de cancerbero del Gobierno.

Va y viene, se cubre con la mano para dar a entender que no desea ser sorprendido, pero al final destapa su semblante para decir todo lo que está contenido en el guión del PP y de los Mercados. Es osado. Ha agriado su semblante para marcar una distancia insalvable con sus interlocutores. Probablemente ha sido su descaro facial el factor que ha contado más en su elección para el cargo que ocupa. Cuando los comentaristas de la caverna mediática de la derecha criticaban los currículos de algunos ministros socialistas, por escasos, jamás pusieron pegas a aspectos cualitativos relativos a los avatares en que hubieran estado inmersos en sus vidas privadas o sus ejercicios profesionales. Ahora lo entiendo. De Guindos  estuvo presente en la mayor quiebra de la historia hasta el momento en que se produjo, la de la compañía Lehman Brothers. Si Rajoy hubiera hecho su selección en base a criterios serios jamás hubiera podido aceptar a Luis de Guindos, pues los créditos subprime que motivaron la caída de Leman son créditos que se caracterizan por tener un riesgo de impago muy superior a la media del resto de tipos de crédito. En la medida que participó en aceptar tales créditos cabe aplicarle el calificativo de “negligente” que le hubiera imposibilitado para ser ministro.

De la crisis saldremos como se sale de todas las crisis, es decir, por el arte de birlibirloque. Habrá quien se arrogue el mérito diciendo que fueron sus fórmulas las más eficaces, o concluyendo con esa frase socorrida “eso ya lo dije yo hace tiempo”, pero habrá que analizar con detalle los efectos colaterales de la crisis. Todas las medidas tomadas hasta ahora van creando efectos y motivando consecuencias que harán del futuro un tiempo diferente. Se trata de remodelar el mundo, como ha escrito MT, de hacer un mundo diferente, pero no un mundo diseñado entre todos. Esta remodelación obedece a un dictado pronunciado desde un púlpito, al que nadie se muestra dispuesto a responder, porque las izquierdas se han quedado sin voz después de que todas sus reflexiones aceptaran que el sistema de Libre Mercado era el único posible, y que el Estado de Bienestar era el único beneficio que el Capital cede a las clases sociales más humildes. Es cierto que se ha avanzado hacia ese Estado pero, amparados en la condescendencia del Capital siempre cicatera, y cuando el Libre Mercado se ha despiadado un poco más, han sido el Estado del Bienestar y sus beneficiarios quienes han sufrido las carencias.

Los nuevos tiempos van a ser, sin duda, nuevos. Primero nos han infligido un miedo que nos atenaza, no solo para obrar sino también para pensar. En estos tiempos de precariedad laboral, el desempleo es una amenaza que ha borrado del mapa de las reflexiones colectivas debates aún no resueltos. Cuando las izquierdas debatíamos en torno a la semana laboral de 35 horas, o el reparto del trabajo, la derecha no combatió lo suficiente aquellas inquietudes de los trabajadores y los sindicatos porque su hoja de ruta era otra. Aquella versión del sistema capitalista que pretendía que trabajáramos menos para poder trabajar todos, nunca le sirvió. El Capital nunca entendió que los beneficios derivados de que una máquina ejecutara la labor de veinte obreros en mucho menos tiempo y con mayor calidad, fueran a parar a los trabajadores, que iban a pagar sus consecuencias sufriendo el brutal desempleo. El Capital se entregó a un mercado, no ya libre sino libertino, que ha enmarañado tanto el ambiente como para convertirle en un abismo.

Y así es como se ha generado el hábitat en el que el ultraliberal De Guindos se siente satisfecho. Mientras la brutal reforma laboral se muestra implacable con el trabajador, ante el empresario al que se conceden todos los privilegios para hacer de los obreros esclavos. Mientras se suben los impuestos indirectos en lugar de los directos. Mientras se amamanta a los bancos desde la ubérrima ubre pública, obteniendo como contrapartidas desahucios generalizados, y negaciones sistemáticas de créditos para las PYMEs. Mientras se rebajan las prestaciones y servicios sociales derivados de la Dependencia, que generan bolsas de pobreza y miseria. Mientras se desmantela el Estado Social de forma drástica, y se destruyen de un plumazo la cohesión social y la solidaridad…Mientras todo esto es ya un hecho insoslayable, Luis de Guindos ha dicho: “Podemos equivocarnos pero no es un ajuste de cuentas contra nadie”. Las decisiones políticas siempre tienen consecuencias, y cuando las medidas favorecedoras de una clase social son excesivas, redundan en perjuicios para las otras, máxime si las beneficiadas son las ya aventajadas. .

Hasta tal punto Luis de Guindos está convencido de los excesos del Gobierno que ha dado un aviso a navegantes: “tenemos que poner orden en la casa porque si no la alternativa es mucho peor. Como vengan otros a hacer los presupuestos va a ver usted lo que es un ajuste de cuentas”. Esta aseveración es sintomática de algo: España ya está intervenida por el interventor Luis de Guindos, que actúa del mismo modo que lo hace Monti en Italia. Tal como preve Maruja Torres, esta remodelación que algunos llaman “crisis”, que es el término que los Mercados y sus poderosos mensajeros han entronizado en nuestras orejas para que retumbe en nuestros oídos, tiene el mezquino objetivo de hacer que los más débiles (o sea, los pobres) lo sigan siendo más y más, mientras los ricos ejercen el poder insaciable que les suministra su creciente abundancia.

Fdo.  JOSU  MONTALBAN